María es una cazadora de la facción americana. Ella fue enviada al norte con una misión especial: hacer un inventario de los rebeldes encerrados en la facción del norte. Jamás entendió por qué, de todos los lugares donde pudieron instalarse, las cazadoras decidieron hacerlo justo en ese lugar.
Es como el infierno, pero helado. Hace tanto frío que al final funciona igual. Caminar con esas temperaturas produce una sensación desoladora debido a la incapacidad de ver o escuchar con claridad. María siente un miedo atroz por una muerte solitaria e indiferente al mundo, como si esa parte del planeta engullera los cuerpos de forma natural, para luego escupirlos como regalo a las especies que sí están adaptadas para vivir en el invierno.
Tal vez esté exagerando, pero María preferiría mil veces cualquier otro lugar. Si ella fuera una cazadora del norte, pediría a gritos un traslado. No le importaría ser enviada a Japón. Podían enviarla a Corea del norte si preferían.
«Cualquier lugar, menos aquí», pensó mientras veía la forma difusa del horizonte, con luces que se escondían detrás de la tormenta.
María entierra una bota en la nieve y levanta la otra con fuerza para avanzar más rápido. Está tan enfocada en sus pies que no se da cuenta de la enorme bestia que venía detrás, hasta que le hizo sombra. Todos los vellos de su cuerpo —los que no estaban congelados—, se erizan advirtiéndole del peligro. María es como un gatito con los bigotes detrás de la nuca.
Se dio la vuelta para mirar al espécimen que la supera en altura.
«¡Es un oso!»
Levantó los puños para defenderse, pero, de repente, el gran oso habló y su voz hizo temblar la nieve bajo sus pies.
—Procedencia y rango.
—¿Ah?
—¿De qué facción vienes? ¿Cuál es tu posición en la fila?
No era un oso. Era un cazador… Uno muy grande y terrorífico.
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El líder de la facción americana tiene un carácter bastante apacible la mayoría de las veces. Las únicas circunstancias bajo las que se justifica su mal humor, es frente a una amenaza inminente. Y, aunque los cazadores consideran que las amenazas han desaparecido, hay algo que no permite el descanso del líder.
Kai recuerda el rostro de Codicia todos los días. Su paranoia ha crecido lo suficiente como para exigirle a Habaek un inventario de los rebeldes que encierra en sus instalaciones. Está decidido a obtener la misma información de parte de Nala, pero eso es más complicado.
Una cazadora toca a su puerta, haciendo que despegue su mirada de la pila de papeles en su escritorio.
—Líder.
—¿Pudiste verificar la cantidad de celdas? —preguntó Kai.
—Ah… —La mujer hace una pausa y medita su respuesta—. ¿Cómo debería decirlo?
—¿Decir qué?
—Janine se negó a cooperar conmigo. Lo mejor que pude hacer fue ver sus registros.
—No entiendo dónde está el problema. —Kai se levanta de su silla y camina hacia ella—. Te envié por los registros precisamente.
—Ya, pero…
—¿Olvidaste cómo expresarte correctamente, María?
—Hay una celda de más y, cuando quise comprobar el nombre de la criatura que encerraba… Janine no me dejó hacerlo.
El líder parece imperturbable, pero la cazadora sabe que los engranajes de su cerebro están trabajando de forma forzada. Ahora mismo está peleando por conservar la compostura.
—María. —Kai respira hondo—. ¿Le contaste el incidente que tuvimos con Codicia?
—Sí. —Al ver la rabia de su líder, explica—. ¡Janine dijo que un sello no es una garantía! Dijo que los sellos son utilizados para contener, no para eliminar, por lo que no hay ninguna seguridad de que Codicia no regrese.
—¡¿Fue capaz de negarse a cooperar sabiendo eso?!
—Dice que la criatura que está en la celda doscientos ochenta ha estado allí desde antes de Codicia, que no guarda relación alguna con él y que no es mi problema, por lo que más me vale mantener mi naricita fuera de su facción.
—Ah… —Una sombra cruza la cara del líder—. ¿Te amenazó para que no volvieras?
—Trató de ser amable —responde irónica.
—Últimamente todos me dan problemas.
¿Recuerdan cuando les dije que Kai era más paciente que Morthu? Espero que también recuerden lo que les conté sobre el monstruo.
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Las pesadillas son recurrentes.
Los recuerdos vienen a mí en oleadas.
¿Quién puede tener paz recordando mil vidas diferentes? Vidas plagadas de personas a las que amé y odié. Muertes dolorosas, sacrificios y momentos de felicidad que jamás volverán. A eso se suman todos los encargos de Barnabas; acontecimientos que impedir y cosas que debo cambiar.
Siempre hay algo que debo resolver, pero esta vez he fijado un objetivo más egoísta. Uno solo para Lio y para mí. Me he propuesto devolverle lo que le han robado y estoy segura de que tendré paz cuando lo consiga.
Editado: 27.11.2023