El tesoro de un Duende

Declaración

Capítulo 4

Narrador: Jarom Bradley

Después de la triste mañana me voy a desempeñar mis labores como todos los días. Hoy nos toca traer agua de un pozo que tenemos en nuestro terreno, cada uno de nosotros lleva dos cubetas llenas y riega cada árbol y son muchos. ¡Este será un día difícil!

Llegó la hora del almuerzo y estoy muy agotado a causa del ajetreo de la madrugada, mis ojos están un poco hinchados y mi cuerpo está débil, razón por la que mi padre sugiere que me vaya a descansar. Me dirijo a mi habitación, recuerdo que tengo días sin entrar al bosque y esta es una oportunidad que no puedo desaprovechar; sigilosamente salgo de la casa y corro con destino al bosque, rogando en cada paso que ni mi padre ni los jornaleros me vean o estaré en serios problemas.

Al entrar al bosque me detengo para inhalar el aire fresco que compensa el que perdí a causa de mi carrera hasta aquí. Camino con cuidado, hay algunas raíces de los árboles que sobresalen de la tierra y luego son cubiertos por arbustos, todo es tan hermoso que tiendo a sentir admiración por todo lo que me rodea.

Como considero que me he adentrado lo suficiente empiezo a llamar a Elina.

—¡Elina! —Grito con ahínco al no obtener respuestas las primeras veces.

Tal vez no esté por aquí cerca o no quiere volver a verme; por mucho tiempo se escondió de mí, ¿por qué pensaría que ella iba a querer verme otra vez?

Me siento al pie de un árbol y recuesto mi espalda del tronco, miro a mi alrededor por si acaso cuento con suerte nuevamente, sin embargo, no logro divisar nada más que árboles, arbustos y toda aquella agradable naturaleza que tiene este bosque. Inhalo profundo y dándome por vencido cierro mis ojos.

—¿Para qué me buscas?

Doy un salto del susto y miro con rapidez a donde provino la diminuta voz. Elina está sentada de piernas cruzadas en la rama de un árbol frondoso que está enfrente de donde me hallo.

—Me asustaste —pronuncio colocando una mano en mi pecho.

Ella desciende y luego cambia a su forma humana; camina despacio con movimientos sutiles y se acomoda a mi lado.

—¿Tan fea soy? —Pregunta mirándome con sus penetrantes ojos verdes. Su ceja alzada muestra incredulidad.

—No. Es que no te esperaba.

—¿Cómo? Te oí llamarme varias veces —refuta frunciendo el ceño.

—Sí, pero pensé que no vendrías, por eso ya no te esperaba —confieso encogiéndome de hombros.

—Te escuché desde el primer llamado, estaba cerca y vine —sonríe—. ¿Para qué querías verme?

—Es que no ha sido un buen día y verte me hace sentir mejor, como si a mi vida vendrán muchas cosas buenas.

—Vaya, qué lindo de tu parte creer que yo haré que cambie tu suerte —declara jocosa—. ¿Quieres que nos casemos? —Me da una mirada divertida.

—¿¡Qué!? No, no...

—Es que todos los hombres que buscan un hada son con la intención de que los elijamos como esposos para heredar la mitad de nuestra fortuna —ladea su cabeza de un lado a otro mientras mira hacia la nada.

—Sí, sé  de esas historias... No es mi caso, te lo puedo asegurar —niego con mis manos—. Yo solo quería conocer un hada personalmente, y no me refiero a solo verla, sino conocerla en serio.

—¿O sea que quieres ser mi amigo? —Incrédula, enarca sus cejas.

—Sí, solo si es posible.

—Lo es, siempre y cuando mantengas oculto mi secreto.

Hablamos por mucho tiempo, ella me cuenta que su madre es un hada y su padre es humano, que al igual que yo tiene una vida humana, junto con su familia vive relativamente cerca del bosque y casi todos los días viene a practicar sus poderes sobre la naturaleza. También me comenta que en su forma humana no puede usar sus poderes, así que solo estando en la forma de hada puede usarlos. Es agradable conocerla un poco más y cuando habla sus ojos se iluminan como los de una niña. Es como un sueño hecho realidad, una de las pocas cosas buenas que me ha pasado.

Regreso a mi casa a escondidas y luego me dirijo al campo para ayudar con el trabajo; ya no me importa lo cansado que estoy porque al ver al hada recobré fuerzas.

Durante tres semanas recurrí al bosque después del medio día aprovechando como siempre que mi padre y los jornaleros toman una siesta y como mi madre se ve mejor y las manzanas están prontas a ser cosechadas, mi padre anda de buen humor y no me dice nada por adentrarme en el bosque por una hora. Todo está marchando bien y en unos días tendremos toneladas de cestas de manzana listas para entregar a unos comerciantes, ¡me siento feliz! Creo que gran parte de lo que está pasando se debe a la suerte que trajo Elina a mi vida.

El hada viene cada día al bosque y en su forma humana caminamos un poco, me ha contado innumerables anécdotas de su vida y para mí es placentero escucharla, por tanto, casi no hablamos sobre mí porque creo que nada en mi vida es interesante como la vida de un hada. La frecuencia de nuestros encuentros despertó un bonito sentimiento en mí; ella es muy hermosa, carismática, madura y sobre todo es mi amuleto de la buena suerte.

Hoy estamos de nuevo caminando por el bosque, ella está hablando sobre el sueño que tiene y yo observo como su rostro se ilumina mientras se expresa con alegría.

—Imagina lo genial que sería ser una reina hada. ¡Imagina cómo aumentarían mis poderes! —Dice mientras muestra una gran sonrisa.

—¿Y no se supone que debes ser una princesa para convertirte en reina? —Recalco.

—Y lo soy, Jarom —contesta colocándose delante de mí—. Mi madre es la reina hada de este bosque y yo seré su sucesora cuando me case. Disculpa que no te haya dicho, lo que pasa es que es algo que no puedo estar divulgando y..., yo nunca había tenido un amigo humano, bueno, realmente nunca había tenido un amigo.

—¡Qué sorpresa me has dado, soy amigo de una princesa hada! —Exclamo con aires de superioridad.



#14682 en Fantasía
#31407 en Novela romántica

En el texto hay: rebelion, secretos, duendes y hadas

Editado: 13.08.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.