El titán de Varsovia

LOS PASOS DEL TITÁN

Lisa pelea como nunca antes lo hizo, reduciendo el grupo de rebeldes que perseguía. El último de sus adversarios se situó a su espalda, aprovechando que estaba entretenida. Ella se tensó al percibir el peligro y volteó para enfrentarlo con una mirada rabiosa. El rebelde se paralizó.

Lisa ve algo en sus ojos que solo puede interpretarse como el terror a la muerte. Piensa que es por ella, pero no es así. El hombre sintió la presencia de otra criatura y todos sus instintos le gritaron la misma orden: «corre».

Él quiso obedecer esa orden, pero el titán —fuente de la aterradora aura que percibió— le arrancó el corazón antes de que pudiera hacerlo.

—No es necesario que me lo agradezcas —dice Andrzej ante la confusión de la cazadora—. Lo que él iba a hacerte no se compara con lo que te haré yo, pequeña Lisa.

Ambos imaginaron ese momento muchas veces. ¿Recuerdan lo del karma?

Lisa es consciente de que se lo merece, pero también sabe que el titán es el menos indicado para pasarle factura.

Por eso, decide pelear y alza su arma en contra del hombre que le triplica el tamaño en todos los sentidos. La cazadora apunta a su cabeza y este atrapa la cuchilla en el aire. Lisa suelta el arma, intentando alejarse de sus garras tanto como sea posible.

Andrzej adivina sus intenciones y antes de que pueda escaparse de él atrapa la tela de su chaleco, empujándola hasta que su espalda impacta contra la pared. Lisa se retuerce intentando romper el chaleco y el titán cambia su agarre para aferrarse a su cuello.

Lisa intenta no entrar en pánico, pero la mirada del titán, llena de odio, le dificulta la tarea.

—¿Qué parte de mi cuerpo fue tu primer juguete esa vez? —preguntó él en un susurro espeluznante.

Andrzej señala su propia cara.

—¿Mis ojos aún te parecen bonitos?

Lisa es incapaz de responder; aunque la mano de Andrzej no estuviera alrededor de su cuello su voz tampoco podría salir. Y aunque Andrzej no la estuviera sujetando contra la superficie de concreto, tampoco podría moverse. El pánico se adueñó de su cuerpo.

—Dijiste que mis ojos serían aún más hermosos sin toda la maldad que reflejaban, ¿notaste algún cambio después de arrancármelos? —pregunta muy cerca de su rostro—. ¿Te gustan más ahora?

—Andrzej…

—Dejarme cojo tampoco hizo una diferencia, ¿o sí?

Aunque le suplicara —y no quería hacerlo—, Andrzej no se hubiera detenido. El dedo del titán se acerca peligrosamente a su rostro, tomándose su tiempo, saboreando cada segundo con una expresión furiosa. Lisa grita de dolor al sentir ese dedo entrando poco a poco a su cavidad ocular. Su grito se escucha en toda la planta, pero todos están demasiado ocupados intentando conservar su propia vida como para ayudarla.

Me hubiera gustado ahorrarle esa parte, pero yo también estaba a punto de perder algo…

La líder escuchó el grito de Lisa y su cuerpo se movió en piloto automático.

Corre dejando a sus cazadores atrás para buscarla. Sube las escaleras a la segunda planta y  visualiza una escena que la obliga a detenerse. Un cazador de Habaek pelea fuera del edificio, intentando frenar a los rebeldes que hacen un intento desesperado de huida.

Una mujer intenta apoyarlo con apenas algo de éxito. Usa magia para empujarlos, pero los rebeldes que escapan de la katana del cazador se giran para pelear contra ella. Nala puede darse cuenta del problema: si los rebeldes salen de las instalaciones, los humanos tendrán una probadita del infierno en el que están ahora.

Nala atraviesa la ventana, aterriza fuera del edificio y corre hasta deslizarse por la nieve, situándose frente a los rebeldes con los brazos extendidos.

—¡De aquí no sale nadie!

Esa fue la segunda vez que hice equipo con un líder.

En algún punto, Viggo se había puesto violento, por lo que Mikael no tuvo más remedio que noquearlo antes de que recuperara la movilidad en sus piernas. Le rompió el cuello y cruzó los dedos para que no fuera uno de esos cazadores de baja denominación que se veían demasiado fortachones para su condición.

—Si no le arrancas la cabeza, no morirá —opinó Mirto.

—Lo sé.

—¿Y por qué no lo haces?

—¿Será porque no quiero matarlo?

—¿Será que con esas manitas no puedes?

—Púdrete, Mirto.

Un estruendo lo detuvo antes de que pudiera contestarle. Seguido de un golpe, un gruñido femenino y un juramento alarmante.

Mikael se agarra a los barrotes de su celda para ver lo que sucede. Su jaula está ubicada al fondo del pasillo, por lo que no es tarea sencilla ver lo que pasa en la puerta del pabellón.

Enfoca su aguda visión y descubre una mano pequeña aferrándose al marco de la puerta.

—¿Siguen a-aquí…?

Es Lisa, quien con mucha dificultad ingresa al pabellón. Ella se apoya en el marco para no caer, cierra la puerta y se tambalea. Avanza por el pasillo, permitiendo que los rebeldes puedan obtener un vistazo de su condición.



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En el texto hay: rey, brujas, dramas y magia

Editado: 27.11.2023

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