El tesoro de un Duende

La súplica

Capítulo 27

Narradora: Rachel Gardener

Al salir del mundo de los duendes noté que algo andaba mal, el bosque estaba marchitándose y eso solo me llevó a la conclusión de que a nuestras hadas les estaba pasando algo. El mundo de los duendes estaba desapareciendo y con él se esfumarían todos los duendes de nuestro reino. 

Los gritos ahogados de Jarom me recordaron mi deber con él, era necesario que lo liberara del encanto. La piedra de su collar era su verdadero tesoro, ya que esta representaba su corazón, por esa razón la piedra dejó de ser blanca cuando se colocó el encanto sobre él; yo podía ver en ella otro color aunque para él solo era negra, porque en ella había destellos de colores como un arcoíris que solo los escogidos podíamos ver. 

Lo liberé del castigo que no merecía y por un momento pudo compartir su felicidad conmigo por medio de un cálido abrazo que deseaba que no terminara.

Fuimos emboscados por otro grupo de duendes y ahora que Jarom era un mortal, debía protegerlo junto con Adler, pues sabía que esta batalla sería más reñida que las anteriores. Le ordené a Ad retirarse con Jarom mientras nosotros combatíamos con nuestros oponentes. Me alegró que no se opusiera a mi orden, como lo trató de hacer Jarom. 

Peleamos con todo nuestro poder y acabamos con los oponentes, sin embargo, muchos más fueron gravemente heridos. 

Shezca nos envió un mensaje con un par de hadas y tuvimos que aceptar la retirada hacia el reino del Sur sin la compañía de los pocos duendes del Clan. Me dolió tener que dejarlos en el bosque, pero Cannelloni sugirió que debíamos abandonarlos para que pudiéramos salvarnos. Envié a Clar con Any a buscar a Jarom y a Adler. 

En el reino del Sur nos encontramos con Shezca y Marta, quienes nos dieron la terrible noticia. Dayana nos había tendido una trampa, pues las informantes que tenían las disidentes habían estado engañándonos, proporcionaban datos insignificantes mientras que Dayana y sus secuaces completaron su verdadero plan; crearon una máquina capaz de absorber toda la esencia de un hada y dejarlas vulnerables en su cuerpo humano y de esta forma podían matarlas. Ella sabía que buscaríamos ayuda de los otros reinos y de esta forma podría recolectar una gran cantidad de esencia de hada para usarlo a su favor, dándole mucho poder. 

Shezca y Marta lograron escapar con una tercera parte de sus ejércitos, las demás fueron aniquiladas. 

—¿Qué haremos? —Indagó Marta, mostrándose muy preocupada—. Muchas de nuestras hadas fueron exterminadas y los bosques están comenzando a marchitarse, sobre todo el reino del Norte ha sufrido más daño, debido a que no tiene a su reina legítima para que canalice el poder otorgado al reino. 

—El mundo de los duendes se está desvaneciendo —mencioné, apretando mis labios.

—Las hadas mantienen vivos los bosques y también a los duendes, esto lo sabe Dayana, pero creo que no les informó eso a los duendes que trabajan para ella. 

—Su ambición terminará destruyendo todo —masculló Marta—. Ella no solo quiere ser reina… Quiere ser una diosa. 

La llegada de Any, Clar y Jarom interrumpen nuestra reunión. Mis ojos se llenan de lágrimas al no ver con ellos a Adler y me dan la terrible noticia de que fue asesinado por un duende. Busco consuelo en los brazos de mi madre.

Shezca sugirió invocar la ayuda de la Madre Naturaleza, quien es nuestra diosa. Solo puede ser invocada por las reinas y debe haber un sacrificio. Mi madre se ofreció como sacrificio siendo la portadora y aunque esa decisión me dolió, sabía que era nuestra última esperanza. 

La Madre Naturaleza dio como solución regresar el tiempo y poner en orden el destino que cada uno debió tener. 

Despedirme de Jarom fue lo más difícil porque sabía que no íbamos a recordar nada de esto, pero es la única forma de acabar con Dayana y de devolverle la vida a todos aquellos que este plan siniestro se las arrebató. 

Besé a Jarom, aunque eso era una ofensa grave en el matrimonio de las hadas, sin embargo, eso sería como si no hubiese sucedido nunca. 

Después de ser tocado con el cetro de la Madre Naturaleza, Jarom se desmaya y comienza a desvanecerse al igual que todo a nuestro alrededor y también cada una de las hadas, incluyéndome. 

En mi mente solo hay una súplica, una que sale desde lo más profundo mi corazón destrozado. Los brillantes ojos de la diosa se encuentran con los míos y antes de desaparecer por completo, ella musita:

—He oído tu súplica..

 

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