Zig mira con atención el bourbon en su vaso; es la única bebida que sus papilas gustativas pueden saborear, pero la frustración no se lo permite.
«¿Dónde está?».
No puede beber a gusto. No con una misión incompleta.
En el pasado, los brujos se reunían en lugares que los cazadores no podían rastrear; espacios donde los humanos no eran bienvenidos. Los bares le recuerdan esa época, pero a él no le importan los recuerdos. Está allí porque necesita pensar.
Cuando se enteró que Codicia estaba fuera del juego, no se lo podía creer. Codicia lo había entrenado, lo había elegido para ejecutar su plan, Zig no podía creer que su mentor y guía había vuelto a desaparecer. Tenía que encontrar a la única criatura que podía traerlo de vuelta y pelear a su lado.
Tiene que buscar al titán.
¿Cómo es que alguien tan subyugante puede ser escondido con tanta facilidad? O, tal vez no fue tan sencillo. Se necesitaba un ejército para atrapar al titán.
Un ejército de cazadores.
La orden de sangre se divide en cinco territorios que, ambiciosamente, abarcan el planeta por completo. Facción del norte, americana, europea, asiática y africana.
Los líderes tenían al titán en alguna de esas facciones.
Zig podía lanzar un dado sobre un mapamundi y ver quien marcaba más. Incluso podría saltar de una pierna a otra para ver cual se cansaba primero. Lo que no podía hacer era registrar todas las facciones en su búsqueda. Imposible.
«¿Dónde estás, grandulón?».
De pronto, la música se detuvo y, aunque Zig no notó de inmediato la razón, su cuerpo sí lo hizo. Su piel se erizó como si el aire estuviera cargado de electricidad. Y un olor dulce a rosas y jazmín lo hizo arrugar la cara.
Él odia los olores dulces.
Los humanos salieron del bar con tranquilidad. Caminaban como si de repente se hubieran aburrido de estar allí. De no ser porque todos salían al mismo tiempo, Zig hubiera pensado que era normal.
Pero no es así.
En el bar solo quedan criaturas y el sello que impide la magia y lo hacía terreno neutral, comienza a desvanecerse. Eso solo significa una cosa: adiós paz.
Un grupo de cazadoras irrumpe en el lugar, luciendo chalecos grandes de piel. En sus brazos hay una cinta de color blanco y llevan mascaras a la mitad de la cara, como si no quisieran dejar el rostro completamente descubierto. Solo hay dos facciones que usan cintas de color blanco, y están bajo el liderazgo de Habaek y Nala. Por los abrigos de piel, Zig puede deducir que son cazadoras del norte. Eso se debe a que las cazadoras de Habaek suelen usar trajes que en la parte superior le recuerdan más a un Hanbok. Aunque la comparación no es exacta.
Nadie se movió.
Las cazadoras parecían haber clavado los pies de cada criatura a su lugar correspondiente, incluso aguantaban la respiración. Zig sonrió indiferente a la tensión en el aire y, aunque cada partícula de su cuerpo podía sentir la energía que irradiaban las mujeres, él siguió saboreando su bourbon.
Con sus finos oídos, que bien podrían ser los de un rastreador, Zig escuchó la pregunta de las cazadoras, entonada con una voz ronca.
—¿Quién de ustedes es Rezer?
La criatura con ese nombre no esperó a que nadie contestara por él. Y cuando se puso de pie para presentarse, lo hizo con una sonrisa que tenía toda la intención de desafiarlas.
Zig sabía que había hecho algo, ¿sino por qué estarían las cazadoras del norte en suelo americano?
—¿Sabes por qué estamos aquí? —preguntó una de las mujeres.
—¿No es para cautivarme con esos ojitos tan hermosos que tienes?
La cazadora suspira.
—¿Quieres que solucionemos esto delante de tus camaradas?
—¿Cuáles camaradas? —resopla Rezer, altanero.
—Los brujos que te rodean, hombre.
—Que todos seamos brujos no quiere decir que seamos amigos.
—Genial. —Esta vez, una de las mujeres da un paso al frente para acercarse a él—. Eso significa que no tendremos que preocuparnos por nadie que quiera ayudarte.
—Yo no necesito ayuda —susurra muy bajo, acortando más la distancia.
Cinco segundos después, las cazadoras salen del bar acompañadas de Rezer, y los demás brujos respiran con tranquilidad.
Zig no se había percatado de la presencia de una última cazadora en el bar, hasta que sintió su mirada taladrándole la nuca. No se dio la vuelta, pero intuía qué expresión tenía. Podía imaginarse a la cazadora ladeando la cabeza mientras lo veía preguntándose por qué se le hacía tan familiar.
Zig tomó un último sorbo de bourbon y se irguió en su silla. Movió la cabeza de un lado a otro, como quien despierta con dolor de cuello, y con sutileza viró la cabeza hacia el lado derecho, lanzándole una mirada por encima de su hombro.
La cazadora respiró de forma brusca cuando le vio la cara. Midió con la vista la longitud de sus piernas y sus brazos, reconociendo los rasgos específicos de su especie. Zig es un hombre alto, pero con el torso anormalmente corto en relación a sus brazos. También tiene un cuello largo y lo mujer puede notarlo debido a que, a pesar de que la chaqueta de bluejean que lleva puesta es de cuello alto, su mentón puede verse perfectamente.
Editado: 27.11.2023