El tiempo en mi mano

CAPÍTULO 8

Llegamos a Iga después de un par de días. La aldea era muy pintoresca. Como siempre, Musashi iría en busca de la plaza a buscar información sobre algún duelo en él cuál participar mientras yo recorrería las calles preguntando por Faith.

Después de pasar toda la mañana sin tener ningún resultado, me encontré con Musashi en la plaza, donde me esperaba como siempre sentado en algún asiento improvisado.

_¿Algún duelo?_ pregunté tan normal como cuando Bugs preguntaba “¿Qué hay de nuevo, viejo?”.

_Lamentablemente aún no, pero al parecer, tú y yo vamos a trabajar por un tiempo. Al menos hasta que encuentre a aquel a quien he venido a buscar_.

_¿A qué trabajo te refieres?_.

_Esta aldea no es muy grande pero tiende a haber muchos ladrones ya que la gente de aquí tiene más riquezas. Por lo mismo es normal que lleguen a la región diferentes clases de espectáculos en donde se paga para ver lo que hacen, entre ellas, el kabuki_.

_¿Kabuki?_.

_Pero, Taki, pareciera que no perteneces a este mundo. Nunca sabes de lo que te estoy hablando_.

_Lo siento, maestro, pero el haber vivido inmerso en las montañas por tanto tiempo, no me permitió conocer muchas de las cosas que para ti son normales_ le dije tratando de justificar mi ignorancia en la cultura feudal japonesa. 

_Está bien, lo olvidé. El Kabuki es una especie de teatro itinerante en donde mujeres cantan y bailan interpretando situaciones de la vida diaria en un ambiente cómico para el placer de los residentes. Resulta que ahora están en la ciudad y requieren hombres para su protección durante la semana que estén aquí. La paga es bastante generosa, así que vamos ahora mismo al lugar en donde están_.

 

Llegamos a la casa en donde las actrices se estaban quedando. Musashi entró primero y yo le seguí después. En el lugar se respiraba un ambiente artístico. Había muchas mujeres con distintas vestimentas, tanto vestidas de mujer, como de hombre. Otras trabajaban como tramoyistas acomodando lo que a simple vista se notaba era un escenario. Y había otras tantas más arreglando el vestuario y maquillaje de las actrices.

_¡Musashi!_ dijo una voz que salía de detrás del escenario. Era una mujer excéntrica, pero muy hermosa a pesar de estar en los treinta y tantos. Se notaba a todas luces que era la dueña de la compañía teatral y que además conocía íntimamente a Musashi. _Qué bueno verte aquí. ¿Has venido a verme o a ver nuestro espectáculo una vez más? Te aseguro que tenemos nuevas representaciones. No te desilusionará_.

_Okuni, también me alegro de verte, pero no vengo a ver tus funciones como tal, sino más bien en respuesta a tu solicitud de seguridad para ti y las hermosas damas que te acompañan_ Cuando dijo eso, todas las miradas femeninas se posaron en Musashi. No había ninguna que no lo mirara como carne fresca, ni siquiera la tal Okuni.

_Me parece muy bien mi viejo amigo. Y veo que no estás solo. ¿Quién es este muchacho que te acompaña?_.

_Su nombre es Taki, Taki Nakamura, de Miyamoto, como yo_.

_Mucho gusto….Taki de Miyamoto_.

_El gusto es mío, señora_.

_Oh, por favor, solo dime Okuni_.

_Está bien, Okuni_ dije un tanto avergonzada.

_Muy bien, Musashi. El trabajo es simple. Ya sabes que en esta ciudad abunda gente de mal vivir, por lo tanto necesito tenerlos a nuestro lado las 24 horas del día. Se les proporcionará un cuarto aquí mismo en donde podrán dormir por las noches, y además tres comidas diarias. Lo importante, Musashi, es que veles por la seguridad de mis chicas. Son hermosas y por ello presas fáciles de abusadores y libertinos. Durante el día estarán aquí mientras ensayamos. Por las tardes, nos cuidarán mientras actuamos y por las noches han turnos para protegernos mientras dormimos. Todo ese servicio por una cuantiosa suma de dinero. ¿Qué dices? ¿Tomas el trabajo?_.

_Por supuesto. Taki y yo estaremos encantados de trabajar para ti. Confía en nosotros_.

_Excelente. Ahora si me disculpas cariño, debo seguir con los ensayos_.

La mujer era un encanto, no lo puedo discutir. Pensé en un momento que quizás ella era la mujer de la cual se había enamorado Musashi, pero deseché esa idea cuando no vi entre ellos nada salvo admiración mutua.

Esa semana estuvo demasiada entretenida para mí. Disfrutamos de alojamiento y comidas deliciosas gratis todos los días. Las actrices que actuaban cada noche eran todas unas profesionales. Y aunque no estaba acostumbrada a ese tipo de actuaciones, bastantes insinuantes para la época, me parecía todo muy atractivo, lleno de colores y atuendos majestuosos. Okuni por su parte, empañaba a todas las demás. Su papel en la obra era espléndido. Vestía ropajes de Samurai y sus movimientos, que fuera del escenario eran gráciles y femeninos, sobre éste, se trasformaban en hoscos y masculinos. Tomaba en serio su papel. Yo estaba maravillada con ella.

La noche antes de la última función, mientras Musashi dormía, y yo vigilaba la casa, 5 hombres entraron furtivamente a la casa por la ventana de una de las chicas. Ella en el acto gritó y yo corrí en su ayuda. Cuando entré a su habitación, los hombres estaban tratando de llevársela a la fuerza. El resto de las mujeres, alertadas por el ruido y los gritos, se reunieron delante del escenario, mientras Musashi iba a encontrarme. Yo estaba luchando con todas mis fuerzas contra dos de ellos, mientras los otros tres aún persistían en llevarse a la chica. Musashi entonces, entró a la habitación y se enfrentó con su Bokken a dos de los hombres que retenían a la mujer. La chica, que ahora se vio con un solo captor sujetándola, se las arregló para golpear sus partes nobles mientras el hombre observaba distraído la escena. Cuando este cayó sobre sus rodillas soltó a la muchacha y se llevó sus manos a donde ella lo golpeó, dándole tiempo para escapar escaleras abajo con el resto de las actrices. Lamentablemente en su huida, tropezó en un escalón y se torció el tobillo, quedando ahí, en medio de las escaleras gritando de dolor. Sus compañeras fueron en su ayuda y la trasladaron a donde estaba el resto ya en seguridad.




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