El tormento del mago de fuego

Capítulo 1. ¡Hasta la oscuridad tus creencias!

Hace tres años

– ¡Vioryn! ¡Vioryn, detente! – le gritaba su tía mientras intentaba seguirla con dificultad por las escaleras. – ¡Es por tu propio bien!

– ¿En serio?! – respondió la joven sin mirar atrás. – ¡No parece!

– ¡Porque hay muchas cosas que no entiendes! – le devolvió su tía con el argumento típico de la generación mayor.

– ¡Entonces que busquen a otra idiota más comprensiva para entender todas esas cosas! – escupió la joven sin apreciar para nada la lógica de su tía, cerrando la puerta de su habitación con un portazo.

– ¡Al menos deberías escuchar! – dijo la mujer frustrada, casi chocando contra la puerta que se cerró en su cara.

– ¡Papá y mamá no me hubieran tratado así! – replicó la joven desde el otro lado de la puerta, tratando de contener las lágrimas.

– Cariño, – respondió su tía con suavidad mientras golpeaba la puerta, – tus padres llegaron a un acuerdo cuando eras pequeña.

– ¡Nadie me preguntó! – se defendió la joven.

– En ese entonces no te importaba, – suspiró su tía. – Lo recuerdo claramente porque yo estaba de visita en vuestra casa.

– ¡Es que era una niña y no sabía nada! – exclamó la chica, apretando sus puños de rabia mientras miraba fijamente la puerta. – ¡¿Qué se puede esperar de una criatura?!

– Vioryn, cariño, – intentó persuadirla la tía, – al menos intenta comprender. No se puede actuar así.

– ¿Y disponer de mí como si fuera una cosa se puede?! – gritó enfurecida la joven. – ¡Estoy segura de que ahora mis padres pensarían diferente! ¡Pero a ustedes no les importa!

– A tu tío y a mí sí nos importa, y tú lo sabes, mi niña, – insistió la tía con voz apaciguadora, tratando de llegar a su sobrina. – Tranquilízate un poco y volvamos a hablar. ¿De acuerdo, cariño?

– ¡Nunca! ¿Me escuchas?! ¡Nunca sucederá! – gritó la joven hasta quedarse sin voz.

– Está bien, está bien, – respondió la mujer de manera conciliadora. – Cálmate un poco y encontraremos algún compromiso.

Vioryn quiso gritar algo más, pero escuchó los pasos alejándose de la puerta y decidió no forzar su ya irritada garganta.

¿Compromiso?! ¿Le proponen un compromiso? ¡Les va a enseñar lo que es un compromiso! Jamás lo olvidarán.

Se acercó al espejo torciendo la cara: tendría que cambiar algunas cosas, al menos por un tiempo, y luego se vería. Tendría que cambiar su cabello castaño con tonos cobrizos por negro, algo que siempre había querido hacer. Además, podía añadir un tono púrpura. No le gustaba la idea de cambiar sus ojos verdes, pero por precaución también lo haría: serían violetas. La piel debía ser más pálida. Ya su rostro se vería más delgado.

Miró de reojo la puerta: si tardaba mucho en abrir, la derribarían. Y ahí entonces tendrían una sorpresa. Bueno, ellos mismos se lo buscaron…




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