Natalia se acercó a Yaiza y la encontró llorando nuevamente.
Estaba en posición fetal, sollozaba sin parar he ignoraba la presencia de Natalia.
Esta última se acercó a ella lentamente y deposito una mano en su hombro, Yaiza no la aparto, y hasta parecia acercarse más a ella.
─ Perdón. ─ finalmente Natalia fue capaz de decirlo, Yaiza levantó la cabeza y la miro con ojos enrojecidos.
Cambió de posición, se limpio las lágrimas con el dorso de la mano y la observo sin apartar ni un segundo su mirada.
Natalia estaba ansiosa, habia pedido disculpas pero todo dependia de Yaiza... Igual que siempre. Si Yaiza decidía seguir enojada con ella así seria todo el día, y Natalia debia resignarse a seguirla, como diariamente en su labor de cuidarla hacia, pero esta vez con Yaiza tirandole cosas, gritandole, y haciendolo todo más difícil.
Para sorpresa de Natalia todo esto no sucedio, Yaiza se limito a levantarse, caminar hacia ella y abrazarla. Paso sus brazos por su torso y se apego a ella como una nena de jardín de infantes en su primer día, cuando salia y se apegaba a su mamá porque la habia extrañado. Natalia se limito a devolver el abrazo algo sorprendida por esta acción, pero finalmente se relajó y la estrecho contra sí.
Cuando Yaiza se separo y volvio a su lugar en el sofá, Natalia se sintio desesperada... Queria volver a abrazarla, ahora en ella existia una extraña sensación de añoranza. Hacia tanto tiempo que no abrazaba a nadie, que el hecho de hacerlo le causo nostalgia. Y recordó que antes ella vivia abrazando a todo el mundo, le encantaba abrazar, pero por supuesto que ya no lo hacia nunca... Sobre todo porque no habia a nadie a quién abrazar. Hacia tanto tiempo que no pensaba en ella, que no hacia algo por ella misma, que se sintió mal consigo misma. Y ese sentimiento de compasión y comprensión que habia comenzado a crecer en ella desapareció al recordar lo que alguna vez fue, miró a Yaiza y se dijo a sí misma que era su culpa, que Yaiza era una carga estúpidamente innecesaria en su vida, que la razón de todos sus males era ella. Y se lo creyó, se creyó su propia mentira.
Se sentó al lado de Yaiza en el sillón y miró un punto fijo en la pared.
A mi me encantaba pintar, era mi vocación, era algo que amaba. También me gustaba salir con mis amigos, e ir a aquel parque en otoño porque era mi estación favorita y amaba pintar ese paisaje o correr entre las hojas... Amaba la lluvia, me encantaba correr bajo la lluvia... ¿Dónde quedó todo eso? Todo lo que amaba, todo a la basura... Y todo es sú culpa.
Miró a Yaiza quien estaba a su lado, esta última era ajena a todo. Natalia la veía ahí, tan tranquila, y le daban ganas de matarla. Ya era casi insoportable, era un calvario para ella despertar cada mañana y darse cuenta de que ese día será casi igual al anterior.
Natalia era una bomba de tiempo, estaba cada vez más enfadada con Yaiza, su odio incrementaba a pasos agigantados día a día, segundo a segundo... Sólo hay que sentarse y esperar a que explote.