Cuando pregunté a la policía en dónde retirar las cosas de Faith, me dijeron que estaban en la oficina de investigación criminal de la policía de Nara. En su momento, cuando me dieron la noticia hace un año atrás, no le tomé el peso a la información que estaba recibiendo, pero ahora que estaba a punto de comprar el pasaje me pregunté de repente el por qué sus cosas estaban en Nara cuando ella residía en Toyama, a varias horas de ese lugar. Con la duda incrustada en mi pensamiento, compré el boleto a Japón, específicamente hacia el aeropuerto de Osaka Itami, el más cercano para llegar a Nara.
Fue un viaje largo y agotador, sobre todo porque iba en clase turista y a mi lado iba una mujer con un pequeño tremendamente inquieto que no hizo más que saltar todo el trayecto sobre su asiento impidiendo que pudiera descansar siquiera una hora durante toda la noche.
Llegué al aeropuerto a primera hora de la mañana. No tuve que esperar mucho rato porque no llevaba equipaje, solo una mochila en donde llevaba un poco de ropa, mis documentos personales, dinero y mi celular.
Cuando salí del aeropuerto pedí indicaciones para llegar de Osaka Itami a Nara. Había varias opciones, en auto, en autobús, en taxi y en tren. Opté por este último en vista que había una estación en el mismo aeropuerto.
A medida que el tren avanzaba, lejos de admirar el entorno que me rodeaba y de impregnarme de a poco de ese país que solo en sueños visité muchas veces a lo largo de mi vida, mi mente estaba perdida, pensando en Faith y en cómo pudo desaparecer sin dejar rastro alguno. Recuerdos de nuestra niñez, aunque dura, comenzaban a pasearse de un lado al otro frente a mi como si estuviera viendo una película antigua. Deseaba que todo fuera producto de una horrible pesadilla de la cual ansiaba despertar. Estaba sumida en ese mar de emociones cuando el anciano que estuvo sentado a mi lado durante todo el recorrido tocó mi brazo para avisarme que ya habíamos llegado a la última estación, en Nara. Agradecida tomé mi mochila y me bajé rápidamente del tren.
Busqué un taxi que me llevara a la comisaría en donde se suponía están las cosas de Faith. El día estaba hermoso, con un sol radiante, pero en mi corazón solo había nubes negras que auguraban un día frío y lluvioso sin una gota de felicidad.
Cuando llegué pedí hablar con el oficial a cargo y le expliqué quién era y por qué estaba allí. Me hizo pasar a su despacho para hablar más tranquilos y en un ambiente, que él creía, sería más idóneo dada la triste situación.
_No sabe cuánto lo siento señorita Landon, pero tuvimos que cerrar el caso dadas las extrañas circunstancias no atribuibles a terceros que lo rodearon. Lo único que encontramos de su hermana fue su bolso con todos sus efectos personales dentro. Incluso los testigos que presenciaron la desaparición dijeron que en un momento estaba allí y al siguiente ya no. Las primeras diligencias se enfocaron en recopilar los testimonios de los testigos y todos ellos dijeron lo mismo. Buscamos en los alrededores del lugar por varios días, pero nada. Y no habiendo cuerpo ni ningún presunto culpable ni mucho menos motivos, no nos quedó otra que dar por finalizado el caso_ dijo el policía mientras yo escuchaba incrédula cómo éste me narraba los sucesos.
_Pero no entiendo, mi hermana vivía en Toyama, ¿cómo fue que vino a parar aquí?_.
_La verdad es que todo este suceso no ocurrió aquí en Nara si no en Asuka, a unos 40 minutos en tren desde acá. El por qué estaba en Asuka lo podemos imaginar en vista del lugar específico en donde ocurrió su desaparición_.
_ ¿A qué se refiere?_ pregunté con evidente incertidumbre.
_Bueno….ella estaba visitando un lugar arqueológico muy turístico de esa zona, la tumba de Kitora, famosa por tener en su interior el mapa astronómico más antiguo del mundo_.
En ese momento entendí por qué Faith estaba en ese lugar. Cualquier cosa que le acercara aunque fuera un poquito a su pasión por la astronomía le era absolutamente atractiva. Ahora, el saber ese detalle no aminoraba en lo más mínimo la angustia de su supuesta desaparición ni las extrañas circunstancias en que la sucedió.
_Si me espera un minuto, iré por las cosas de su hermana_ me dijo el policía.
_Sí, claro, lo espero_ después de unos pocos minutos, que se sintieron eternos, apareció nuevamente el policía con una caja de cartón que colocó suavemente frente a mí. En una de sus caras decía Faith Landon, la fecha, el número del caso y un sello que decía “SIN RESOLVER”.
Debo reconocer que cuando abrí la caja después de lo chocante que fue ver el nombre de mi hermana fuera de ella, mi corazón se partió en dos. Dentro estaba el bolso que con tanto esfuerzo Charity y yo le compramos antes de viajar a Japón. Era un bolso sencillo, de mezclilla, algo desgastado ya en sus costuras, seguramente debido al uso que debió darle durante el tiempo en que vivió en Japón. No quise abrirlo delante del policía porque sabía que en el momento en que lo hiciera estallaría en lágrimas y no podría dejar de llorar quizás en horas.
Le agradecí todo lo que hicieron por aclarar la muerte de Faith, y sobre todo por guardar sus cosas hasta que fui capaz de ir a buscarlas. Le pregunté también dónde poder conseguir un hotel barato cerca de la estación de trenes para poder partir al día siguiente rumbo al aeropuerto y volver a Estados Unidos junto a Charity. Sin más que decir, tomé el bolso de Faith y salí apresuradamente de allí apretándolo a mi pecho en donde mi corazón latía acelerado por la angustia.