El tintineo de las palabras

1.

Amante de las estrellas, de la luna y el cristal.

Veo el infinito cielo con luceros que le dan su belleza característica que me hace amante a ellas.

Su brillo sin igual llega a cada rincón del universo a cada oscuro y desolado rincón así como en el que me encuentro. Perdido y vagando entre caminos que no llegan a ningún lado me he vuelto amante a las estrellas porque son testigo de mis desgracias, porqué saben guardar los secretos de un corazón despechado de un hombre roto, alguien que solo mora entre los largos caminos de las torturas y penas de la vida e incluso las juzgaciones de la podrida sociedad.

Me he vuelto amante de las estrellas porque en silencio alumbran mi camino sin destino fijo aunque no son las únicas que me acompañan, el cristal aquel frío material hecho por el hombre, filoso como el cuchillo; aquel que ya visto mis vanos intentos por dejar mis desgracias en esté infernal mundo pero por las alertas de quienes me conocen han interrumpido mi viaje a la paz.

No me juzgues como la sociedad por tomar el camino de la sencillez al abandonar mis problemas, se que un regalo no me espera en el otro mundo pero prefiero mil veces más a tener una tortura en el caldo de los pecados a no poder sacar de mis entrañas las dolorosas traiciones del amor...

Aquellas horribles traiciones que rasgan el alma, que rompen y arruinan cada parte de tí... Sin pudor alguno, sin piedad aunque grite clemencia.

Por eso en mi camino de todas las noches frías mis únicos compañeros las estrellas y los cristales fríos...

Con el tiempo quizás me he vuelto su amante y ellas mi única compañeras...

Aquellas que se llevan la amargura de mi corazón, y que me llevan a las finas riendas de la poca cordura...

Soy amante de las estrellas, la luna y los cristales...

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