El Tour Romántico Más Peligroso del Mundo

CAPÍTULO 3 — Bienvenidos al infierno (romántico)

El portal terminó de tragarse el bus con un sonido parecido a un slurp gigante.

Yo me aferré al asiento como una turista primeriza en una montaña rusa barata.

Cuando abrí los ojos, estábamos en… bueno, no sé cómo describirlo.

Imagina un destino turístico hermoso.

Ahora mézclalo con la peor idea interdimensional de urbanismo.

Un cielo morado.

Montañas flotando.

Aves gigantes con ojos de fuego.

Y, al fondo, un hotel romántico que parecía una mezcla entre castillo medieval, motel barato y palacio embrujado decorado por alguien con gusto cuestionable.

—Bienvenidos al Valle de Corazones Perdidos —anunció el director con voz ceremoniosa.

Los pasajeros aplaudieron emocionados.

Yo no.

Yo estaba ocupada revisando si tenía todavía alma. Uno nunca sabe.

El bus se detuvo frente al hotel y las criaturas empezaron a bajarse.

Una bruja con sombrero rosado se inclinó hacia mí.

—¿Eres la nueva guía humana? —preguntó.

—Eh… sí.

—Perfecto. ¿Puedes ayudarme con mi equipaje? —Señaló una maleta flotante del tamaño de un refrigerador.

—¿Pesa mucho?

—No, solo contiene objetos sensibles al sol, pociones volátiles, dos grimorios vivos y mi ex. —Hizo una pausa—. El grimorio, no mi ex-marido.

Ninguna de esas opciones sonaba segura.

Mientras me debatía entre tocar o no tocar la maleta mutante, un licántropo musculoso y de piel bronceada se me acercó.

—Hola, humana. —Su voz era profunda—. Hueles a miedo.

—Es mi perfume natural —respondí sin pensar.

El licántropo sonrió… demasiado.

A mi lado, una pareja de vampiros ya discutía.

—Te dije que no trajeras tu ataúd portátil —dijo ella.

—¡Es edición limitada! —respondió él—. ¡Tiene aire acondicionado!

La bruja seguía esperando mi respuesta.

La maleta seguía flotando, mirándome como si quisiera devorarme.

El licántropo seguía oliéndome.

Yo solo podía pensar:

“¿Dónde está el botón para renunciar?”

El director apareció detrás de mí, como siempre sin hacer ruido.

—Lía, acompáñame. Debo presentarte al encargado del hotel.

—¿Encargado? ¿Como un recepcionista?

—No exactamente —respondió él—. Es el guardián del establecimiento. Un ser muy… profesional. Pero no lo provoques. Nunca. Bajo ninguna circunstancia.

¿Por qué cada frase que decía venía con una amenaza implícita?

Entré al hotel.

Y ahí lo vi.

Una criatura alta, elegante, con traje de botones, guantes blancos y ojos completamente blancos. Sin pupilas. Sin expresión. Su piel gris pálido parecía piedra pulida.

Pero lo que realmente me paralizó fue que no tenía boca. Ninguna.

El director me lo presentó:

—Lía, este es El Conserje.

El Conserje se inclinó con un gesto perfecto, mecánico.

—Él se encarga de los registros, habitaciones, seguridad y… —el director bajó la voz— control emocional de los huéspedes.

—¿Control emocional? —pregunté.

—Sí. Cuando una pareja empieza a discutir demasiado fuerte, él interviene. —El director hizo una pausa—. Y cuando digo “interviene”, significa que los separa… físicamente. En distintos planos.

Perfecto.

Un recepcionista que podía teletransportarte a otra dimensión si te ponías tóxica.

El Conserje extendió una mano.

Una mano completamente fría.

Yo la estreché, temblando un poco.

La criatura inclinó la cabeza y emitió un sonido grave, como viento entrando por una cueva.

—Dijo “bienvenida” —interpretó el director—. Tiene un acento raro, pero se acostumbra.

Yo asentí, aunque no estaba segura de querer acostumbrarme.

El director me entregó una carpeta.

—Estas son las actividades románticas del día. Tu trabajo es acompañar a los huéspedes, resolver problemas, mantenerlos contentos y evitar tragedias.

—¿Qué tipo de tragedias? —pregunté con miedo.

—De todo tipo.

Triángulos amorosos, maldiciones espontáneas, transformaciones en plena cita, posesiones, retos territoriales entre vampiros y lobos… lo usual.

Lo.

Usual.

Respiré hondo.

—¿Algo más que deba saber?

El director asintió con seriedad.

—Sí. Uno de los huéspedes preguntó específicamente por ti.

—¿Por mí? ¿Quién?

Apareció detrás de nosotros un remolino de humo plateado. Y de él emergió un hombre alto, guapo… peligrosamente guapo. Piel pálida, ojos rojos suaves, sonrisa que daba problemas.

Lo reconocí.

Era el vampiro que había intentado besarme en el pasillo de la agencia.

—Mi heroína —dijo él, inclinándose ante mí—. Sabía que volvería a verte.

Yo quería desmayarme. No de amor.



#231 en Paranormal
#1923 en Otros
#148 en Aventura

En el texto hay: comedia fantástica, romántica paranormal

Editado: 08.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.