El tesoro de un Duende

Pelea de lodo

Capítulo 19

Narradora: Rachel Gardener

Estoy tan molesta con el estúpido duende chismoso. ¿No podía quedarse con la boca cerrada? No sé quién le dijo que podía meterse en mi vida y contarle a mi hermanastro lo que por tanto tiempo le he ocultado. Realmente no me importaba mantener oculto los maltratos de Ginger con tal de no causar más problemas, de igual forma, cuando cumpliera mi mayoría de edad iba a marcharme y todo esto solo sería parte del pasado. Pero viene él a soltar la lengua justo en este momento. 

Sin poder entrar en la habitación de Darcy, camino hacia mi habitación porque es el único lugar en donde tendré un poco de privacidad; por lo menos hasta que Adler decida venir. 

Me siento en el piso recostando mi espalda de la cama y abrazando mis piernas. Mi frente reposa en mis rodillas y cierro mis ojos. 

Tendré que rogarle a mi hermanastro para que no le reclame a su mamá, aunque posiblemente eso no funcione. No quiero ser la causante de otro problema, ya mucho me odia la bruja como para darle otra razón para hacerlo. Sí, Adler va a lograr que Ginger me trate bien, ¿pero hasta cuándo será eso? ¿Qué pasará cuando él se vaya? 

Después de unos minutos escucho unos suaves golpes en la puerta y esta se abre lentamente. Ad, asoma su cabeza y lo observo con un solo ojo.

—Cachorra —dice tiernamente—, necesitamos hablar. ¿Puedo pasar? 

Muevo ligeramente mi cabeza en señal de afirmación. 

Él da unos pasos y se sienta a mi lado ocasionando que nuestros brazos queden en contacto. Me mira de una forma extraña que no consigo entender. Pensé que estaría molesto por no decirle nada de lo que su mamá me hacía, en cambio, sus ojos brillan y se muestra sonriente. 

—¿Qué pasa? —Enderezo mi espalda y lo miro a la cara, nerviosa por tener que hacerlo—. ¿Por qué me miras así?

Con su mano derecha me toma por la mejilla, se inclina hacia mí y me besa. 

Me quedo paralizada pero luego me dejo llevar y cierro mis ojos. El rose de nuestros labios es apasionado e impaciente, como si se tratara de un beso que esperamos por mucho tiempo. 

En la habitación solo se escucha nuestra respiración y en mi mente no hay nada que interrumpa este momento. 

Poco a poco nos separamos y abro mis ojos lentamente para encontrarme con el rostro alegre de Adler. 

—Me gustas, Rachel —declara con delicadeza. Bajo la cabeza para evitar mirar sus ojos pero él me toma suavemente por el mentón y me hace mirarlo nuevamente—. Debí decirte esto hace tiempo pero soy un tonto…, pensé que arruinaría nuestra amistad. Pero ya no puedo evitarlo y espero me entiendas. 

No sé si se trate de un sueño pero si así lo es, no me quiero despertar. He imaginado este momento muchas veces y ahora que está pasando no lo puedo creer. Mi corazón está acelerado y las palabras se traban en mi garganta. 

—Tú —consigo pronunciar con mucho esfuerzo—. Tú también me gustas. 

Él sonríe mostrando sus dientes y luego me da un ligero beso. 

—¿Quieres ser mi novia? —Musita, sonriente.

Mis ojos se abren más y lo único que consigo hacer es una leve afirmación con mi cabeza. 

Nos besamos nuevamente. 

Toda esa tarde nos dedicamos a platicar y cuando su madre llegó no pude evitar que Adler la enfrentara y le exigiera tratarme bien. Además, me tomó por la mano y le informó que ahora éramos novios. Ginger se mostró muy sorprendida por la noticia que recibió. No se mostraba tan contenta y era de esperarse. Intentó desmentir lo de sus malos tratos pero luego de varios reclamos aceptó su error y prometió no volver a maltratarme. Aunque sé que su promesa solo se extiende al tiempo en el que Ad esté presente.

Pude volver a dormir en la habitación de Darcy, ella está deprimida y no quiere comer. Me compadezco al verla de esa forma, no debe ser fácil y quizás se siente muy sola. Su mamá le quitó el teléfono y no tiene permitido salir de la casa. Cuando Ginger se va de casa la encierra y se lleva las llaves. 

Me siento en la punta de la cama y la observo mientras ella está cubierta con su cobija hasta la nariz. Tiene la mirada triste y perdida. 

—¿Quieres comer un poco? —Le señalo el plato de comida. 

No recibo respuesta y no quiero insistir para que no se enoje conmigo.

—¿Hay algo en lo que te pueda ayudar? —Susurro. 

No hay respuesta así que me levanto para ir a acostarme del otro lado de la cama. 

Su mano me sostiene el brazo izquierdo y dirijo mi vista hacia ella. Ahora se encuentra medio sentada en la cama.

—¿Puedes darle un mensaje a Jacob? —Sus ojos me suplican. 

Asiento y ella esboza una ligera sonrisa.

—Si quieres, escríbele una carta y yo se la llevo mañana —le sugiero amablemente. 

Ella busca una hoja en blanco y un bolígrafo, escribe apresuradamente y de sus ojos se escapan algunas lágrimas. Al terminar dobla muy bien la hoja y me la entrega con cierta duda. 

—Puedes estar tranquila, no le diré a nadie —le brindo una sonrisa y luego escondo la carta en el bolsillo del pantalón que me pondré mañana—. Cuando lleve los pasteles me aseguraré de dársela. 

—Gracias —balbucea. Respira profundamente antes de continuar—. Perdón… Perdón por lo mal que te he tratado. Tú no deberías ayudarme después de todo y sin embargo aquí estás…, como si nada hubiese pasado. ¿Por qué no me odias?

Tomo asiento en la cama nuevamente y sonrío dulcemente. 

—Darcy, no te odio porque sé que me tratabas mal solo para complacer a tu mamá —entrelazo mis manos sobre mi regazo—. Siempre has intentado ser alguien que no eres solo para conseguir la aprobación de tu mamá. Eso es un reflejo de alguien que sufre. Y sabiendo eso, lo que me hacías sentir no se comparaba a lo que tú sentías. 

Ella deja escapar una lágrima y baja la mirada. 




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