El tesoro de un Duende

La entrega

Capítulo 21

Narradora: Rachel Gardener

Justo después de entrar a la casa con Adler para resguardarnos de la tormenta, me dirigí hasta la habitación de mi hermanastra y escuché unos murmullos dentro de esta, decidí no tocar, sino quedarme pegada en la puerta para fisgar, ya que reconocí la voz de Ginger. Darcy parecía reclamarle a su madre por algo que no lograba entender, declarando que todo ese tiempo pensó que amaba solo a Adler, pero en eso se equivocó, que ella no la amaba a ella ni a Adler. Luego, su madre intentó defenderse mencionando lo mucho que los despreciaba a ambos y que ya estaba harta de aparentar que Ad era su orgullo porque había resultado ser un idiota de alto nivel al dejar dos chicas embarazadas en Filadelfia. Me quedé helada y mi reacción en ese instante fue ir en busca de consuelo con la única persona que podía dármelo.

No podía creer que Ad, de quién he estado enamorada por mucho tiempo y ahora es mi novio fuera capaz de ocultarme algo tan delicado como eso, y lo peor es que me hacía sentir como una tonta por confiarme y en la imagen errónea que tenía de él. 

Al estar en los brazos de Jarom me sentí cómoda y sin pensarlo lo besé, fue un acto estúpido de mi parte, un impulso incomprensible; pero al sentir su beso suave, tierno y tan calmado…, como saboreando perfectamente mis labios para conservar por mucho tiempo un recuerdo intacto; en esos segundos logró hacerme olvidar todos y cada uno de mis problemas, me sentí bailando un vals sobre las nubes en el día más cálido y colorido. Pero el cielo se tiñó negro, similar a la tormenta que azotaba todo alrededor, cuando Adler lleno de ira nos interrumpió.

Decepción. No hay otra palabra para explicar todo lo que siento y me duele el corazón. Mi novio no solo mantenía en secreto su futura paternidad, sino que guardaba un secreto más oscuro como lo era que su madre asesinó a mi papá, y como si eso no fuese suficiente me entero de que Jarom sabía sobre esto y que aparte ha asesinado a todos los que han deseado su tesoro (incluyendo a mi abuelo). Ahora entiendo mejor el porqué no me había hablado de su tesoro y estoy segura de que le sorprende que mi padre hablara cosas buenas de él después de todo porque no tengo dudas de que mi papá conocía su secreto, pero, ¿por qué no advertirme de esto si sabe que él quizás me va asesinar como a los demás? ¿Realmente es capaz de hacerme daño? 

Ahora lo que menos deseo es ver a este par de idiotas mentirosos a quienes creí que le importaba, pero que en realidad me mostraron lo cruel que puede llegar a ser una persona con tal de no dañar su patética reputación. Con el corazón destrozado y con la mente llena de innumerables ofensas que quisiera poder gritarle a la cara a la bruja, Adler y Jarom, me adentro en el bosque buscando un escape a todo este doloroso sentimiento de impotencia que me carcome hasta las entrañas y me asfixia en sobremanera. Aunque pude haber escapado a otro lugar más seguro, hay algo dentro de mí que me atrae hacia el bosque y no puedo evitarlo. 

La lluvia sigue cayendo furiosa logrando que mis lágrimas se pierdan apenas salen de mis ojos; una feroz lluvia como nunca había visto, acompañada de rayos y truenos que erizan mi piel mojada y temblorosa; trastabillando me sostengo del tronco de un pequeño árbol y continúo para perderme en algún sendero donde nadie pueda encontrarme. 

Cuando ya creo estar muy lejos de casa me detengo para tomar unas bocanadas de aire y en medio del llanto me desvanezco hasta quedar sentada sobre mis talones, abrazando mi cuerpo, mirando a la nada, oyendo las gotas de agua golpear con fuerza lo que tocan y el agua corriendo hacia una superficie más baja en donde se formarán riachuelos y charcas. 

Creía que mi papá había muerto de forma natural y la herida que me dejó su partida comenzaba a cicatrizar, sin embargo, saber que en realidad fue asesinado hace que esa herida se abra y sea el doble de dolorosa, jamás pensé que Ginger hiciera algo tan…, horrible; ella siempre fue mala conmigo, pero llegar a hacer tal cosa al hombre que ella declaraba a los cuatro vientos ser el amor de su vida, al hombre a quien si le pedía el cielo se lo bajaba inmediatamente. Ella siempre se mostró muy enamorada de mi papá, ¿cómo es posible que hiciera eso? ¿Por qué lo hizo? Son preguntas que solo ella me debe responder, pero lo hará después que la acuse con las autoridades. 

—Papá, perdóname por no haber sabido esto antes, te prometo que tu muerte no quedará impune, haré que esa desgraciada pague por lo que te hizo —declaro con furia y dolor. Mis labios tiemblan al igual que mis manos—. ¡Te odio, Ginger! —Grito para luego sumergirme en el llanto que acarrea el dolor tan inmenso que siento en mi alma. 

Una red aparece de la nada, atrapándome; dejo escapar un quejido tras el rústico impacto. «Lo que me faltaba, los malditos duendes me encontraron otra vez».

—¡Suéltenme! —Logro ordenar en voz alta antes de desmayarme. 

 

 

Consigo despertar y como esperaba me encuentro atada pero no en una silla dentro de una guarida de duende, sino, atada a un tronco en el bosque; ya dejó de llover y los árboles escurren algunas gotas cuando el viento los estremece. Está oscureciendo y siento mi cuerpo dolorido, el olor desagradable me hace dar un respingo, diviso cuatro duendes a mi derecha y minutos después se aproximan otros cuatro hacia ellos. Su desagradable aspecto y diabólica voz me producen náuseas y tengo que aguantar para no vomitar. Estos no son los que me raptaron en la cueva, aunque llevan petos y cascos se ven más horrorosos. 

Al verme despierta se acercan, me observan como un trofeo y uno vestido de verde con un cinturón dorado (el único vestido diferente), acerca sus asquerosas garras a mi cara. Ruedo mi cabeza lo más que puedo para evitar el contacto conteniendo la respiración y haciendo un mohín. 




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