Capítulo 5: La que se lamenta y la bruja
La multitud seguía eufórica.
El combate entre el Hombre Lobo y el Grifo había sido simplemente inolvidable.
Nadie esperaba que una criatura vista solo como una bestia tuviera estrategia y astucia.
Una bestia superando a un ser de sabiduría milenaria… El torneo apenas comenzaba.
—¡La tercera pelea está por comenzar! —gritó el presentador.
Un lamento heló la sangre.
La arena quedó en penumbra.
Un susurro recorrió los pasillos del coliseo…
—Ay… mis hijos… mis hijooooos…
Todos sabían quién venía.
La atmósfera cambió por completo.
Desde las sombras emergió una figura demacrada, sucia, vestida de blanco desgastado.
Cabello largo y enmarañado cubría su rostro.
Cada paso que daba era acompañado de lamentos desgarradores.
—¡La Llorona! —anunció el presentador—.
El espíritu de la madre que ahogó a sus hijos, condenada a buscarlos por la eternidad.
En el otro extremo de la arena apareció otra figura…
Una anciana jorobada, encapuchada, apoyada en un bastón de madera retorcida.
Parecía insignificante… hasta que levantó la mirada.
Sus ojos brillaban con poder antiguo y maligno.
—¡Y su oponente: la gran bruja… Baba Yaga!
La multitud enloqueció.
Un espíritu contra una bruja ancestral.
¿Quién saldría vencedora?
—¡Que el combate comience!
El duelo comienza
La Llorona avanzó lentamente, envuelta en sus lamentos.
Baba Yaga no se inmutó. Caminó también, con paso firme.
Ambas se encontraron frente a frente… y se miraron en silencio.
Entonces, Baba Yaga golpeó el suelo con su bastón.
¡BOOM!
Una columna de tierra se elevó como un pilar, arrasando con la figura de la Llorona.
La multitud contuvo el aliento.
Pero de entre los escombros…
La Llorona emergió intacta, levitando ligeramente, con la voz hueca:
—No tengo cuerpo físico. No puedes dañarme.
Baba Yaga sonrió con sorna.
—Lo sé, niña tonta. Estas canas son sabiduría, no decoración.
De pronto, el cuerpo fantasmal de la Llorona comenzó a arder, sufriendo quemaduras en su piel espectral.
—¿Qué me hiciste? —gimió la Llorona.
—La tierra que te cubrió estaba imbuida con mi magia. En el mundo humano, quizás eres intocable.
Pero aquí, todos somos vulnerables. Este es el reino del poder.
La Llorona soltó un grito triste:
—¡Ay, mis hijos…!
Y alzó una mano. Las rocas comenzaron a volar hacia Baba Yaga con telequinesis fantasmal.
La bruja intentó protegerse con un escudo de viento, pero no podía detener todos los proyectiles.
Entonces, sacó una pequeña pócima de su bolsillo y la arrojó.
El frasco pasó directamente a través de la Llorona sin hacerle daño.
Se rompió contra el suelo, liberando una nube verde espesa que cubrió toda la arena.
Desde la niebla, la risa de Baba Yaga retumbaba.
La Llorona, sin poder verla, se quedó quieta, vigilante…
Esperando.
La niebla comenzó a disiparse lentamente.
El árbitro susurró:
—Ya veo… así que ese era el plan.
Baba Yaga reapareció justo cuando la Llorona intentó poseer su cuerpo.
Pero se detuvo.
—¿Qué hiciste? —preguntó La Llorona.
—No mucho… Solo vertí una de mis pociones dentro de mi cuerpo.
Sabía que intentarías tomar control de mí, así que lo evité desde dentro.
La Llorona lloraba en silencio.
Pero no se rendía.
—Ay, mis hijos…
Se acercó lentamente.
Baba Yaga habló con firmeza:
—No puedes hacerme daño. Ríndete.
De pronto, la Llorona saltó sobre ella, tomándola de los hombros.
Mirándola fijamente, soltó un grito sobrenatural que hizo temblar a los espectadores.
Baba Yaga quedó paralizada.
El grito no había sido un ataque físico, sino mental.
La Llorona no quería su cuerpo…
Quería su mente.
Ambas estaban inmóviles.
La Llorona alzó lentamente sus manos hacia el cuello de Baba Yaga.
La bruja, temblando, intentaba sacar otra poción de su bolsillo.
Todo se decidiría por velocidad y voluntad.
¿Quién sería más rápida?
Las manos de la Llorona apretaron el cuello de la bruja, mientras esta al fin logró soltar su frasco.
¡Crash!
La poción cayó al suelo.
Una onda sanadora se expandió, curando a ambas combatientes al instante.
Pero la Llorona aprovechó el momento para intentar poseerla de nuevo.
Una batalla interna comenzó.
La mente de Baba Yaga era un campo de guerra.
La Llorona trataba de estrangularla desde dentro.
Baba Yaga, con sus últimos alientos, recitó un conjuro prohibido, uno que dañaba a ambas.
Una luz cegadora envolvió su cuerpo, quemándola.
Gritos sobrenaturales llenaron el aire.
El público observaba horrorizado.
Finalmente, con un aullido agónico, La Llorona fue expulsada del cuerpo de Baba Yaga.
La bruja, temblando, recitó rápidamente un hechizo de prisión.
Cadenas mágicas surgieron del suelo.
La Llorona intentó escapar… pero ya era tarde.
Su energía estaba agotada.
Editado: 04.09.2025