El Torneo De Lo Oculto

Capítulo 9: Batalla de venenos

Capítulo 9: Batalla de venenos

El torneo continuaba. La gran batalla que acababan de presenciar entre Santa Claus y el Arcángel había sido inolvidable. Un combate donde quedó claro que no siempre era necesaria la fuerza bruta para salir victorioso. Pero esa no sería la única lección del día.

—¡Nuestros próximos participantes, al frente! —anunció el referí.

Un rugido estremecedor retumbó por todo el estadio. Unas fuertes pisadas se acercaban por la entrada. Desde la sombra emergía una criatura feroz: tenía el cuerpo de un león, la cola terminaba en un venenoso aguijón de escorpión y grandes alas de dragón se extendían de su espalda.

—Nuestro siguiente participante es una de las criaturas más temibles que ha existido. No solo por su veneno, sino por su increíble destreza como cazadora… ¡Aquí está, la Mantícora!

La criatura desplegó sus alas y lanzó un rugido que se escuchó en cada rincón del coliseo. Con ello, anunciaba su llegada.

Entonces, un siseo serpenteante se hizo presente. No era tan estruendoso como el rugido anterior, pero todos lo escucharon. Tenía un sonido hipnótico, casi seductor, pero al mismo tiempo alertaba del peligro. Se arrastraba desde las sombras, y al salir a la luz, se reveló una enorme serpiente.

—Nuestro próximo oponente también es maestro del veneno. De hecho, se lo conoce como el Rey de las Serpientes… ¡El gran Basilisco!

El público rugía de emoción. Dos criaturas legendarias, ambas expertas en el arte del veneno. Nadie podía predecir el resultado. Eran feroces, poderosos, letales.

—¡Que comience la batalla! —exclamó el referí.

El Basilisco fue el primero en atacar. Intentó usar su mirada petrificadora y se lanzó directo hacia la mandíbula de su rival. Pero la Mantícora ya conocía esa técnica. Cerró los ojos y, guiada por sus otros sentidos, supo exactamente qué debía hacer.

Con su aguijón venenoso, intentó picar una y otra vez al Basilisco, que se movía con agilidad serpenteante, evitando los ataques con movimientos rápidos. Ambos estaban al mismo tiempo a la defensiva y a la ofensiva.

La Mantícora alzó vuelo, buscando ganar altura y evaluar mejor la situación desde el cielo. El Basilisco, en cambio, la seguía con la mirada, paciente, esperando el momento perfecto.

Fue entonces cuando la Mantícora lanzó una ráfaga de púas venenosas desde las alturas. Pero el Basilisco, con reflejos afilados, esquivó cada una de ellas. Al ver que no tenía ventaja, el Basilisco se enterró bajo tierra.

La Mantícora, desconcertada, no podía localizarlo. Desde las alturas, no tenía forma de detectar su ubicación exacta. Con cautela, descendió… y justo al tocar el suelo, el Basilisco emergió con un ataque furtivo, envolviendo su cuerpo alrededor de la Mantícora.

La bestia alada luchaba por zafarse, pero el Basilisco aprovechó para morder su cuello. La Mantícora, en respuesta, lo mordió también. Fue un duelo de resistencia. Ambas criaturas sangraban. Pero fue la Mantícora quien soltó primero. La sangre del Basilisco era ácida, y ya comenzaba a debilitarla.

El Basilisco, confiado, apretó más fuerte su cuerpo alrededor del de la Mantícora. Pero esta, en sus últimos momentos de lucidez, usó una voz suave, engañosa.

—Suéltalo… ya no puede más… seguro se rendirá…

El Basilisco, confundido, aflojó su agarre. Y justo en ese instante, la Mantícora se liberó y alzó vuelo. Su cuerpo estaba al borde del colapso, pero su espíritu no se rendía.

Comenzó a girar sobre sí misma en el aire, lanzando miles de púas venenosas sobre el Basilisco, que nuevamente se enterró para evitarlas. El agotamiento comenzaba a notarse en cada movimiento de la Mantícora. El veneno del Basilisco, aunque no tan potente, seguía afectándola.

Con gran cautela, la Mantícora descendió lentamente, manteniéndose alerta. Comenzó a sentir las vibraciones en el suelo, tratando de ubicar a su enemigo.

Entonces, en un movimiento veloz, el Basilisco emergió otra vez. Desde el suelo, escupió un aliento ácido hacia el cielo. La Mantícora, herida, no logró esquivarlo por completo. Sus alas fueron alcanzadas por el ácido, y comenzaron a deteriorarse.

A pesar de eso, con una mirada serena, como si ya supiera que la victoria no era suya, la Mantícora se lanzó con todo. Embistió al Basilisco, lo abrazó con sus garras e intentó desgarrarlo. Pero las escamas del Basilisco eran fuertes como el acero, y apenas sufría daño.

Desesperado, el Basilisco trató de hundirse nuevamente en la tierra. Pero esta vez, la Mantícora no lo permitió. Se aferró con colmillos y garras, y una y otra vez intentó picarlo con su aguijón.

Era una lucha desenfrenada. La Mantícora se había convertido en una bestia salvaje. El Basilisco volvió a morder su cuello, pero ella seguía luchando. No se rendía. No podía rendirse.

El público enloquecía. Gritaban su nombre. Había demostrado un espíritu de lucha que difícilmente se podría superar.

El Basilisco, desesperado por librarse de ella, tenía en sus ojos algo que no se esperaba ver: miedo.

—Parece que esta batalla ha llegado a su final —anunció el referí.

Pero nadie comprendía por qué. Ambos seguían peleando. Hasta que lo notaron… La vida de la Mantícora ya se había extinguido. Pero su cuerpo aún seguía luchando, impulsado solo por su voluntad.

El referí tuvo que intervenir, separando el cuerpo inerte de la Mantícora del Basilisco.

—¡El ganador de esta batalla es el Basilisco, Rey del Veneno y Rey de las Serpientes! —proclamó el referí.

El Basilisco, desconcertado, aceptó su victoria. Luego, mirando el cuerpo de su oponente, inclinó la cabeza en señal de respeto.

La Mantícora yacía sin vida en el centro de la arena. No fue una pelea muy larga, ni tampoco la más vistosa… Pero fue una en la que se vio la voluntad más pura de una criatura que peleó con todo por alcanzar su objetivo.



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En el texto hay: fantasia, accion, sodrenatural

Editado: 12.06.2025

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