Cuando el ancla le habló para decirle que su líder había sufrido un desmayo, no se lo creyó. Incluso después de verlo tieso como una tabla y con los ojos virados hacia atrás bajo los párpados, no se lo creyó. Pero Kai no estaba jugando. No estaba fingiendo de ninguna manera.
El líder de la facción americana no reaccionaba.
Después de llevarlo a las instalaciones y de ponerlo en una camilla de operaciones, las cazadoras se acercaron para tratar de detectar algún ataque en proceso.
Descubrieron que no hay rastros de magia y determinaron que lo que le sucede a su cuerpo es una respuesta biológica. Porque la actividad cerebral está allí, las respuestas a estímulos también están allí. Lo único ausente es su consciencia.
Benge decide irse y dejarlo en manos de personas que no lo estrangularán al verlo incapaz de defenderse, como probablemente sí lo haría él.
—¿Dónde dices que lo encontró? —pregunta Clod.
—Con el ancla.
—María, ¿estás segura de que no está siendo atacado con magia?
—Que no, hombre.
—¿Será una mutación de sus genes? —pregunta Arnold.
—Ya está bastante grandecito como para que le falten herramientas para eso.
—No siempre podemos controlar nuestras funciones a voluntad —señala María.
—Eso no vale para Kai. Es un excelente alquimista —se burla Clod.
—¡Pues tal vez sus habilidades le están pasando factura!
—¿De qué diablos hablas…?
La discusión es interrumpida por el grito de Kai, haciendo que todos volteen a verlo. El líder se sienta sobre la camilla, agarrándose la cabeza con ambas manos.
—Oye… —Clod se acerca cauteloso.
—¿Qué pasó? —María se acerca también.
—No lo sé… —responde Kai, enterrando la cara en sus manos, luciendo adolorido.
—¿La mujer te hizo algo?
—¿Quién? —Kai levanta la cabeza y mira con detenimiento el rostro de Clod.
Pasa de la concentración al desconcierto en segundos.
María agita una mano frente a su rostro para llamar su atención, y de repente Kai atrapa su muñeca. Al mirarla a la cara, su expresión se enfría y sus ojos parecen cobrar una emoción inquietante.
—¿Qué tienes, líder?
—Te escuchas como una de mis cazadoras…
Las palabras de Kai la dejan en blanco.
—Bueno, debería escucharse así —comenta Clod—. Aún no la echas de tus filas.
Kai voltea para mirarlo exaltado.
—¿Clod?
—¿Sí?
—¿Por qué no se ven como mis cazadores? —Kai respira agitado.
—¡Deja de jugar! —demanda Arnold, acercándose a él y agarrando su barbilla con brusquedad—. ¿Qué diablos te pasa?
Kai recorre el rostro de Arnold con la mirada, pasando de un punto a otro con frenesí.
—Escucho tu voz…
—¿Te rompieron el cuello? —inquiere Clod—. Tal vez es lo que dijo María. Una respuesta biológica. Si te rompieron el cuello, existe la posibilidad de que las cosas no funcionen bien dentro de tu cabeza por un rato.
—¡¿Cuándo has visto que eso le pase a una criatura?! —reclama Kai, desesperado.
El líder americano se levanta de la camilla de un salto y aparta de su camino a los cazadores después de mirarlos a la cara uno por uno. Corre hasta el exterior y se protege del resplandor del sol que parece ser más intenso que nunca. Camina hasta el campo de entrenamiento. Localiza a Benge con los novatos y lo agarra del cuello de la chaqueta para mirarlo a la cara.
Hace lo mismo que con Arnold y lo escanea a conciencia.
—¿Quién diablos eres tú?
El cazador comienza a retorcerse incómodo y Kai agarra su nuca para mantenerlo quieto.
—¿Qué haces? ¡Suéltame! —exige Benge.
Agarra los hombros de Kai, intentando empujarlo, pero el líder no tiene intención de dejarlo ir.
—¡Habla otra vez! —demanda Kai.
—¡Estás loco!
—¡Di algo más!
—¡Arnold! —Benge llama a su camarada entre gritos.
Cuando Kai decide soltarlo, tiene una expresión de pánico imposible de ignorar. Más cazadores se aproximan para ver lo que pasa.
El líder levanta la mirada al cielo y respira profundamente para tranquilizarse. Después de una pequeña eternidad en la que ninguno habla, adopta la imagen serena a la que todos están acostumbrados.
Kai sabe que el miedo no es un buen consejero. Necesita calmarse para entender su situación.
—¿Líder?
—No puedo reconocer a nadie. Sé quiénes son porque sé cómo se escuchan sus voces.
—¿De qué estás hablando? —pregunta Benge.
Editado: 27.11.2023