El tormento del mago de fuego

Capítulo 6. Llegar a todas partes

La mañana para Estery fue sombría. No, afuera el sol brillaba alegremente, pero en su interior había una tormenta, nubes y un viento lleno de melancolía. ¡Si hubiera sabido que no asistiría a diero Deymar, sino a ese tipo sospechoso, nunca habría pedido ese puesto, ¡aunque no tuviera nada que comer! En las pocas horas que tuvo el infortunio de cruzarse con fer Artor en la celebración, comprendió que él sospechaba de su posible implicación con ese enigmático artifactor al que todas las talleres de artifactoría estarían encantados de entregar a las autoridades.

Bueno, exageré: no todos, solo aquellos que se dedican al equipamiento doméstico. Ojalá el sindicato criminal no la descubriera, pero en eso también se había preparado: su verdadero rostro no lo había visto ni siquiera el artifactor a través del cual vendía sus artefactos.

Después de comprobar la solidez de la ilusión de su apariencia y mirar tristemente a la dormida Mielle, Estery suspiró profundamente y se dirigió a la Academia. ¡Había insistido! Pensaba que con d’yero Deymar aprendería algo nuevo, pero aquí parecía que tendría que contar más que escuchar. Aunque, si ese tipo compartiera un poco de sus conocimientos en magia de combate, no estaría de más. Solo tenía que encontrar la manera de forzar esa situación.

Así, suspirando desanimada, Estery llegó a la Academia y subió al departamento de la Elemento Fuego. Fer Artor ya la estaba esperando allí, y la miró con una mirada bastante escrutadora. Ella inmediatamente desvió los ojos hacia el reloj, que marcaba exactamente las nueve. Al notar su mirada, el hombre resopló sarcásticamente:

– Es usted la misma puntualidad.

– Me gusta la precisión en todo, – gruñó la chica.

– Solo con la trayectoria de sus movimientos no ha tenido tanta suerte – recordó él su épica colisión en el pasillo.

– Mi trayectoria está perfectamente bien– no pudo evitar contestar Estery. – La que está desajustada es la suya – la temporal. Como indicó diero Deymar, debería haber llegado al día siguiente y, por lo tanto, no debería haber estado en el pasillo durante los exámenes. Así que, esa desviación temporal suya alteró mi trayectoria habitual y causó la colisión. Por lo tanto, sí, mi puntualidad en este contexto parece más prioritaria, ya que no interfiere con nadie.

– ¡Perfecto! – Dijo Dalarn con una expresión inmutable después de escuchar su monólogo–. Ya que su trayectoria de movimientos es tan perfecta, hoy la aprovecharemos – tomó un papel de la mesa y se lo entregó–. Esta es la lista de libros que necesito. Y esta –le pasó otro– es la lista de equipamiento que falta actualmente en el departamento. Y debe traer todo esto aquí – el hombre hizo un cálculo mental–. En dos horas.

Estery parpadeó aturdida mirando ambas listas. La primera idea que le vino a la mente se refería al bolsillo dimensional, gracias al cual podría traer todo eso en media hora, pero fue descartada inmediatamente, ya que con la magia espacial Estery Mireyn era igual de mala que con la artefactórica. Nadie debía ni siquiera sospechar que tenía escondites como esos.

Y la segunda idea ni siquiera era una idea: una constatación del hecho – ¡tendrás que cargar con todo esto! Y en dos horas no sería posible. Ella lanzó una mirada ya indignada al mago de fuego:

– ¿En dos horas?

– Dijiste que mi trayectoria temporal estaba desajustada, y eso determina que es totalmente posible en ese tiempo no tan corto – apoyándose en la mesa y cruzando los brazos, Dalarn se burló de ella. – Pero, considerando lo precisa que es tu trayectoria de movimientos; la inamovilidad de la mía, ya que no tengo planes de salir de aquí; más la completa ausencia de estudiantes en los pasillos con sus trayectorias caóticas, no tienes ningún obstáculo y tienes una oportunidad de hacerlo a tiempo.

Resoplando enfadada y casi arrugando ambas listas en su puño, Estery dio una vuelta sobre sus talones y salió disparada por la puerta.

¡Soldado! ¡Insultante! ¡Miserable! ¡Aplastado insecto! ¡Que la oscuridad te devore! ¡Obligar a una chica a cargar con tanto! – casi echaba fuego mientras resoplaba –. ¿Y querían casarme con él? ¡Que las salamandras de fuego le invadan la cama!

La biblioteca estaba en el quinto piso del edificio principal, y el rector siempre decía riendo que el camino al conocimiento no debía ser simple y fácil. Ahora ese chiste del rector no parecía en absoluto gracioso. Al menos, tendría que bajar todo ese montón en lugar de subirlo.

Enfadada como un escorpión enfurecido, Estery entró en la mayor colección de conocimientos de Taruell, casi tirando al suelo a la asustada bibliotecaria, que se echó hacia atrás como si fuera un torbellino de fuego que pudiera quemar implacablemente su refugio:

– ¡Diera Mireyn! – chilló desde detrás de una mesa la alta y delgada mujer, con un cabello rubio elegantemente recogido en un peinado elaborado. – Parece que has confundido la biblioteca con un gimnasio. Está fuera en la planta baja.

– Disculpe, diero Palez! Vine volando por conocimiento – respondió la muchacha sin aliento –. No tuve tiempo de frenar a tiempo. Pero espero que aprecie mis nobles impulsos – puso la lista de libros frente a la bibliotecaria.

Después de echar un vistazo con ojo experto, esta resopló:

– ¿Es esta la lista de literatura leída en tres años de estudios?

– No, es la lista de libros bajo la cual me enterrarán en las escaleras mientras los llevo a su destino – Estery frunció el ceño sardonamente –. Parece que no es tan necesaria para el destinatario.

– No entiendo – la bibliotecaria la miró fijamente –. Ayer celebramos el fin de curso. ¿Qué haces tú aquí entonces?

– Bueno – suspiró Estery con significado –. Ayer algunos estaban celebrando el fin del curso, y hoy lloro en mi primer día de trabajo.

– ¡Oh! – asintió la mujer –. Olvidé que te convertiste en asistente. ¿Estás con el nuevo?

– Con el tirano y déspota como esclava sin voz – aclaró Estery.




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