Capítulo 21: Travesuras a la Muerte

Los espectadores estaban emocionados, intentando descubrir el resultado de la pelea. El polvo comenzaba a disiparse y, poco a poco, se revelaban las figuras: de rodillas yacía el Rey Mono, con toda su armadura mágica destruida y gravemente herido; aún de pie permanecía Zeus.

Todos los presentes comenzaron a aclamar el nombre de Zeus como el ganador, viendo el estado del Rey Mono que no se movía.

—¡Parece que tenemos un ganador! —repetía el árbitro—. El ganador de esta batalla es… ¡el Rey Mono!

Al escucharlo, todos los espectadores quedaron conmocionados, preguntándose unos a otros qué estaba ocurriendo. Entonces, uno de ellos señaló con el dedo:

—¡Miren a Zeus!

Aunque el Rey Mono apenas se movía, su leve respiración mostraba que seguía con vida. Por el contrario, el cuerpo de Zeus estaba completamente inerte. Sus ojos estaban en blanco, la sangre brotaba de su boca, nariz e incluso de sus ojos, y su respiración se había detenido.

El Rey Mono apenas reaccionó, esbozando una leve sonrisa, e intentó ponerse de pie con las pocas fuerzas que le quedaban, apoyándose en su báculo mágico.

—El poderoso Zeus… verdaderamente digno de su nombre. Incluso al morir… moriste de pie. No me caías bien, pero aun así te respeto. Sin embargo, yo soy el destructor de los cielos… y eso nadie lo olvidará —fueron sus últimas palabras antes de darse la vuelta y abandonar lentamente el estadio, dejando el cuerpo inerte de Zeus aún erguido.

—Muy bien —anunció el árbitro—, ahora los preparativos para el próximo combate dan comienzo.

Los portones se abrieron y toda la luz comenzó a ser absorbida, sumiendo al coliseo en una oscuridad profunda. Con cada paso que daba, la penumbra se extendía más y más. Los espectadores observaban atentos, murmurando entre ellos:

—¡Es el mayor…!
—¡Le toca al mayor!

El nombre comenzó a repetirse en susurros cada vez más fuertes:

—¡Hades…! ¡Es Hades!

El señor del Inframundo se presentaba para su próxima batalla en el mismo estadio donde habían perecido sus dos hermanos: Poseidón y Zeus. Sin embargo, nada parecía afectarle. Con calma y serenidad, Hades avanzó hasta situarse en el centro del campo, oscureciéndolo por completo con su presencia.

—Nuestro próximo participante es el señor del Inframundo, el gran y poderoso Hades, ¡el señor de los muertos! —anunció el árbitro.

Hades ya había visto caer a su hermano Zeus en aquel mismo coliseo, y ahora retornaba como el último de los tres grandes hermanos del Olimpo.

De pronto, una voz se alzó desde el otro extremo del estadio:

—Así que el último de los hermanos… Esto será interesante. Ver cómo los tres grandes del Olimpo caen en el mismo lugar… ¡Jajajajaja! Lo siento, no puedo contener mi risa…

Desde la oscuridad emergió una figura con una sonrisa siniestra. Los espectadores reaccionaron de inmediato, gritando exaltados:

—¡Es Loki! ¡Va a pelear contra Hades!

La euforia en el público era evidente.

—Nuestro próximo participante: el dios de las mentiras y los engaños… ¡el poderoso Loki!

Una nueva batalla entre dioses estaba a punto de comenzar, y tal vez sería la última entre los dioses nórdicos y los olímpicos.

Con una expresión juguetona, Loki se acercó con calma hacia Hades, mientras que este lo observaba con serenidad.

—Así que tú eres Hades, el mayor de los tres hermanos, ¿no es así? —dijo Loki con tono burlón—. Aunque fuiste el mayor, tu hermano menor siempre se proclamó el rey de los dioses. ¿Eso no te molestaba?

Intentaba provocarlo, pero Hades permanecía impasible, sereno, sin mostrar reacción alguna.

—Ya veo… así que eres un dios de pocas palabras. Entiendo, entiendo… Ya encontraré la forma de hacerte hablar en un momento —continuó Loki, con tono socarrón.

El árbitro levantó la mano y anunció:

—¡Que comience el combate!

Loki desapareció rápidamente y reapareció a distancia, buscando ventaja. Hades, en cambio, expandió una oscuridad densa que cubrió el suelo, de la cual empezaron a surgir espectros sombríos.

Mientras tanto, Loki convocaba múltiples dagas flotantes que giraban a su alrededor. Cada uno se preparaba a su manera, esperando el momento oportuno para atacar.

El combate comenzó con los espectros de Hades abalanzándose contra Loki

Al igual que Hades, Loki comenzaba su ataque con sus dagas mágicas, cortando a los espectros uno tras otro. Después, Loki conjuró cadenas mágicas a su alrededor, utilizándolas tanto para protegerse de los espectros que se acercaban como para usarlas a manera de látigos.

Hades, sin detenerse, continuaba mandando más y más espectros, y a la vez comenzó a formar flechas oscuras que lanzaba contra Loki una tras otra, sin cesar. Loki se protegía con sus cadenas y con sus dagas, pero no era suficiente: los ataques de Hades empezaban a penetrar su defensa. Loki esquivaba los golpes más críticos, aunque no podía evitar los demás que venían de todos lados. Su cuerpo empezaba a resentir el daño.

Hades intensificó rápidamente su ataque, llevando a Loki al borde del estadio. Loki desapareció de la vista de Hades, reapareciendo detrás de él y atacándolo con una de sus dagas. Hades logró evitar el golpe directo, aunque no por completo, llevándose una herida leve en el costado.

En respuesta, Hades convocó manos espectrales desde la tierra para intentar atrapar a Loki. Sin embargo, Loki volvió a desaparecer, reapareciendo en otro punto del campo. Al percibir la desventaja, Hades recubrió su cuerpo por completo con una armadura de oscuridad, como si fuera una coraza, para resistir los ataques sorpresa de Loki.

Loki, viendo esto, decidió escalar su ofensiva. Canalizó su fuerza, invocando más y más dagas hasta formar un dragón hecho de dagas mágicas, que lanzó contra los espectros de Hades. Pero Hades, implacable, seguía convocando nuevos espectros conforme los anteriores eran destruidos. Entonces levantó dos gigantescas manos espectrales, que se cerraron sobre el dragón de Loki, logrando retenerlo. Acto seguido, envió a sus espectros contra el dragón, destruyéndolo parte por parte.