El titán de Varsovia

CODICIA

 

—Los puntos de magia que están señalados en el mapa son círculos.

Nala le explica a Morthu de qué va su problema y masajea cada lado de su frente, intentando disipar el dolor de cabeza que su ansiedad le está provocando.

—¿Tengo o no tengo que preocuparme? —pregunta Morthu, hastiado de escucharla.

—Al menos podrías aprender un poquito, líder ignorante.

—Escúchame, mujer. Kai está bastante neurótico últimamente y yo necesito saber si tengo que preocuparme por un problema futuro.

—No es un problema mientras no haya intención de hacer una invocación.

—¿Una invocación?

—Sí —suspira fastidiada—. La energía que utilizamos para nuestros hechizos proviene de la naturaleza, pero cuando este se completa, la energía es devuelta a su origen. Con un círculo, ese poder se queda atrapado en este plano y se resiente a nuestro alrededor, impidiendo que la naturaleza…

—¡¿Para invocar qué?!

—¡¿Podrías dejarme terminar?!

—Tu cháchara no va a ninguna parte.

—Escúchame, imbécil. Es como reciclar materiales que podrán utilizarse después. La magia se acumula en esos puntos y permite que algo venga a este plano. Puede ser cualquier cosa: una puerta, un pasadizo a través del tiempo, incluso puedes traer el poder de otra bruja. Los círculos actúan como imanes. —Nala vio las intenciones de Morthu de interrumpirla de nuevo y se adelantó—. No sé qué quieren invocar, pero habría un poco más de ruido si fuera algo grave.

—¿Un poco más de ruido? —Morthu no está convencido.

—Por supuesto —asiente rápidamente—. Algo más sospechoso que un punto en el mapa. Por ejemplo, la tumba de Celeste tiene un círculo de magia alrededor; ella acumulaba mucha energía en vida. ¿Lo recuerdas?

Es una indirecta muy directa. Nala lo observa como si le dijera «Por supuesto que te acuerdas de Celeste, su sangre está en tus manos». Sin embargo, Morthu sonríe en vez de enfadarse, porque no está dispuesto a darle gusto.

—Claro… Supongo que eso significa que esa mujer aún no descansa en paz.

—¿Qué dices? —Se burla Nala—. Mi líder está más allá del bien y del mal ahora.

—No lo creo. —La sonrisa de Morthu es más amplia a cada segundo—. Seguro se está revolcando en el infierno y sus gritos de agonía suben a la tierra para que podamos escucharla.

—¿Cómo te atreves a burlarte de su alma, maldito bárbaro? 

—Porque estuve en su tumba hace poco. —Morthu apoya los codos sobre el escritorio—. ¿Y qué crees? Era como si Celeste gritara en mi oído, solo que no podía escuchar sus palabras. Lo único que podía hacer era encogerme como si miles de gusanos recorrieran mi cuerpo.

—¿Gusanos? —Nala aprieta los puños.

—Sí. Las hojas se movían furiosas, como cuando Celeste daba sus órdenes. Todos mis sentidos percibieron algo, pero en ese momento no sabía que era. —Hace una pausa—. ¿Era su energía?

—Estás diciendo estupideces…

Morthu tenía la intención de replicar, pero se detuvo cuando vio la expresión inquieta de Nala.

—¿Qué te pasa, frígida?

La líder del norte se levantó de su asiento para mirar por la ventana, dándole la espalda a Morthu.

El líder europeo mira la espalda de Nala, cuya presencia parece estar en otra parte muy lejos de su discusión. Quiere decirle que espabile y se concentre en él, pero una sombra a su derecha lo hace olvidar el motivo de su visita. Por un momento piensa que es un cazador del norte, sin embargo, la visión y el cosquilleo en su nuca lo hace erguir la espalda.

No, no era un cazador. Era una mujer. Y tenía el cabello oscuro, lacio y largo hasta el coxis. Su instinto le dice algo y su corazón golpea fuerte dentro de su pecho.

«¿Eres tú, Xiang?».

Morthu se pone de pie como si alguien lo estuviera llamando, olvidándose de Nala por completo.

—Oye, Morthu, no es posible que tus sentidos reaccionen a algo como eso —Nala voltea a verlo—. ¿Por qué la tumba de Celes…? ¿Morthu?

El líder europeo desaparece y Nala comienza a sudar frío. Recuerda la noche en que murió Celeste y la participación de Morthu en la batalla que se desencadenó con la liberación del titán.

 

¿Es posible repetir la historia?

*******************

—A ver… Repasemos una vez más.

Mis piernas me duelen porque han estado cruzadas durante mucho tiempo. Mi espalda ya no aguanta el peso de mi cabeza sobre mis hombros, o tal vez es la curvatura de mis vértebras —producto de mi escoliosis—, que empieza a pasarme factura. Como sea, la gran pizarra frente a mi sigue teniendo un espacio vacío donde debería estar la última pieza del rompecabezas. Y Lio no es de gran ayuda.

Está detrás de mí con su vista en un libro de Fiódor Dostoievski mientras intento hacer cálculos en el pizarrón.

—¿Me escuchaste?



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En el texto hay: rey, brujas, dramas y magia

Editado: 27.11.2023

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