El tiempo en mi mano

CAPÍTULO 9

_Shishido Baiken, el de la Kusarigama. El llamado “Fantasma”. Al fin nos encontramos.

_Musashi Miyamoto, el de los sables. El “hijo del demonio”. Me da gusto tenerte enfrente de mí_.

Ahí estaban esos dos luchadores, frente a frente en el campo de batalla, mirándose fijamente así como a sus respectivas armas.

_No quiero matarte, Musashi_ le dijo Shishido, pero sentí que con la mirada agregaba, “pero no me queda de otra”.

_Ni yo a ti. Enséñame esa arma que traes en tu mano, Shishido_.

_Te mostraré la cadena y la hoz si quieres, aunque…..sólo se usarla con propósitos letales_.

_Por mí está bien_.

De manera repentina, Shishido giró la cadena sobre su cabeza y la lanzó hacia Musashi dándole en plena nariz, la que comenzó a sangrar en el acto. Fue devastador. Un solo golpe directo con esa cosa podría haberlo matado. Torpemente Musashi había dejado su guardia desprotegida.

Después de tanto tiempo junto a él, he aprendido como piensa con tan solo mirarlo. Sabe que ha subestimado a Shishido, así como sabe, ahora que ha recibido un primer golpe, que en el movimiento de la cadena de la Kusarigama está todo. La hoz es solo para dar el golpe final. Debe recordar lo que una vez me dijo: “Preocupándote por una simple hoja no puedes ver el árbol. Preocupándote por un simple árbol, te pierdes todo el bosque. No te preocupes por un simple punto. Mira todo en su totalidad…fácilmente. Eso es lo que significa verdaderamente ‘ver’”. Si logra “ver” a través del movimiento de la cadena, podrá derrotarlo.

Shishido lanzó un segundo ataque. Giró nuevamente la cadena y golpéo uno de los dedos de sostenía la Katana de Musashi haciéndolo sangrar profusamente. El golpe fue certero. Luego de girar la cadena otra vez, la lanzó y ésta se enroscó En el filo de la Katana estando a punto de arrebatársela de las manos.

Ese Shishido estaba poniéndome histérica. Temía por Musashi. Nunca lo había visto tan….impresionado y desconcertado. Yo también lo estaba. Esa arma no era solamente útil para matar al oponente, sino también para arrebatarle el arma. Sin duda era una arma inusual y formidable.

_Si sigues provocándome esto terminará en la muerte de uno de los dos_ le dijo Musashi.

_Quizás es lo mejor_.

Un tercer ataque de Shishido obligó a Musashi a retroceder. La cadena era mucho más larga que la lanza con la cual In’ei le enseñó a luchar. Si estaba fuera de su alcance era obvio que su espada no podría tocarlo. Shishido ajusta el alcance de la cadena a su voluntad y el peso de acero que hay al final de la cadena podría destrozar un cráneo con solo un golpe si quisiera.

¡Dios!, se está distrayendo. Por favor, Musashi, recuerda lo que me enseñaste.

Musashi debe concentrarse y tomar la iniciativa. Debe hacer su primer movimiento.

De pronto, sin esperarlo, desenvainó su Wakizashi. Ahora tenía la katana en una mano y en la otra el wakizashi. El cambio fue instantáneo. Ahora su rostro se mostraba calmo, sereno. Como si ya hubiese predeterminado el resto de sus movimientos.

_Tu y yo somos iguales, Musashi. Nos gusta pelear, provocar la muerte. Mira lo entusiasmado que estás ahora mientras analizas la mejor forma de matarme_.

Shishido empezó a girar la cadena otra vez, pero esta vez Musashi buscó la distancia óptima para no ser alcanzado por ella. Con ambas armas en sus manos comenzó a tomar posición. Con el wakizashi hizo un movimiento circular por encima de su cabeza con el cual bloqueó parcialmente a Shishido. Éste, que esperaba atrapar uno de sus sables con su cadena, perdió la concentración, logrando que Musashi avanzara y Shishido retrocediera. En ese preciso instante, Musashi lanzó su wakizashi como si fuera una estrella ninja y éste se clavó en el pecho de su oponente. Luego lo atacó con la katana, quitándole así lo que le quedaba de vida.

Una vez más Musashi se imponía y conseguía la victoria.

No puedo decir que estaba feliz de que haya ganado. Ninguna de las veces que ha peleado y matado a su oponente me he sentido dichosa. Creo que no tenemos derecho alguno de quitarle la vida a nadie, pero en este tiempo la vida es un don poco apreciado y he aprendido a ponerme una venda sobre los ojos cada vez que veo una muerte. Necesitaré años de terapia para olvidar toda esta matanza.

_¡¡Musashi, tu nariz sigue sangrando. Y tu mano también!!_.

_No es nada. Ya pasará_ replicó mientras dejábamos el cuerpo de Shishido atrás y nos alejábamos de lugar.

 

Pero no pasó. Caminábamos de vuelta a la aldea y noté que Musashi se tambaleaba y sudaba intensamente. Y aunque la hemorragia en su mano se había estancado, la de su nariz no paraba. Tanto así que le provocó vómitos.

_¡¡Musashi, Musashi!!, dime qué sientes para poder ayudarte_ el pobre estaba pálido y caminaba apoyado en mis hombros.

_No…puedo tragar….la sangre se está yendo hacia mi garganta. No para de salir. Siento que me voy a desmayar_.

Cuando llegamos a la aldea, le pedí a unos Doshin que pasaban por el lugar que me ayudaran a cargarlo y juntos lo llevamos a la casa en donde estaba Okuni, rogando que aún estuvieran allí.




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