El titán de Varsovia

UNA AMENAZA ATERRADORA

Nala tuvo la idea después de recordar por qué las criaturas no pueden morir con facilidad. El punto está en las órdenes que se envían desde el cerebro, relacionadas con las funciones de cada órgano del cuerpo. Si la cabeza es cortada y separada del cuerpo, este moriría irremediablemente.

Las criaturas aprendieron de ese principio y lo usaron a su favor. Por ejemplo, cuando pierden demasiada sangre, una orden es suficiente para producir la que necesitan. A su vez, la herida sana rápidamente y ponen a trabajar cada órgano en función de lo que requieren. Esa es la diferencia más significativa entre los humanos y las criaturas.

Nala pensó que lo mejor sería freír al titán de forma lenta y dolorosa. Erradicando cualquier oportunidad para sanar.

La descarga empleada en el cuerpo del titán destruye sus nervios, atraviesa sus pulmones, rompe algunos de sus huesos y paraliza su corazón. La corriente también inutiliza la capacidad del cerebro para enviar órdenes que reparen el daño. Después de media hora de una descarga potente y constante, el titán cae inconsciente en el piso de la celda. Nala se acerca para verlo, casi aguantando la respiración. Su piel se ve reventada en algunas áreas y la mitad de su cabello se ha quemado. La líder respira sintiéndose libre. Los cazadores sonríen y se dan palmadas unos a otros. Están satisfechos con el resultado.

Valtho también está feliz. No volverá a bajar al laberinto nunca más. Ni siquiera planea acercarse al cadáver de Andrzej para levantarlo.

Ya lo hará otro.

Pero justo cuando la líder se dispone a abandonar el lugar con Valtho, una canción en polaco se escucha en el laberinto. Una canción entonada por un hombre con voz ronca y adolorida, cuya letra se le antoja infantil y cruel.

 

En el monte había un cabrito pequeño y coquetón… Con la naricita roja en forma de botón. Ahí viene, ahí viene, el feo y vil león. Hambriento lo destroza, feliz por su dolor. 

 

—Nala… ¿Qué es lo que más miedo te da?

El cuerpo de la líder se tensa ante la pregunta de Andrzej y es Valtho quien voltea a verlo sorprendido. La piel del titán sangra y sus brazos están doblados de forma muy poco natural, pero aún se mueve. Él estira el cuello hacia atrás, haciendo un sonido grotesco que le hace preguntarse cuántas vértebras se reacomodaron en su lugar.

—Nala —insiste el titán—. Responde… ¿Qué es lo que más miedo te da?

Ella no dice una palabra, pero se voltea despacio con la mandíbula fuertemente apretada. Sus dientes hacen presión dentro de su boca. La furia supera al miedo. Se acerca a la jaula con sus manos en forma de garras y su cuerpo preparado para cualquier cosa. Valtho ve sus intenciones de meterse para rematarlo ella misma y la detiene.

—¡¿Por qué?! —pregunta ella, respirando como un toro enfurecido.

—¿Pero quién diablos crees que eres? —El titán endereza la espalda con lentitud—. Solo me provocas cosquillas.

—¿Cómo es que sigues con vida? Celeste nunca…

—No es que Celeste no quisiera matarme, estúpida. Es que no podía hacerlo.

—No hay criaturas inmortales. ¡Incluso el rey puede morir!

—No me compares con ese cascarón.

La líder no quiere darle el gusto. Antes su sonrisa la atemorizaba, ahora le da asco. Esa sonrisa burlona en su cara le recuerda que no podrá vivir en paz hasta que él desaparezca y ese pensamiento es suficiente para empujarla.

Retira a Valtho de su camino con brusquedad e intenta acercarse a la puerta, pero otro cazador la abraza desde atrás. La rabia la hace más fuerte y pisa su pie, logrando que por reflejo el cazador la suelte. Dos cazadores más corren para detenerla antes de que llegue, y al mismo tiempo observan al titán ponerse de pie mientras estira los brazos solo para comprobar que todavía funcionan. El titán también corre hacia la puerta y todo ocurre en cámara lenta.

El orgullo es algo serio.

************************

Morthu se negaba a contestar el teléfono y no porque le tuviera miedo al líder americano. En realidad, le parecía de lo más fastidioso, pero ya no podía evitar sus llamadas. Su último intento por evitarlo fue cuando arrastró a su segundo cazador hasta su oficina solo para que contestara por él y el cobarde prefirió saltar por la ventana.

El líder europeo respira hondo y atiende el teléfono.

—¿Bueno?

—¿Por quién diablos me tomas?

—Eres casi como una novia acosadora, Kai.

—Muy gracioso.

Ambos líderes se envuelven en un incómodo silencio hasta que Kai decide romperlo.

—Morthu, ¿sabes que está pasando con los brujos?

—No lo sé —suspira—. Los puntos de magia se propagan, pero no está pasando nada que debamos lamentar. No hay muertes, tal vez no signifique nada.

—Esos puntos no aparecieron de la nada.

—No hay muertes en mi facción por nada relacionado con la magia, y, mientras no sea así, no me afecta. —Morthu se reclina en su silla—. Los brujos a los que interrogué parecían no saber nada al respecto.



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En el texto hay: rey, brujas, dramas y magia

Editado: 27.11.2023

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