El titán de Varsovia

SIN SUTILEZAS

Kai no está para juegos. ¿Una guerra? ¿En su facción? Por supuesto que no. El ancla no parece guardarle rencor y, aunque no entiende porqué, está dispuesto a seguirle la corriente si eso significa contar con la información que se le había negado en un principio. 

«¿Qué fue lo que hiciste con el titán, Nala?».

Mientras conduce a su facción, el líder maldice las reglas del norte, así como a Habaek por no ser más claro. No importa en beneficio de quién fuera, ese maldito samurái sabía algo y se negaba a explicárselo.

El sonido del celular interrumpió su diatriba.

—Hablando de la reina de roma. —Kai leyó el nombre de Nala en la pantalla y respiró hondo antes de contestar—. Habla.

—Tienes permiso para venir, líder. Te espero.

—¿Disculpa?

Kai soltó una sonrisita irónica y cuando se disponía a insultarla, le pareció ver la sombra de un par de ojos azules en el retrovisor.

—¿Qué diablos…?

Giró la cabeza después de dar un frenazo. Estaba seguro de que alguien lo había visto desde el asiento trasero, pero no había nadie más en el auto.

«Eso no fue mi imaginación».

Su mano izquierda aprieta el volante con una idea en mente.

—¿Hola? —Nala intenta llamar su atención al otro lado de la línea.

—Sí… —Kai siente que la temperatura dentro del auto empieza a bajar y la conversación con Nala ha perdido todo su interés—. No iré al norte.

—¿Qué dices?

—No quiero verte la cara ahora, líder.

—¡¿Ahora te haces el difícil?! —grita furiosa—. ¡Súbete a un avión y ven aquí!

—No me da la puta gana. Tengo cosas que atender en mi propio territorio.

—¡Óyeme, imbécil!

—Ah, tengo un aviso importante para ti. Ya que te llevas tan bien con Habaek, dile esto —hace una pausa—: El ancla y yo tenemos una tregua. Pronto descubriré lo que traman ustedes dos.

Antes de que pueda escuchar un insulto más, Kai cuelga la llamada y conduce muy rápido hasta las instalaciones, decidido a eliminar cada punto del mapa.

Su mapa.

**********************

Kai le envió la dirección de la bruja a Yasikov, pero no tuve fuerzas para negarme a hacer lo que me había pedido. A mí también me interesaba verla. Como era de esperarse, Lio ya se había apropiado de uno de los vehículos de Yasikov y estaba esperándome en el asiento de conductor cuando salí del edificio.

—¿Es completamente necesaria tu presencia en este asunto?

—¿Esperabas ir sola?

—Nada bueno pasa cuando un hombre guapo y desalmado va a un antro.

—¿Soy un desalmado?

Me he burlado de Lio durante todo el camino. Es mi pequeña venganza por su insistencia en vigilarme como si fuera una niña. Soy así de inmadura. Ya qué.

—¿Qué harás si alguien intenta buscarte problemas? —le pregunto con interés.  

—Lo solucionaré.

—Eso es lo que me preocupa.

Lio quiere acompañarme al lugar al que tan amablemente me empujó el líder. No estoy feliz con la idea, no son mis sitios favoritos en el mundo, pero con Lio cerca se me ocurre que puedo solucionar las cosas más rápido.

—¿Por qué no te gustan? —pregunta él.

—Están llenos de personas vulnerables —respondo con tranquilidad.

—¿Personas tristes o desprotegidas?

—No me sorprende que asocies vulnerabilidad con tristeza. —Lo miro con curiosidad—. No hay que estar triste para ser vulnerable, pero tienes razón en que están desprotegidos. Sus recuerdos son un libro abierto para mí.

—No entiendo.

—Cuando tengo la guardia baja y no pongo ninguna objeción, tú puedes viajar por mis recuerdos todo lo que desees. Pasa lo mismo a la inversa. Si hay personas vulnerables cerca de mí, es muy probable que yo pueda ver en sus memorias; eso pasa porque no están alertas. Ocurre lo mismo cuando están drogados o alcoholizados. Podrían estar tristes o en una nube esponjosa de felicidad temporal. El chiste es que no están en todos sus sentidos.

Lio parece estar conforme con mi respuesta y no dice nada más hasta que llegamos al antro.

Cuerpos de azufre. Qué nombrecito.

Hay una fila de personas esperando para entrar. No me imagino al rey esperando como un individuo más. Ni de chiste.

Lio lleva una gabardina de color negro con pantalones de blue jean del mismo color, ajustado solo en los lugares correctos, y también lleva unas botas de estilo militar que suenan fuerte a cada paso. El cabello, las marcas dibujadas a lo largo de su cuello y esos ojos color de luna son suficientes para no dejar de mirarlo. Solo por esta vez agradezco su habilidad natural para llamar la atención.

El portero lo miró de forma intensa antes de permitirle la entrada y yo  me aseguré de agarrar el brazo de Lio, solo para que quedara claro que venimos juntos.



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En el texto hay: rey, brujas, dramas y magia

Editado: 27.11.2023

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