Dormí mal.
Bueno… técnicamente no dormí. Cerré los ojos, sí, pero mi cerebro se dedicó a reproducir todas las maneras posibles en que podía morir en un Tour Romántico Interdimensional.
A las 5:47 a.m., mi bolso vibró.
No el celular.
El bolso.
Me incorporé como alma que ve un ex en el supermercado. Revisé dentro.
Ahí estaba.
Un sobre negro, con bordes dorados que parecían respirar.
Lo toqué con la punta del dedo. El sobre ronroneó.
RONRONEÓ.
Como si fuera un gato elegante… o un contrato hambriento.
—Ay, no —susurré—. Esto no es normal. Esto no es normal para absolutamente nadie.
Respiré hondo y lo abrí.
El papel desprendió un olor a vainilla y… ¿azufre?
Encima tenía letras doradas que se reacomodaban solas, buscando que yo las leyera.
CONTRATO TEMPORAL — GUÍA HUMANA
Ruta: Tour Romántico Premium Interdimensional
Riesgos: moderados a absurdos
Probabilidad de muerte: técnicamente baja
Eso no tranquiliza a nadie.
Seguí leyendo:
“La guía se compromete a NO:
— Ser consumida, poseída, transformada, ni reclamada en matrimonio por ninguna entidad sin consentimiento firmado.
— Atraer accidentalmente criaturas adicionales al tour.
— Romper portales.
— Provocar a seres de nivel Omega, Beta o Desastre Clase 3.”
—¿Qué soy yo, una cazadora de demonios? —dije en voz alta.
Al final, un espacio para la firma brillaba como si tuviera vida.
Recordé la advertencia del día anterior:
“Si empieza a brillar, NO lo firmes. Es una copia para almas.”
Y claramente… estaba brillando.
—Ajá. No, gracias —murmuré.
Justo cuando intenté cerrar el sobre, el papel me mordió.
—¡AY! ¡¿QUÉ TE PASA?! —grité, agitando la mano como si hubiera tocado fuego.
El contrato soltó lo que parecían ser pequeños gruñidos de enojo y se quedó quieto… como si estuviera ofendido porque no quería firmar.
Lo tiré sobre la mesa.
—Te firmo más tarde, psicópata de celulosa —le dije.
El contrato vibró, indignado.
Antes de que pudiera seguir peleando con un objeto inanimado, mi celular sonó.
Director:
La recogemos en 20 minutos. Prepárese. No lleve ajo.
Pegué un grito mudo y me vestí como pude: pantalón cómodo, camiseta negra, chaqueta ligera… y cara de “no estoy lista para nada de esto”.
Minutos después, una bocina resonó afuera.
No era una bocina normal.
Era un BUUUUUOOOOOOOM que hizo temblar las ventanas.
Salí corriendo.
Frente a mi casa había un bus… dorado. Gigante. Brillante. Con luces parpadeantes y un letrero que decía:
TOUR ROMÁNTICO PREMIUM — SOLO VALIENTES
—Dios mío… —susurré.
La puerta se abrió sola.
El director apareció desde adentro, impecable como siempre.
—Bienvenida, Lía. —Me hizo un gesto—. Suba, por favor. El grupo ya está esperando.
Esperando.
ESO sí me preocupaba.
Subí.
Y lo primero que escuché fue un aullido…
seguido de una risa malévola…
seguida de una discusión entre dos vampiras por un asiento junto a la ventana.
El bus estaba repleto.
Vampiros con cafés helados.
Brujas con gatos que hablaban.
Un espectro que revisaba una lista flotante.
Un demonio pequeño que intentaba comerse el cinturón de seguridad.
Y todos voltearon a verme al mismo tiempo.
Yo me congelé.
Al fondo, una vampira de vestido rojo me sonrió con colmillos afilados:
—¡Oh, miren! La humana nueva. Qué adorable.
El director palmeó mis hombros.
—Bueno, Lía… empieza tu capacitación.
El bus rugió.
El suelo vibró.
Y en un abrir y cerrar de ojos…
NO estábamos en mi calle.
Estábamos atravesando un portal gigante lleno de luces, chispas y gritos de emoción de las brujas en la fila 3.
Yo me agarré del asiento.
Con todo el caos a mi alrededor, pensé:
“¿Qué demonios estoy haciendo aquí?”
Y el director, como si leyera mi mente, respondió:
—Sobreviviendo, Lía.
Así empiezan todas nuestras guías.