El Torneo De Lo Oculto

Capítulo 10: La muerte contra la muerte

Capítulo 10: La muerte contra la muerte

Las emociones del torneo oscilaban entre la alegría y la tristeza, pero aún no había terminado.

—¡Nuestro próximo participante que pase al frente! —anunció el árbitro.

Un frío que calaba hasta los huesos comenzó a extenderse por todo el estadio. El silencio se apoderó de los espectadores, mientras en la oscuridad emergía una figura sombría. Su presencia pesaba como una lápida. Avanzando con paso firme, un hombre de cabello largo y negro, con ojos vacíos pero intensos, se hacía presente. Su sola aparición provocó temor entre los asistentes.

—Ahora es su turno. Ya compitieron sus hermanos, así que tenía que salir en algún momento. ¡Desde las profundidades del inframundo, el Rey de los Muertos, Hades!

El mismísimo señor de la muerte avanzaba hacia el centro de la arena. Todos esperaban con ansias a su contrincante, pues Hades era conocido como el hermano mayor de Zeus y Poseidón, uno de los tres dioses más importantes del Olimpo.

De pronto, una tormenta de arena azotó el campo. Aunque no afectaba a Hades, sí cegó a muchos espectadores. Desde el lejano Egipto llegaba otra leyenda, otro rey de la muerte. Un ser que custodiaba con una balanza a los vivos y a los muertos, determinando quién fue justo y quién no. Era el juez del más allá.

—¡Desde la tierra del Nilo, el gran Anubis!

En el centro de la arena apareció una figura mitad humano, mitad chacal. Una batalla épica se aproximaba: muerte contra muerte.

Hades, al estar frente a Anubis, lo miraba en silencio. Anubis, en cambio, habló con voz firme:

—Veremos quién es el verdadero Dios de la Muerte… tú o yo. Yo no solo castigo, también juzgo. Hoy pesaré tu corazón.

Hades no respondió, su mirada hablaba por él.

—¡Que comience el combate! —exclamó el árbitro.

Anubis retrocedió lentamente, mientras Hades permanecía inmóvil. Entonces, Hades alzó sus brazos y convocó espectros que emergieron del suelo: un ejército de muertos. Anubis respondió alzando su balanza hacia el cielo, haciéndola crecer con su poder. Luego, comenzó su ofensiva, purificando una a una las almas que Hades había invocado, atacando y retrocediendo sin dejarse atrapar.

Hades invocó dos enormes manos de sombra que surgieron del suelo intentando atrapar a Anubis. A pesar de sus esfuerzos, Anubis fue acorralado y capturado. Hades, con un gesto, ordenó que las manos lo aplastaran. Pero Anubis sonrió antes de convertirse en arena y desvanecerse.

Mientras el ejército de Hades buscaba sin éxito a su enemigo, Anubis empezó a devorarlos uno por uno, como si fueran atrapados por arenas movedizas. Hades notó la disminución de sus fuerzas y reaccionó lanzando lanzas de sombra al suelo. Pero no era suficiente. Anubis seguía cazando desde abajo.

Entonces, Hades invocó a su guardián personal: el temido Cerbero. El perro de tres cabezas comenzó a rastrear a Anubis, quien al verse descubierto emergió rápidamente de la arena. Pero Hades ya lo esperaba, y su ejército lo rodeó apenas apareció, hiriéndolo severamente.

Anubis, herido, formó una tormenta de arena para dispersar a sus enemigos. Cerbero intentó rastrearlo nuevamente, pero la tormenta lo desorientaba. Hades concentró su poder, formando un tornado de energía oscura. Anubis respondió con otro tornado, hecho de arena. Ambos se encontraron en el centro de la arena en una colisión brutal. La explosión resultante sacudió todo el estadio.

En medio del caos, Anubis acabó con los últimos restos del ejército de Hades. Este sintió una energía intensa: ya era demasiado tarde. La balanza de Anubis, flotando en el cielo, se inclinaba en su contra.

—Te lo dije, te juzgaría… y ya ha terminado todo —dijo Anubis con serenidad.

Juntando sus manos, convocó dos enormes puertas en el cielo. Hades, sorprendido, ordenó a Cerbero que atacara, pero Anubis replicó:

—Es demasiado tarde… ¡Que las puertas se abran!

Las puertas comenzaron a abrirse, succionando todo a su paso. Cerbero fue absorbido. Hades luchaba contra la fuerza de succión, pero no podía ganar. Anubis inyectó más poder en las puertas, de las cuales emergieron dos manos espirituales que atraparon a Hades y lo arrastraron con fuerza. A pesar de sus esfuerzos, Hades fue engullido.

—Ya veo… esas son las puertas que juzgan el mal —murmuró el árbitro.

El estadio quedó en silencio. Anubis, agotado, pensaba que ya había ganado. Pero el referí no lo anunciaba. Recordando experiencias anteriores, Anubis no bajó la guardia. Su expresión cambió lentamente de confianza a sorpresa: la gran puerta del juicio comenzaba a agrietarse.

Las arenas se agitaban. Una gran explosión sacudió el lugar. Desde otro punto de la puerta, Hades emergió cubierto de sangre, malherido, pero vivo. Su sola mirada obligó a Anubis a retroceder.

Hades alzó su poder, formando una espada negra de energía gélida. Anubis, en respuesta, formó un bastón de poder arenoso. Sus armas colisionaron con tal fuerza que estremecieron a los espectadores.

Aunque Anubis estaba débil, Hades estaba en peor estado. Aun así, su espada logró atravesar la defensa de Anubis, clavándose en su pecho. Pero Anubis no reaccionó. Sujetó la espada sin inmutarse… entonces, otro Anubis emergió detrás de Hades. El cuerpo que Hades atacaba era solo una copia de arena.

Hades reaccionó, convocando una lluvia de flechas oscuras. La ilusión se disipó y, al mismo tiempo, el verdadero Anubis atravesó su pecho por la espalda.

—Te dije que pesaría tu corazón… —susurró Anubis, extrayendo el corazón de Hades.

Lo colocó en la balanza… pero esta no se movió.

—¿Qué… qué está pasando? ¿Por qué no…?

Hades sonrió.

—¿Creíste que podías pesar el corazón de un dios? No puedes pesar la muerte. La muerte no es buena ni mala. Tú, que te haces llamar Dios de la Muerte… no sabes nada.

Anubis quedó paralizado por la revelación. Desde el suelo, espíritus comenzaron a agarrarlo por los pies.



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En el texto hay: fantasia, accion, sodrenatural

Editado: 14.06.2025

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