El tesoro de un Duende

La Madre Naturaleza

Capítulo 26

Narrador: Jarom Bradley

El tiempo parecía correr lento, como mofándose de nuestro sufrimiento a medida que me iba convirtiendo completamente en un duende. 

Mis manos ya no son las mismas, las siento como garras; y mi piel arde como si se tratara de quemaduras. 

Elina se desmaya cada tanto y quisiera que no volviera a despertar para no oírla gritar a causa del dolor cuando el veneno recorre su cuerpo.

Hago el intento de orar, aunque hace mucho tiempo dejé de creer en el dios al cual mi madre adoraba, pero estando en la peor situación de mi vida he decidido intentarlo, por si acaso existe dicho ser, se apiade de mis súplicas y nos ayude.

Muchos duendes corren en una dirección, están alarmados por algo, y después de tanta quietud todo alrededor está en caos. El dolor no me permite razonar bien y mucho menos prestar atención a mi entorno. 

El silencio nuevamente regresa, sin embargo, miembros de la brigada se reúnen cerca de nosotros, como si esperaran un ataque. 

Luego de media hora, escucho el sonido de un cuerno y seguido a eso un alboroto a lo lejos. Los duendes de la brigada se ponen en guardia esperando algo que desconozco y hablan entre ellos. Trato de agudizar mis oídos para determinar a qué se debe, pero Elina reacciona y comienza a gritar por el dolor impidiendo que continúe en mi intento por descubrir lo que pasa. 

—¡Mamá! 

La voz diminuta me hace levantar la cabeza y logro ver a un hada, detrás de ella está un grupo de hadas, mujeres con vestimenta de guerreros y el clan de Niebla reunidos haciendo frente a la brigada de los duendes que nos vigilaban. 

No entiendo mucho hasta que Elina menciona con su débil voz que su hija vino a rescatarnos. Me estremezco al pensar en que todo esto sucedió después de mi intento de orar y quien sea que me haya oído ha contestado rápidamente. 

Los de la brigada atacan con fuerza usando sus poderes para inmovilizar a su enemigo y clavar sus garras ferozmente. Los otros se defienden muy bien; las hadas combaten con su magia, los duendes del clan usan sus garras y las mujeres mueven sus espadas con tal destreza que me asombro al ver a la brigada retroceder delante de ellos. A pesar de que los duendes de la brigada tienen mucho poder, estos son pocos en comparación con sus atacantes que trabajan unidos. Increíblemente logran acabar completamente con la brigada; los eliminaron a todos en cuestión de minutos. Hay heridos en su bando, los cuales rápidamente reciben atención por parte de algunas hadas y luego son trasladados para otro lugar. 

El hada que se supone que es la hija de Elina, vuela hasta quedar delante de nosotros y de pronto su pequeño cuerpo se transforma en el de una mujer…, una mujer que conozco.

—¿Rachel? —Musito confundido, frunciendo el ceño. 

Ella me observa por unos segundos con sus ojos llenos de lágrimas y hace una suave afirmación con su cabeza.

«Está viva, está viva» —me dice una voz dentro de mí. Estos días me estuvo atormentando su terrible muerte y ahora está delante de mí. No puedo creerlo, es impresionante y ruego para que no se trate de un delirio.

No comprendo nada, pero no es momento para pedir explicaciones; el dolor está creciendo y siento cómo de mi boca y nariz sale un líquido caliente que se derrama hasta mi cuello. Rachel me observa con temor y le ordena a dos duendes del clan que nos desaten para movilizarnos a la guarida. 

Elina abraza a la roba manzanas y luego se desmaya entre sus brazos por causa de la debilidad de su cuerpo y el veneno que corre en su interior. Deseo con todas mis fuerzas poder abrazar a Rachel y decirle lo mucho que me gusta, mas al mirar mis manos convertidas en filosas garras, desisto de tal idea y caigo tendido en el piso, con retorcijones, escupiendo sangre y al intentar tocarme para tratar de darme alivio, termino rasgando mi cuerpo con mis garras. 

Todo a nuestro alrededor comienza a desmoronarse. 

—¡Salgamos de aquí! —Grita alguien—. ¡Rápido!

Muchas hadas que estaban en cautiverio para los experimentos, están siendo ayudadas por los visitantes. Unos duendes del clan me atan haciendo que mis brazos queden pegados a mi cuerpo y me cargan con dificultad. Creo que intentan mantenerse a salvo de mis garras mientras me llevan con ellos. 

El dolor de mi conversión me hace gritar y me estremezco deliberadamente entorpeciendo nuestra huida de este lugar que se está desvaneciendo. Escucho gritos a mi derredor y estruendos que se hacen cada vez más frecuentes. 

A duras penas conseguimos salir por el portal, entrando al bosque que ahora luce diferente; los grandes árboles se están marchitando y temo que sea una consecuencia del plan maligno de Dayana. 

—Nuestros poderes se han debilitado —dice uno de los duendes—, no podemos invocar el portal de la guarida. 

—¿Qué está pasando? —Inquirió una de las mujeres. 

—No lo sé, pero creo que esto es obra de Dayana —proclama otra. 

Un grito más fuerte se escapa desde mi garganta; no puedo soportarlo más, es como fuego corriendo por mis venas.

—Jarom —la voz de Rachel se escucha temerosa—. Debo liberarte del encanto ahora o será demasiado tarde.

La roba manzanas se arrodilla a mi lado y con sutileza sujeta la piedrita de mi collar.

—Yo te libero de tu encanto —proclama con ahínco. 

Arranca la piedrita del collar y un destello parecido a un arcoíris me hace cerrar los ojos. 

Me desmayo. 

Abro poco a poco mis ojos, mi cuerpo se siente extraño y como ya no estoy atado por la enredadera puedo mirar mis manos colocándolas delante de mi cara. No puedo creerlo, son normales nuevamente. 

—Eres libre —alega Rachel, extendiendo su mano hacia mí para ayudarme a levantarme. 

Lloro.

Durante años esperé conseguir librarme del castigo y cuando perdí las esperanzas, pasó y ahora no sé cómo reaccionar. 




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