El Tormento De Natalia.

Capítulo 6.

   Natalia abrigo a Yaiza con un enorme camperón gris, hacía bastante frío.

   Revolvió la casa de arriba a abajo hasta encontrar algo de dinero, una vez hecho esto, se abrigó bien y tomó a Yaiza de la mano. Se plantó frente a la puerta un segundo antes de abrirla, con miedo, pero la abrió de un movimiento rápido y camino hacia la entrada de la casa, tirando del brazo de Yaiza.

   Camino por las desoladas calles apretando la mano de Yaiza con fuerza, lo que estaba haciendo era una locura.
La intención de Natalia era ir en taxi, pero no encontró ninguno y se vio obligada a ir caminando todo el trayecto. Yaiza no se quejaba, estaba eufórica, se veía en su mirada, quería ver a su bebé.
   Natalia se preguntó, con rencor, cuánto tardaría su mirada en oscurecerse al llegar al lugar.

   Al cabo de veinte minutos de caminata, ambas se plantaron frente a una gran reja negra y oxidada, con grandes paredones a sus lados, separando lo que hay más allá de ellos del exterior. Podían verse estatuas sobresalir por sobre ellos.
   La mirada de Yaiza seguía encendida.
Natalia empujó la reja lentamente, no se oía ningún ruido, todo parecía desolado. Tironeó del brazo de Yaiza para que ésta se moviera, una vez dentro volvio a cerrar la reja y miró a su alrededor, ahora sólo esperaba saber llegar a la pequeña tumba.
   Caminaron entre lápidas y más lápidas por un largo rato, buscando la zona de los recién nacidos, pasando por árboles enormes que parecían a punto de caerse, por personas vestidas de negro dando su último adiós a un ser querido, por caminos desolados... Hasta que dieron con el lugar.

   Natalia parecía saberse el camino de memoria a partir de ese instante, recorría los caminos de tierra casi corriéndo, con Yaiza a trompicones detrás de ella.
   Finalmente paró en seco frente a una pequeña lápida, con una inscripción simple. No había flores, ni siquiera secas, dando indicio de que alguna vez alguien haya ido allí. Era una tumba abandonada. Soltó la mano de Yaiza bruscamente y miró su rostro.

   ── Ahí está tu bebé. ── señaló la parcela de tierra frente a la lápida, y dió un paso atrás, esperando a que Yaiza se largara a llorar.

   Miró a sus pies y esperó, esperó un sollozo, esperó verla desplomarse sobre la tumba de reojo, esperó a que comenza a gritarle que era su culpa. Pero nada pasó. Yaiza simplemente se quedó clavada mirando fijamente la inscripción de la lápida.

«Jeffrey Izmary.
1984-1984»

   Y ya está, eso es todo, no decía nada más. Yaiza miraba la lápida e intentaba procesar lo que estaba pasando. Algo en su memoria se iluminó.

   ── ¿Cómo murió? ── preguntó mirando a Natalia por sobre su hombro.

   ── Fue prematuro, tenía seis meses, no lo consigió. Murió a los dos días después de nacer. ── Yaiza cerró sus ojos y respiró profundamente.

   ── ¿Quién era su padre?.

   ── No lo sé, nunca se lo dijiste a nadie. Sospechábamos que tampoco lo sabías. ── Yaiza mordió su labio para no sollozar.

   Se dió la vuelta, abrió los ojos y tomó a Naralia de la mano. Ambas se encaminaron a la salida caminando a la par, Natalia no sabía qué pensar de lo que acababa de pasar.

 



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En el texto hay: locura, rencor, muerte

Editado: 14.03.2020

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