El titán de Varsovia

EL DEMONIO EN SUS OJOS

Viggo es uno de los pocos cazadores en el norte que conservan algo de vikingo en su ser, pues todos los demás se fueron con Morthu. Él solía llevar un par de trenzas colgadas del lado izquierdo de su cabello, pero con el tiempo se deshizo de ellas. Decidió conservar el cabello solo un poco más largo que los demás, por pura nostalgia.

Tiene tres piercings: uno de ellos perfora su ceja y los otros dos, su lengua. El cazador pensó que si su lengua no servía para disfrutar de la comida, por lo menos podría servirle para jugar. A Lisa le gustan las cosas extravagantes y cuando vio sus abalorios por primera vez la boca se le secó. Lo observó embobada unos segundos. Cuando Viggo le preguntó qué opinaba, ella dijo que combinaban con sus ojos.

Viggo tiene grandes y profundos ojos negros que resaltan en contraste con su piel pálida. No tolera a los rebeldes por una infinidad de razones, pero no importa qué tan larga es su lista, Lisa sigue recordándole sus ideas aunque no esté presente. Viggo solo tiene que cerrar los ojos para escuchar su voz empalagosa decir:

«Haced con los demás como ellos te hicieron a ti».

Es ridículo. Es lo más ridículo que ha escuchado en su vida, pero allí está: llevándoles lo necesario para darse una ducha y preguntándose por qué había decidido formar equipo con el tornado.

—Tienen veinte minutos —dijo el cazador después de entregarles un kit a cada uno.

—Nosotros no somos los únicos privilegiados, ¿verdad? —preguntó uno de los prisioneros.

—¿A qué te refieres?

—Hay conductos bajo nuestros pies. Pensé que esta amabilidad era cosa de esa ridícula cazadora, pero siempre han estado allí para que los prisioneros puedan ducharse.

Viggo se ríe al escuchar sus palabras.

—¿Piensas que eso está allí por esa razón?

—Es para escurrir la sangre —dice otro de los rebeldes.

El cazador arquea una ceja, complacido al escuchar esa apreciación, y se dirige a la última celda del lado izquierdo para mirar a Mikael.

—Diste en el blanco.

—Siempre he escuchado que las cazadoras del norte son unas sádicas.

—Tan sádicas que ahora tienes la oportunidad de oler mejor. —Viggo se cruza de brazos—. ¿Eres penoso o algo así? ¿Por qué no mueves el culo para bañarte?

—No te ofendas, pero me da mala espina ese cubo con jabón que llevas allí.

—¿Piensas que está lleno de un ácido jabonoso? —se ríe el cazador.

—Pienso que es extraño que puedas mostrar amabilidad mientras nos calcinas con la mirada.

—¿Y por eso estás dispuesto a soportar tu propia inmundicia?

—¿A ti qué más te da? —Mikael se acerca a los barrotes con los brazos cruzados y el ceño fruncido—. No confío en tu compañera. Mucho menos en ti.

—Y haces muy bien, Mikael. Si te descuidas, soy capaz de arrancarte los ojos.

Al cazador jamás le han importado sus vidas, la única razón por la que va a verlos todos los días, es porque su pequeña compañera lo ha amenazado. Lisa podrá ser adorable la mayor parte del tiempo, pero nadie la conoce más de lo que lo hace él.

Viggo aún recuerda cómo se sentía la bota de Lisa aplastando su cuello. Y no está dispuesto a pasar por eso una vez más.

***********************

Los cazadores de Morthu llevaron un rebelde al norte. Las cazadoras lo llevaron para ser interrogado, y ahora este se encuentra mal herido, colgando con sus manos amarradas a dos pesadas cadenas que cuelgan del techo. Hay una mujer hermosa caminando en círculos a su alrededor, haciéndole preguntas.

Es Nala.

—¿Qué significa ese punto de magia en Irlanda?

—Púdrete —respondió el rebelde.

Lisa acompaña a la líder en el interrogatorio. Es ella quien imparte el castigo por su respuesta, golpeándolo con un látigo y enviando un sonido agudo a sus oídos. Los hombros de Lisa se encogen mientras se pregunta cómo es que la criatura frente a ella no es capaz de quejarse por el escozor en su piel.

—¿Eres masoquista? —pregunta al notar la sangre que desprenden sus heridas.

«¿Esto es necesario? Es obvio que no hablará».

Los cazadores de Morthu lo atraparon infraganti. La criatura colgaba humanos del techo en una fábrica abandonada, y lo único que les permitió descubrirlo fue el gran punto de magia que ocupaba buena parte del territorio irlandés.

—¿Qué significa ese punto en el mapa, idiota? —preguntó Nala.

—No sabes cómo me ponen las mujeres con látigos —escupe el rebelde con una sonrisa burlona.

—¿Cómo te ponen? ¿Enfermo? —pregunta Lisa con una mueca, bajando el látigo.

La sonrisa del rebelde sí que la enfermaba.

—¿Qué estabas invocando? Los puntos de magia corresponden a una invocación.

—Veo que estás bastante instruida.

—No tanto —responde cruzándose de brazos enojada—. Si supiera lo que haces, no tendría el estómago revuelto ahora. ¿Por qué no hablas de una vez?



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En el texto hay: rey, brujas, dramas y magia

Editado: 27.11.2023

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