El titán de Varsovia

ALQUIMISTAS

Esa expresión que suele utilizarse cuando estás a punto de morir, ¿cuál era? Ah, sí. Vi pasar la vida frente a mis ojos.

No pude cerrar los ojos al adivinar el impacto de la cuchilla contra mi cuello. Pero solo por eso pude ver la mano de Lio frente a mi garganta, deteniendo la cuchilla.

Retrocedo lentamente y observo cómo el rebelde intenta zafarse de su agarre. El rey es más fuerte y, a diferencia de mi agresor, no le tiembla el pulso. Acerca la mano de la criatura, que aún sostiene el cuchillo, hasta colocarla en su garganta.

—Lio…

El rebelde lucha para alejar el arma de su propio cuello, le tiembla el brazo debido al esfuerzo. Pero el rey, sin inmutarse ni un poco, aferra su nuca con la mano izquierda, reteniéndolo y presionando el cuchillo contra su piel con la mano derecha.

Finalmente, lo atraviesa y grito ante la imagen. Deja caer a la criatura en el piso de la cocina. Ha quedado con vida a pesar de tener una cascada gorgoteando de su garganta. Herido, se levanta con ganas de pelear un poco más. No sé por qué me sorprendo.

—¿Lo ves? —pregunta Lio, mirándome fijamente—. Por eso hay que matarlos inmediatamente.

—No, no. ¡No conviertas esto en una lección para mí! —exclamo ofendida.

Detecto el movimiento de una persona por el rabillo del ojo.

—El Rey tiene razón. No hay lugar para dudas cuando una criatura quiere asesinarte —dice el hombre que acaba de entrar, para luego señalar a su cómplice—.  Y sin intermediarios es mejor.

Extiende los brazos, dejándonos ver lo que escondía detrás de su espalda: en una de sus manos lleva una bombona pequeña de gas y en la otra, una pequeña flama. Justo en medio de la palma, como si saliera de su piel. No es un encendedor lo que lo origina, pero definitivamente es fuego.

Acerca la llama hasta colocarla debajo de la bombona. Es allí cuando reacciono, tomando la mano del aterrado anfitrión en el que no había reparado hasta que empecé a buscar posibles daños colaterales. Corro con él fuera de la cocina, sintiendo el calor del fuego detrás de mí.

Lio cierra las puertas de metal detrás de mí, quedándose adentro. Todo el mundo escucha la explosión y yo me acerco a los ventanales con forma circular que hay en las puertas para ver cómo el fuego se extiende hasta el techo. Sin que este salga del lugar. Lio está conteniendo el fuego. Cuando el fuego se extingue no queda rastro de ninguna criatura.

Lio también desapareció.

El rey no tolera el frío, pero el fuego... lo resiste como nadie.

************************

 

 —¡Lio! ¡¿Dónde estás?!

No puedo localizarlo. Me pone muy nerviosa perderlo de vista porque la criatura con la que desapareció no lo pensará dos veces para provocarlo. El rey peleará y seguramente se llevará por delante a todo el que se atraviese en su camino.

Cuando llego a una de las zonas más concurridas de Place, debo bajar el tono de mi voz e intentar aparentar una calma que no tengo. Algunos pescadores me observan de forma rara y, para quitarle tensión a mi apariencia, los saludo con una sonrisa.

Camino lejos de los pescadores, susurrando el nombre del rey entre dientes. Sé que me escuchará si está cerca.

Me encuentro con una escena extraña a la par que peligrosa: un hombre con musculatura considerable, cabello oscuro y cicatrices en la cara, arrastra cuerdas muy finas de un extraño material. Cuando miro con más atención me doy cuenta de que no son cuerdas. Son láminas muy delgadas hechas de metal.

La apariencia del hombre me da una pista de quién es. Lleva puestas unas botas militares, un cinturón con diferentes objetos de colores y marcas que podrían confundirse con tatuajes.

Son sellos, por lo que determino que es un brujo.

Me debato entre dar un paso para acercarme o subirme al primer edificio que encuentre y llamar a Lio entre gritos, cruzando los dedos para que llegue antes de que me corten la cabeza. No quiero usar mis reservas de energía para pelear con otro brujo. Sin embargo, no me gusta la manera en la que la criatura está colocando las láminas en el piso.

Ha creado un círculo con una clara intención. Respiro hondo antes de avanzar.

—¡Oye! ¡Gusano repugnante! —grita alguien más.

Me detengo en seco con la pierna extendida frente a mí. Es un cazador. Reconozco la banda de color azul que tiene atado al brazo y la impresión me obliga a esconderme detrás de un auto estacionado cerca de mí.

—Tengo un nombre y estoy seguro de que está escrito en tu lista —dice la criatura.

—No —Sonríe el cazador—. En mi lista pone: gusano uno, gusano dos, gusano tres y cuatro. ¿Dónde están tus amiguitos?

 —Seguro que se están divirtiendo tanto como yo.

Tengo un mal presentimiento. Ese cazador no estaba en mis sueños y estoy bastante segura de eso porque con la apariencia que tiene no podría olvidarlo. No es muy alto, pero tampoco es ningún enano, desde mi posición no puedo verle la cara, pero sí el cabello. Es pelirrojo. Un detalle de su apariencia me llama la atención poderosamente. El uniforme de los cazadores debería ser una talla más grande, pero este cazador se ha saltado ese código de vestimenta. Es un crimen ir por allí con esos pantalones ciñéndose a su trasero de esa forma tan ejemplar.



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En el texto hay: rey, brujas, dramas y magia

Editado: 27.11.2023

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