Capítulo 7: El agua contra la sangre
Aunque la muerte de Hércules había sido impactante, el torneo debía continuar. —¡Bien! ¡Comenzamos con el siguiente combate! —anunció el presentador.
El coliseo empezó a inundarse lentamente. El agua subía por las gradas mientras los espectadores murmuraban con anticipación. Todos tenían grandes expectativas sobre quién sería el próximo participante.
Poco a poco, en el centro del coliseo se formó un inmenso vórtice. Desde las profundidades emergió una figura imponente: un hombre musculoso, con una presencia que desprendía arrogancia, portando un tridente que brillaba con un poder ancestral.
—¡Nuestro próximo participante es el que gobierna todos los mares! ¡El gran Poseidón!
La multitud enloqueció. Poseidón, el dios de los océanos, era un ser respetado por su justicia aunque su orgullo lo hacía parecer frío. No era tan querido como su hermano Zeus, pero su poder era indiscutible.
De pronto, la noche cubrió el coliseo. Un escalofrío recorrió a los presentes mientras una densa oscuridad lo envolvía todo. —Parece que nuestro próximo oponente ha llegado —dijo el presentador, con un tono más serio.
Desde el cielo descendió una figura majestuosa y aterradora: un hombre con alas negras como la noche, tan oscuras como un murciélago extendido sobre el firmamento. La temperatura bajó drásticamente. Una densa angustia flotaba en el ambiente.
—Así que tú eres el gran Poseidón —dijo con arrogancia. —Y tú debes ser... el infame Drácula —respondió Poseidón con desdén.
—¡Nuestro siguiente participante es el inmortal, el rey de los vampiros: el gran y poderoso Drácula!
El público quedó atónito. Muy pocos en su mundo habían visto alguna vez a Drácula en persona. Su aparición era tan rara como temida. Dos titanes de la arrogancia estaban frente a frente. Uno dominaba los cielos, el otro, los mares.
—¡Que comience el combate!
Poseidón lanzó su tridente hacia el aire. Al instante, gigantescos tentáculos de agua emergieron para atrapar a Drácula, quien volaba grácilmente, esquivando con facilidad. Aún no atacaba; observaba, buscando una debilidad.
—¿Eso es todo lo que tienes, Poseidón? ¿El gran dios de los mares? —provocó Drácula.
Furioso, Poseidón disparó ráfagas de agua a presión, capaces de perforar montañas. Pero Drácula era increíblemente ágil y las esquivaba todas.
—¡Ahora verás de lo que es capaz un dios! —gritó Poseidón.
El mar rugió. El dios de los océanos invocó un gigantesco remolino que conectaba cielo y mar. El vórtice se cerró formando un domo de agua. Drácula intentó escapar volando, pero ni siquiera su fuerza sobrehumana logró atravesarlo.
—Ahora no podrás escapar de mí —dijo Poseidón, confiado en su victoria.
Sin salida, Drácula extendió su mano. Una espada de sangre se formó en ella, y con ella se lanzó contra Poseidón. Las armas chocaban con chispas y violencia. Poseidón, aprovechando un instante, creó lanzas de agua que arrojó hacia su enemigo, pero Drácula respondió con espadas hechas de sangre. Ambas magias colisionaban en medio del campo.
El combate alcanzaba nuevas alturas: Poseidón creó una serpiente marina hecha de agua, mientras Drácula formaba una enorme serpiente de sangre. Las criaturas se lanzaron una contra la otra, peleando con furia incontrolable.
En un descuido, Poseidón logró golpear a Drácula, lanzándolo contra su propia serpiente de sangre y destruyéndola. Sin perder tiempo, arremetió nuevamente, estrellándolo contra la cima del domo.
—¡Todavía no he terminado, pequeño vampiro! —exclamó, lanzando su tridente directamente hacia Drácula. El arma lo atravesó, haciéndolo caer hasta el fondo del mar.
—¡He ganado! —gritó Poseidón.
El coliseo estaba atónito. Habían presenciado una batalla legendaria. Pero el juez no decía nada.
—¿Qué pasa? ¿Por qué no anuncias al ganador? —exigió Poseidón. —Esta pelea… aún no ha terminado.
De pronto, una luna roja apareció en el cielo. Una luna de sangre. Desde lo alto, Drácula emergió con furia. Había quebrado el domo de agua con su nuevo poder. Su cabello, ahora rojo como la sangre, brillaba con una intensidad sobrehumana. Sus manos se habían transformado en garras de bestia, y su mirada era pura locura.
—¿Creíste que esto había terminado? Te arrepentirás de haberme hecho esto, dios de los mares...
Un acto incomprensible ocurrió. Drácula, con sus propias garras, se perforó el pecho. —¡¿Te has vuelto loco?! —gritó Poseidón. —No… solo pensé que era hora de terminar con esto.
La sangre de Drácula caía sobre el mar que Poseidón había creado, tiñéndolo todo de rojo. El agua y la sangre se mezclaban. Ya no podía distinguirse una de la otra.
—Ahora veremos quién domina realmente este campo.
Drácula empezó a controlar el mar teñido de sangre. Poseidón intentó recuperar el control, pero su dominio se desvanecía. Cada vez era más difícil mover el agua.
El vampiro invocó otra gran serpiente de sangre, esta vez aún más grande y poderosa. Se abalanzó sobre Poseidón, devorándolo por completo. El dios de los mares luchaba, pero no podía salir. Su poder ya no era el mismo.
—¿Qué te pasa, Poseidón? ¿Acaso ya no puedes hacer nada? —dijo Drácula, en tono de burla.
Las serpiente de sangre se enrollo, formando un huevo carmesí. Dentro, Poseidón estaba atrapado.
—Adiós, dios de los mares —murmuró Drácula.
Cerró su puño. El huevo de sangre se comprimió brutalmente. Lo único que quedó fue el tridente de Poseidón, que Drácula tomó como trofeo.
Aunque gravemente herido, aunque le costó herirse a sí mismo para alcanzar esa forma, Drácula se había coronado como vencedor.
—¡El ganador de este combate es… Drácula, el rey de la sangre!
Editado: 14.06.2025