El titán de Varsovia

AYÚDAME

Lo que más extrañaba de Yasikov era esa actitud digna de: no tengo porqué complacerte, que se desmorona cuando prepara un vaso de chocolate solo para mí. Para proteger su orgullo, finjo que tengo modales y espero sentada en una de las sillas de la cocina hechas para personas más altas que yo.

Él coloca un gran vaso de cristal entre Lio y yo con el chocolate batido.

—¿Es para mí? —pregunto inocente.

—No. Lio se ve como alguien que necesita algo dulce —responde sarcástico. 

Volteo para mirar a Lio mientras agito un poco las pestañas. En respuesta a mi gesto, el rey estudia el vaso unos segundos haciendo cálculos mentales de todo lo que he comido en los últimos dos días. Su mirada va del vaso a mi persona mientras Yasikov nos da la espalda. Finalmente, decide empujar el vaso hacia mí en señal de aprobación.

—¡Gracias!

Escucho a Yasikov resoplar divertido. No está dispuesto a mirarme directamente, pero el hecho de que aún conserve una lata de cacao y otra de leche en su despensa completamente desprovista de alimentos, dice mucho de él.

Yo soy la razón de que esa lata siga allí.

—¿Por qué la urgencia por encontrar al titán? —pregunta él.

—Porque tengo una espinita.

—¿Nos matará a todos? —Se voltea con los brazos cruzados.

—Es una probabilidad razonable —Me encojo de hombros y continúo bebiendo—. Hay muchas cosas que tengo que poner en su lugar.

—Me serviría una explicación.

—Voy a resumírtelo —respiro hondo antes de empezar—. En 1764 el clan Golshmit fue masacrado y Lio fue llevado al norte cuando apenas era un niño. Justo ese mismo día, las instalaciones del norte fueron destruidas y la líder Celeste fue asesinada por el titán. Hay un gran hueco en mi memoria desde la masacre de los Golshmit hasta 1942, que fue la segunda vez que apareció el titán en el mundo. Las cazadoras culpan a Morthu por la muerte de Celeste, pero Morthu culpa a Lio y, por lo tanto, Kai también.

—Me suena a un gran enredo.

—Lo es —acepto con resignación.

—¿Por qué le dicen titán? ¿Es como el rey?

—Nadie es como yo —dice el rey sin rastro de modestia. 

—No hace falta que me lo jures —se burla el ruso.

—Se llama Andrzej y es un doppelgänger —suspiro de gusto por el sabor del chocolate—. Yo he quemado muchas vidas. El rey de los muertos unas cuantas. Pero Andrzej aún no termina su primera vida. Tiene más de tres mil años.

El codo que Yasikov apoyaba sobre el mesón se resbala y lo hace perder el equilibrio por la sorpresa.

—¡¿Es más viejo que Habaek?!

—Es una criatura de la antigua religión. Andrzej ya ha vivido demasiado. Ha presenciado todas las guerras entre criaturas en la historia humana. ¿Sabes lo que pasa con las criaturas que han vivido tantos años?

—Se vuelven un verdadero cúmulo de experiencias —responde Yasikov.

 —Así es —asiento con energía—. Imagina toda la información que obtendrías viendo el continuo intento de las criaturas por despedazarse unas a otras. Pero más importante aún: imagina el efecto que tendría sobre tu mente vivir tantos cambios, con todo tipo de asesinos buscándote.

—¿Está desequilibrado?

—Él es consciente de lo que hace, pero eso no lo detiene. En realidad, la conciencia sobre sus actos lo vuelve más irascible y desprolijo.

—Lio —Yasikov mira en su dirección—. Yo había escuchado de él, pero nunca lo había visto en persona. ¿Tú sí?

—Sí, pero él se presentó como Andrzej. —Lio me quita el vaso cuando termino mi bebida y se dirige a la nevera.

—¿Cómo se llamaba antes?

—Orgullo.

La palabra sale de mi boca dejándome una sensación desagradable. Recuerdo la razón por la que solía llamarse así y todos los problemas que ocasionó en el pasado, sin poder creer que tendré que lidiar con él una vez más. Yasikov se sienta junto a mí y pregunta:

—¿Por qué orgullo?

—Ese es su pecado. Se explica mejor con hechos… —Lio me ofrece un vaso de agua que acepto de inmediato—. Cero lo persigue intentando enmendar el error que la naturaleza cometió al hacerlo perfecto.

Lio me observa con atención y Yasikov con incredulidad.

—¿Perfecto?

—Físicamente al menos. —Miro un punto en el aire—. El titán no tiene debilidades, por Cero jamás pudo matarlo.

—Me estás diciendo… que hay un ser inmortal y muy peligroso caminando por allí alegremente. —Yasikov tensa la mandíbula.

—No creo que esté por allí caminando como si nada, Yasikov —Tiemblo solo de imaginarme un escenario similar—. Si ese fuera el caso, tú no estarías aquí hablando conmigo. Estarías muerto.

—¿Tan poca fe me tienes? —Suena ofendido.

—Jefecito… —Agarro sus manos—. No es cuestión de fe. El titán es como un desastre esperando a pasar. Poniéndolo en términos sencillos, Kai sería la acción y Andrzej la consecuencia. Y tú serías el daño colateral junto a Johan, Belliat y cualquier otro emplacado con dos dedos de frente.



#4690 en Fantasía
#6088 en Otros
#975 en Acción

En el texto hay: rey, brujas, dramas y magia

Editado: 27.11.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.