El titán de Varsovia

ROMPECABEZAS

      Me he esforzado mucho para que Lio pueda recuperar sus emociones con ejercicios que son vergonzosos hasta para mí. Sin embargo, él hombre que debería ser el más interesado en el asunto, no está colaborando conmigo. Ni un poco.

—Lio, no es tan difícil, ¿o sí?

Tiene esa expresión en su cara de: «sé que estoy perdiendo mi tiempo». Una que se diferencia muy sutilmente de su expresión habitual.

Lio mueve una de las piezas en el tablero y yo muevo otra. Hemos estado jugando al ajedrez toda la mañana, porque el rey se niega a intentar otra cosa. Me siento como los cazadores cuando pelean contra él. Es decir, sin oportunidad.

Mi objetivo con el juego es ver hasta qué punto puede diferenciar un adversario más, de quien probablemente es su compañera de vida.

Lio observa las piezas en el tablero con cuidado y luego me mira a mí, levanta una mano para mover la pieza que le dará la victoria, pero yo lo detengo.

—¡Ah! —Lo apunto con el dedo.

Me enseña esa expresión de «seguro te duele algo, pero no sé qué es», que también se diferencia muy poco de su expresión normal.

Su mano se dirige hacia otra pieza, una que me dejaría ganar indudablemente. Lo detengo una vez más.

—¡No!

Levanto la voz por quinta vez desde que comenzamos a jugar. Lio me observa con frialdad.

—No sé qué es lo que quieres.

Seguramente me hubiera mandado al demonio si no fuera porque su paciencia es tan infinita como el espacio exterior.

—Quiero que lo pienses con cuidado.

—Sí lo hago.

—No es cierto.

—Lo hago. Si muevo esta —señala la pieza ganadora—, yo gano.

—Ajá. 

—Y si muevo esta —señala la pieza perdedora—, tú ganas.

—Ajá. —Lo veo arquear una ceja—. ¿Y qué pasa?

—No parece que quieras ganar, tampoco me dejas ganar a mí. Entonces, ¿cuál debería mover?

No le he dicho lo que quiero. Él debe descubrirlo.

—Puedes mover la que quieras. 

—Muy bien, moveré esta. —Lio mueve la pieza ganadora.

—¡No, Lio! —Me desespero y mis hombros caen derrotados.

El rey suspira también por quinta vez y regresa la pieza a su lugar.

—Sería más sencillo si me lo explicaras —dice con un tono neutral.

—Lo que yo quiero —comienzo a decir, rogando por una paciencia que no tengo—, es que te des cuenta de todo el tiempo que llevamos jugando y que no he podido ganarte en ninguna partida. Sería lindo ganar al menos una vez.

—Ya. —Mueve la pieza perdedora y mi frustración alcanza su límite.

—¡Pero no así!

Si Lio de verdad pudiera sentir enfado, seguro estaría en problemas ahora. Vuelve a soltar el aire de sus pulmones y lo escucho hablar con una paciencia envidiable:

—¿Qué es lo que quieres?

—Quiero que seas más considerado. ¡No que me dejes ganar por descarte! —Me mira de forma imperturbable y yo continuo con mi rabieta—. Asumes que como no es la primera opción, pues entonces, tendrá que ser la segunda. Estás usando la lógica.

—Tú deberías usarla. —Suena acusador.

—Siempre me ganas muy rápido. Quiero que seas más benevolente.

—Y yo quiero terminar este juego.

Me frustra aún más que toda la pataleta que estoy armando para él no significa nada. Intenta levantarse, pero no se lo permito.

—¡No hemos acabado de jugar!

—¿Cuándo terminaremos?

—¡Cuando empiece a ver señales de empatía de tu parte!

Tengo la impresión de que Lio va a decirme un par de cosas muy bonitas, de esas que dice con naturalidad, pero el sonido del teléfono lo interrumpe. El rey cierra la boca con rapidez, si pudiera agradecer algo, estaría haciendo alabanzas al cielo por esta oportunidad para escapar.

—Ve a contestar —ordena.

—No. Estamos ocupados —contraataco.

—Ve.

—Todavía no tengo hambre y esa es la única forma en la que podrías escapar de esto, Lio. —Lo apunto con el dedo.

—Tal vez Yasikov decidió llamar.

Considero sus palabras. Lio sabe que he estado esperando esa llamada desde hace mucho tiempo. El ruso es demasiado testarudo.

—No te muevas —le advierto a Lio.

Tomo el teléfono e intento escuchar la voz del otro lado, pero no hay voz, no hay sonido.

—¿Bueno? —Intento obtener una respuesta—. ¿Diga?

Después de varios intentos fallidos, termino la llamada. Doy la vuelta para ver a Lio y continuar con nuestro juego. En este punto ya no me importa lo que pueda provocarle, he perdido la paciencia y no me importará presionarlo hasta que lo primero que llegue a él sea el enfado.



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En el texto hay: rey, brujas, dramas y magia

Editado: 27.11.2023

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