El Tigre y el Dragón

Capitulo 04. Agua y Limón

Rurouni Kenshin
El Tigre y El Dragón

Wingzemon X

Capitulo 4
Agua y Limón

Shanghái, China
15 de Octubre de 1877 (4574 del Calendario Chino)

La Residencia Este de Pai Hong-lian, uno de los Siete grandes Líderes del Feng Long, era una casa realmente enorme, estilo europeo de dos pisos, prácticamente una réplica más pequeña del Castillo Versalles de Francia. Tenía amplios jardines frontales y posteriores, con árboles y arbustos cubiertos de adornos y luces. Faros alimentados con gas alumbraban el camino desde el portón principal, hasta la puerta de la residencia. La casa tenía alrededor de veinte habitaciones, un amplio cuarto de baño, una casa auxiliar para la servidumbre, y dos salones de fiestas, y en uno de ellos, en el más grande, se estaba llevando a cabo la "pequeña reunión" que Hong-lian había prometido el día anterior. Pese al tamaño, elegancia y gala de la mansión, era sólo una de las tres casas auxiliares de Hong-lian, y no tenía comparación con su casa principal.

El salón de fiestas era extenso, de forma redonda, adornado con candelabros de oro, una amplia pista de baile, y varias mesas con manteles blancos alrededor de ésta. Había varias mesas con bocadillos, al igual que meseros que andaban de un lado a otro atendiendo a los invitados. Hablando de invitados, el salón estaba repleto de ellos, entre los que se podía reconocer a seis de los siete líderes del Feng Long; el maestro Fei Ming-hu había desistido de ir, tal y como había indicado en la comidar. Cada líder iba acompañado de algunas personas, entre ellas sus guardaespaldas, hijos, hijas, y acompañantes. Había también algunos líderes intermedios y bajos, soldados, capos y asesinos del Feng Long, junto con empresarios chinos e ingleses, y incluso gente del gobierno chino. Se podría decir sin temor a equivocarse que la gente más poderosa del este de China se encontraba reunida en ese lugar y momento, y por lo mismo, era el sitio más resguardado y seguro; sólo un loco intentaría infiltrarse a escondidas a ese sitio, al menos que quisiera el cuerpo lleno de balas... o algo peor.

Pero de toda esa gente importante, había uno que se distinguía. Este invitado, el más esperado de la noche por todos, hizo su aparición un par de horas luego de que la fiesta empezara, llamando la atención de conocidos y extraños por igual en cuanto puso el primer pie en el salón. Rara vez Yukishiro Enishi, el cabecilla actual del Feng Long, hacia acto de presencia en una reunión de ese tipo, pero ahí se encontraba esa noche. Como siempre, el joven japonés portaba esas gafas oscuras que lo distinguían muy bien, aunque fuera de noche, y un atuendo de color negro y blanco, de cuello alto, botones dorados y mangas largas, y una capa blanca sobre los hombros que caía elegantemente por su espalda. A sus espaldas, era seguido por Xung-Lang, su leal guardia, igualmente portando sus dos Daos y su sombrero de paja que escondía sus ojos.

Varios hombres y mujeres se le acercaron con respeto en cuanto lo vieron llegar, saludándolo, alagándolo, tomando sus manos y admirándolo... "como viles lame botas", pensaba Enishi mientras les sonreía a todos de manera despreocupada y aceptaba sus gestos amables. Era obvio que ninguno de esos tipos lo voltearía a ver siquiera si no fuera el líder de la mafia más poderosa y temida de Shanghái, y si no temieran perder sus prestigios, o sus cabezas en su defecto, si acaso llegaban a ser descorteses con él. Prácticamente toda persona en este mundo sueña y ambiciona con llegar a poseer ese grado de poder, poder que hiciera que la gente le temiera, lo respetara, y estuvieran dispuestos a complacerlo en todo. Pero, para Enishi, todas esas cosas no eran más que vacías ilusiones creadas por esa escoria de gente, que nada tenía que ver con él. Por ello procuraba no ir a ese tipo de lugares al menos que fuera necesario. Y, lamentablemente, en esa ocasión lo era, y se veía obligado a sonreír y asentir, tal y como su posición le obligaba.

Luego de lograr pasar entre toda esa oleada de gente, miró a lo lejos justamente a la persona que buscaba. No era difícil de encontrar, pues sus cuatro guardaespaldas siempre resaltaban entre la multitud. Se encontraba de pie a lado de uno de los pilares, mirando a la pista de baile de manera pensativa. Enishi se adelantó rápidamente en su dirección, y a medio camino llamó su atención pronunciando su nombre.

- Oh, Hei-shin, justo a quien buscaba. - Pronunció con energía.

Hei-shin se sobresaltó un poco al oír su voz y luego volteó a verlo con cuidado. Hei-shin no se complicaba mucho con su apariencia; traía el mismo atuendo negro estilo chino, muy similar al del día anterior, e igualmente iba acompañado por aquellos cuatro hombres de enorme tamaño que lo rodeaban de manera protectora. Enishi se le acercó, parándose a su lado; una ligera risa surgió de sus labios.




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