Capítulo 6: El gran héroe y el gran mentiroso
—Ahora comenzaremos con el siguiente combate. Nuestros participantes ya están listos —anunció el presentador.
Un gran coro se alzó y se escuchó por todo el coliseo. Los espectadores, ansiosos por ver quién sería el siguiente participante, no sabían de quién se trataba. De pronto, un gran estruendo se escuchó. Pisadas muy fuertes se oían a lo lejos, una gran luz aparecía, y de ella salía uno de los más grandes héroes.
—¡Nuestro próximo participante es uno de los grandes héroes, capaz de acabar con el gran león de Nemea y destruir a la Hidra! —dijo el presentador.
La gente, al escuchar eso, sabía quién se aproximaba. Todos gritaban su nombre: —¡Hércules!
Todos respetaban al gran y poderoso héroe Hércules por sus hazañas y su historia. Él se había ganado un puesto entre los dioses, aunque fuera mitad humano. Hércules se aproximaba con su gran espíritu y valentía.
De pronto, todo oscureció. Ni el presentador dijo nada. Desde la oscuridad, risas se escuchaban por todo el estadio. De pronto, un hombre apareció al lado de Hércules, apoyando su mano en él.
—¿Cómo estás, chico? Siempre he querido conocerte.
Hércules, sin inmutarse, respondió:
—Yo también siempre quise conocer al rey de las mentiras.
Solo con esas palabras, la multitud supo quién era. Loki, el dios de las travesuras, había llegado para ser su oponente. El gran dios de las mentiras contra uno de los héroes más grandes que se han conocido: la batalla estaba a punto de comenzar.
—¡Que la batalla comience!
Hércules intentó darle la mano a Loki antes de comenzar la batalla, pero Loki tenía otros planes. Iba a dársela, pero en vez de eso, una daga apareció en su mano: intentó apuñalarlo. Pero Hércules, lleno de confianza, no se dejó sorprender. Lo detuvo fácilmente.
—Loki, sé que ya comenzó la batalla, pero al menos espera hasta que esté listo.
—Solo era una broma, relájate un poco. Ya sabes, soy el dios de las travesuras...
—Sí, pero también eres el dios de las mentiras.
—¿Quizás lo sea? ¿O tal vez no?
Loki desapareció de la vista de Hércules, apareciendo en el otro lado del campo. Era como si se teletransportara de un lugar a otro.
—Bueno, entonces empecemos esto, Loki.
Hércules arremetió hacia él. Sus pisadas hacían temblar el coliseo, mientras Loki seguía sin tomárselo en serio. Hércules intentaba golpearlo, pero Loki era más rápido y escurridizo, y seguía burlándose de él mientras lo esquivaba. Hércules, enfadado, dio un gran pisotón en la arena. Todo el campo se desplomó. Loki perdió la estabilidad y Hércules lo golpeó, mandándolo hacia la pared del coliseo con tanta fuerza que todo el estadio tembló.
—No está nada mal, gran héroe —dijo Loki, tosiendo un poco de sangre—. Parece que me lo voy a tener que tomar en serio.
—Sí, eso es lo que esperaba de ti, Loki.
Entonces Loki convocó a su alrededor muchas dagas que volaban por todos lados. Las controlaba como si nada, lanzándolas una y otra vez hacia Hércules, pero este las recibía como si nada. Su piel era tan dura como el acero y más fuerte que las dagas. Al ver que su ataque era ineficaz, Loki empezó a usar magia. Puso cadenas mágicas para apresar a Hércules, pero él seguía avanzando como si nada. Las cadenas no podían detenerlo.
En la mirada de Loki apareció algo inusual: miedo verdadero. Se dio cuenta de que, incluso usando todo lo que podía, no podía detenerlo. Al estar frente a frente, Loki estaba petrificado. Hércules le susurró:
—Ríndete. No puedes ganarme.
Ahí Loki reaccionó con enojo.
—¿Eso crees?
Nuevamente se teletransportó al otro lado del coliseo y empezó a reunir el poder mágico que le quedaba. Hércules, al ver esto, decidió acabar con él:
—Está bien, si eso es lo que quieres.
Arremetió hacia él. Loki atacaba con ráfagas de poder mágico, pero Hércules los esquivaba y seguía avanzando. Loki se elevó a los cielos y conjuró un millón de espadas voladoras, formándolas como si fueran un dragón de espadas, y lo envió hacia Hércules.
Todo el estadio entró en caos. Miles de espadas caían por todas partes, no se podía ver nada. Solo se veía cómo Loki arrojaba una y otra vez espadas. Cuando se detuvo, pensando que ya había ganado, entre todo ese campo destruido por las espadas, Hércules yacía en medio de todo eso con apenas unos rasguños. Se había protegido con su capa, hecha del león de Nemea.
Loki no podía creerlo. Pero al verlo, solo sonrió. El árbitro, también sonriendo, dijo:
—Parece que esta batalla está a punto de finalizar.
Hércules arremetió de nuevo hacia Loki. Loki volvió a burlarse, como si no hubiera pasado nada. Hércules estaba cada vez más enfadado, pero algo extraño pasaba: sus movimientos eran más lentos. No entendía por qué, mientras Loki seguía sonriendo.
—¿Qué me hiciste? —preguntó Hércules.
—Yo no he hecho nada... ¿O tal vez sí?
Nadie en el público entendía lo que pasaba. Cada golpe que daba Hércules era más débil que el anterior. Hasta que ya no era más que un humano común y corriente.
—Ya veo... Veneno. Estaba en las espadas, ¿no es así?
—Así que te diste cuenta. No está mal, pensé que eras un tonto —respondió Loki.
Hércules se detuvo en ese campo destruido. Loki se burlaba una y otra vez. Volvió a poner su mano sobre Hércules, repitiendo las mismas palabras que él le había dicho antes:
—Ríndete.
Pero Hércules no conocía esa palabra en su vocabulario. Nunca se rendiría. Aprovechó que Loki estaba confiado, lo agarró de la mano y comenzó a golpearlo una y otra vez. Aunque ya no tenía su fuerza, Loki era conocido por su magia, no por su destreza en el combate. Y eso lo sabía Hércules.
Loki, cada vez más malherido, rogaba que parara. Cuando Hércules volvió en sí, se dio cuenta de lo que había hecho y se detuvo. Loki solo pudo arrodillarse frente a él.
—Esto ya se ha acabado —dijo Hércules, dándole la espalda.
Editado: 27.08.2025