El titán de Varsovia

UN AMOR DIFÍCIL DE DESCRIBIR

—Bueno, ha sido un placer. Se cuidan. Por favor, sean felices porque, desde luego, yo soy muy feliz. —Yasikov sonríe mientras empaca sus cosas.

—Mentiroso —Johan sonríe de forma burlona—. Nos vas a extrañar mucho. No te deprimas, puedes venir cuando quieras. —Su sonrisa desaparece casi de inmediato—. Menos de noche. Voy a recuperar el tiempo perdido con Hannah.

Yasikov pone sus manos en los hombros de Johan.

—No seré yo quien te arruine la fiesta, amigo.

El alemán lo observa ceñudo, como si recordara de repente que tiene una bebe recién nacida que demanda su atención de forma continua.

—¿Y si te contrato de canguro?

—¿Tan rápido quieres deshacerte de tu hija? —Se burla el ruso.

—Eso suena muy feo.

Lo cierto es que Yasikov llevaba demasiado tiempo viviendo con ellos. Se había acostumbrado, pero como dicen por allí:

«Es fácil acostumbrarse a la felicidad». Y estaba más que dispuesto a acostumbrarse de nuevo a su soledad.

—¿Junne no te ha llamado? —pregunta Johan con tiento.

—¿Tendría que hacerlo?

Yasikov solo intentó llamar al pequeño incordio una vez y se arrepintió casi de inmediato. Colgó en cuanto escuchó su voz al otro lado de la línea. Su voz lo había regresado a la oficina. A ese lugar en donde lo primero que veía cada mañana era a su contadora insoportable, tomando un café y discutiendo con las secretarias.

—Oleg… —Hannah aparece en la habitación con un tetero en la mano—. ¿Puedo preguntarte algo?

—¿Desde cuándo pides permiso para incomodarme?

—¿Todavía estás enojado porque te pregunté qué tenías en la cabeza para tatuarte tan cerca del pene?

—¡No es el único que está enfadado por eso! —Le reprocha su esposo.

—Por favor, al menos una situación así tenía que darse en nuestra extraña convivencia. —Se defiende Hannah—. Fue tu culpa por no cerrar la puerta del baño.

—¡Fue tu culpa por no tocar!

—Oh, ¡estoy tan feliz de irme de esta casa! —declara Yasikov exagerando su tono de voz.

—Dime, Yasikov —comienza la japonesa, apuntándole con el biberón—. ¿Estás enamorado de Junne?

Su esposo la escucha atónito, pero muestra interés rápidamente. El ruso, por otro lado, hace una mueca como si le costara responder.

—Depende de a qué clase de enamoramiento te refieres…

Incluso las criaturas pueden ver todos los colores.

Cuando la bebé se quedó dormida, Hannah empezó su interrogatorio, las luces de la ciudad se colaban por la ventana del apartamento, y la brisa nocturna era agradable. Tal vez eran los únicos en el edificio que abrían las ventanas a esa hora, pero mientras Yasikov estaba con ellos, el viento era dócil. Él se encargaba de eso.

—A ver… —Hannah suspira antes de continuar—. Las criaturas no aman de la misma forma que los humanos. Por eso tampoco pueden enamorarse con facilidad. Para decir que estás enamorado de Junne debes sentir algo muy profundo por ella. Sobre todo, tuvo que pasar algo.

—Así es —afirma Yasikov.

—Tu comportamiento no tiene nada que ver con una criatura enamorada.

—Porque no es un amor como cualquier otro.

—No quieras hacerte el complicado, ruso ignorante. Lo que tú sientes es cariño, o apego. Nada más.

—Estás tan acostumbrada a mangonear a Johan que, ¿ahora pretendes mandar sobre mis sentimientos también?

Johan no se da por aludido y bebe de su cerveza con una sonrisa divertida. Su esposa y su amigo se llevan de la patada.

—Ay, ya quisieras que yo te acomodara las ideas —responde Hannah con una sonrisa arrogante—. Solo intento arrojar claridad sobre esa cabeza esculpida en piedra que tienes. 

—No te soporto.

—Yo tampoco.

—Yasikov —interviene Johan—. Si nos explicas de dónde proviene ese sentimiento podríamos entender por qué dices que amas a Junne, pero no sientes celos de Lio.

—No tiene nada que ver una cosa con la otra —Yasikov frunce el ceño.

—Si alguien más pretendiera a Hannah, yo lo mataría.

—¿Por qué? Yo haría una fiesta.

Hannah arroja cubos de hielo a la cara del ruso.

—Okey, supongamos que amas a Junne. Entonces, eso significa que sientes miedo del rey —dice la mujer con gesto triunfal—. Porque si estuvieras enamorado de verdad, pelearías por estar a su lado.

—Que le tengo miedo, dices… —Yasikov la mira con ganas de ahorcarla—. Muy bien, lagartija. Lo explicaré de forma sencilla, para que lo entiendas.

—¡No la llames así! —Johan le avienta una botella de Vodka sin abrir. Yasikov la ataja en el aire.

—Cuando conocí a Junne me provocó el mismo rechazo que a la orden. El rey jamás me hizo nada, pero siempre me ha parecido detestable la ignorancia de los seres humanos. Al principio pensaba que ella se merecía ser perseguida por su ignorancia. Pero la contraté en mi empresa porque quería provocar la ira del líder. No por ella, sino por mí.



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En el texto hay: rey, brujas, dramas y magia

Editado: 27.11.2023

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