Capítulo 26: Cuerno y colmillos

Por todos los rincones nuevamente se escuchaba esa voz inconfundible:

—Es hora de comenzar el torneo.

Nuevamente daba inicio la tercera fase. Las puertas se abrieron y, otra vez, todas las criaturas de la oscuridad empezaron a dirigirse hacia el evento. El estadio se llenó rápidamente, de espectadores por presenciar esos impresionantes combates y ansioso por descubrir quién se alzaría al final.

Las reglas para esta tercera fase serían las mismas que en la segunda: solo puede haber un ganador, y el perdedor debe perecer inevitablemente. Lo anunciaba el árbitro con su voz poderosa, que se alzaba por todas partes. No había un rincón en todo el mundo oscuro que no la hubiera escuchado.

—Bien, la espera ha terminado. ¡Comencemos con la tercera fase de este torneo! Que pase nuestro primer participante.

La multitud se quedó en silencio, esperando ver quién sería el primero en entrar. Toda la atención se dirigía hacia la entrada. Se escucharon pasos… pero no eran pasos comunes. Eran pasos firmes, pesados, de una bestia de cuatro patas, y solo había un competidor que cumplía con esas características.

Desde el fondo se escuchó un relincho. Una figura salió disparada hacia el centro del estadio con gran belleza: un ser majestuoso que brillaba con cada paso.

—Nuestro próximo participante es el símbolo de la pureza y la luz: ¡el Unicornio!

El Unicornio comenzó a galopar alrededor del estadio, mostrando su fuerza y determinación, hasta detenerse en el centro, con la mirada fija en la entrada por donde aparecería su rival.

—Ahora, nuestro próximo participante…

Los espectadores esperaban ansiosamente para ver quién sería el contrincante. Pasaron segundos, pero nada salía. El murmullo crecía; todos se preguntaban qué ocurría. Entonces, desde el fondo del suelo, emergió una gran serpiente, dejando a todos impactados.

El Unicornio se mantenía inmóvil, sin mostrar miedo alguno.

—Nuestro próximo participante es el rey de las serpientes y del veneno: ¡el Basilisco!

Con un simple siseo, el Basilisco fue capaz de silenciar el estadio por completo. Nadie se atrevía a mirarlo detenidamente; su poder era demasiado fuerte, y con un simple descuido cualquiera podría convertirse en piedra.

—Bien… que comience el combate.

Rápidamente, el Basilisco intentó usar su poder petrificador. Sin embargo, el Unicornio, con gran seguridad, no apartó la vista de él. Parecía incluso provocarlo, mientras la punta de su cuerno comenzaba a brillar.

El Basilisco, sorprendido, concentró más fuerza en sus ojos, intentando convertirlo en piedra, pero nada surtía efecto. El Unicornio no parecía afectado por su poder.

Todos a su alrededor estaban intrigados. ¿Cómo era posible que resistiera semejante habilidad?

—Ya veo… incluso yo no lo esperaba —dijo el árbitro con voz alta y clara—. Tal parece que el Unicornio es capaz de contrarrestar la maldición de la petrificación del Basilisco.

El misterio había sido resuelto: la mejor arma del Basilisco era inútil contra su rival.

El Unicornio, sin perder tiempo, invocó la luz por todo su cuerpo, generando una armadura completamente luminosa. Sabía que su oponente, incluso sin su poder petrificante, seguía siendo un adversario temible.

El Basilisco, al verse incapaz de convertirlo en piedra, exhaló con fuerza un humo venenoso, cubriendo toda el área y evitando la mirada del Unicornio.

Pero este, sin titubear, galopó directamente hacia él, adentrándose de lleno en aquella nube tóxica. Desde el interior, una gran luz comenzó a brillar, dispersando por completo el veneno.

El Unicornio podía purificar incluso el veneno del Basilisco. Ahora, sus dos mejores armas parecían inútiles frente a aquel ser de pureza.