El tesoro de un Duende

La única opción

Capítulo 6

Narrador: Jarom Bradley

Horas después de verme con Elina en el bosque regreso a casa con el corazón lleno de esperanza, pronto podremos salvar a mi madre y todo volverá a la normalidad.

Mi padre está destrozado, lo veo sentado en un rincón de la sala llorando, lleno de dolor y rabia; quisiera poder contarle sobre mi boda y la oportunidad de salvar a mi madre pero eso implicaría dar muchas explicaciones y empeoraría las cosas porque no puedo revelarles el secreto de Elina.

Aún no puedo explicar lo que sucedió con la cosecha de manzanas, es algo muy extraño y no encuentro una razón; parece un acontecimiento sobrenatural, y si es así, ¿qué o quién lo hizo?

Tratar de animar a mi padre no serviría en este momento, lo mejor que puedo hacer es acompañar un rato a mi madre, no sería bueno que ella se entere de lo que pasó, pero se preocuparía si ninguno de nosotros va a verla como lo hacemos regularmente. Me dirijo hasta la habitación y entro con mucho cuidado por si acaso se encuentra dormida, no quiero interrumpir su sueño. Ella gira su cabeza en mi dirección y me mira fijamente con sus grandes ojos azules; aun no me acostumbro a ver su rostro demacrado y su cuerpo tan débil pero actúo de la mejor forma posible.

—¿Cómo te sientes? —Mi pregunta es un poco estúpida pero no tengo una mejor forma de comenzar una conversación con ella.

Se intenta sentar en su colcha y me dispongo a ayudarla enseguida hasta que su espalda está recostada de la pared y me aseguro de que su posición sea cómoda.

—Como siempre, no te puedo mentir —curvó un poco sus labios como muestra de una sonrisa—. ¿Qué está pasando?

—Nada, todo está bien —sonreí sin separar mis labios, esperando que no se de cuenta de que le miento.

—Te conozco, Jarom. Por favor, no me mientas, no se te da muy bien mentirme —comentó con cierta preocupación.

—No te miento ma... —Ella me interrumpió y no me deja terminar la oración.

—Hijo... Dime la verdad. Escuché a tu padre sollozar y ambos sabemos que él no es de estar llorando por cualquier cosa.

No doy respuesta. Bajo la mirada hacia el suelo para tratar de evitar que vea mis ojos humedecidos, y deseo que las lágrimas no salgan porque me pondrían en evidencia.

—Jarom, ¿no vas a decirme la verdad? —Inquirió arqueando su ceja izquierda.

No me queda de otra que decirle lo que está pasando, ella es muy inteligente e intentar mentirle no tiene sentido, se daría cuenta enseguida y se enfadaría mucho.

—Hubo un problema con la cosecha —respondí y apreté mis labios porque deseo no tener que seguir contándole—. No sabemos cómo, pero..., la cose... La cosecha se perdió —retengo mis lágrimas porque llorar hará que ella se preocupe mucho más.

Sus ojos se llenan de lágrimas y gira su cabeza lentamente en dirección a la ventana como buscando fuerzas más allá de la habitación.

—Ya lo han hecho todo por mí..., y nada ha funcionado... Ya no sigan queriendo cambiar mi destino, yo... Yo voy a morir tarde o temprano —su voz se quebró y comenzó a llorar llevando su mano al pecho.

—No digas eso, te vas a sanar, solo debes ser fuerte un poco más, yo voy a conseguir el dinero para tu tratamiento y...

—¡No! —Chilló en medio del llanto—. Ya basta. No quiero que sigan luchando por mí —vociferó enojada.

Mi padre entró en la habitación y al ver el estado en que se encuentra mi madre, me dio una mirada con cierto desdén.

—¿Qué le dijiste, idiota? —Bufó tomándome por el cuello.

—Perdón, no pude mentirle —confesé asustado.

Él me soltó y me conectó un golpe directo en la mandíbula que hizo que cayera al suelo enseguida. El dolor hace que me sostenga la mandíbula con mi mano esperando calmar el dolor. El sabor a sangre dentro de mi boca me hace escupir y me preparo para recibir el próximo golpe.

—¡Déjalo en paz, él no tiene la culpa! —El grito de mi madre lo detiene.

—No tenía que decirte nada —vociferó haciendo un mohín mientras se acariciaba la mano con la cual me golpeó—. Lo vamos a solucionar, no te preocupes —pronunció acercándose a su esposa.

—No... ¿No entienden que este es mi destino? —su respiración se hacía pesada por la falta de aire que le ocasiona llorar como lo está haciendo—. Ya basta, no quiero que sigan partiéndose el lomo trabajando para... Para intentar salvarme.

—No hables así, mujer. Debemos hacer todo lo que podamos para salvarte y si debo dar mi vida a cambio..., así lo haré —refutó el esposo con su entrecejo fruncido.

Mi pecho se elevó al sostener una bocanada de aire y mis ojos se llenaron de terror al observar a mi madre jadear con desespero mientras sus manos las posaba sobre el pecho y en su rostro noté el temor.

—¡Busca al médico! —Gritó mi padre en medio de la desesperación al no conseguir darle alivio.

Mis piernas se quedaron paralizadas, como si se les hubiera olvidado cómo moverse y bastó otro grito de mi padre para ponerse en funcionamiento. Montando mi caballo cabalgo a gran velocidad en búsqueda del médico que atiende a mi madre. Por suerte lo encuentro de camino y le explico la situación y con una rápida respuesta él me sigue en dirección a mi casa.

Al llegar con el médico, le informan que ella se desmayó y que no ha reaccionado. Después de revisarla, él nos indica que se encuentra en muy mal estado y que si queremos salvarla debemos llevarla cuanto antes a Iowa para que le administren el tratamiento en los próximos días

Mi corazón está muy adolorido y un tremendo nudo en la garganta casi no me deja respirar. No puede estar pasando esto, no ahora que hemos perdido todo. En este momento no puedo siquiera pensar en dejar que muera; ella confiaba en nosotros y no es justo que la defraudemos. Cuando alguien que amamos está al borde de la muerte siempre intentamos hacer lo imposible para salvarlos, porque darse por vencidos se convierte en una opción que para unos es de cobardes y para otros es de valientes.




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