Llegamos al muelle del Lago Susurro Profundo, que tenía nombre de experiencia relajante… pero el agua hacía exactamente lo contrario: se movía sola, como si respirara.
Y no una respiración suave.
No.
Era una respiración tipo “estoy vivo y quiero comerte”.
Las góndolas flotaban alrededor, temblando como si intentaran escapar.
Yo no las culpo.
Tarek, mi asistente mitad algo, estaba feliz.
—Hoy está tranquilo —dijo.
—¿Eso te parece tranquilo? —señalé el agua, que acababa de tragar una piedra del tamaño de mi cabeza.
—Sí. Ayer intentó tragarse un árbol entero. Mejoró muchísimo.
El vampiro VIP, por supuesto, estaba encantado.
—Un ambiente perfecto para el romance —dijo, acercándose demasiado—. El peligro une a las almas.
—Yo preferiría un café —respondí.
Mientras tanto, la bruja del sombrero rosado se subía a una góndola con su gato parlante.
El gato murmuró:
—No me gusta este lago. Tiene opiniones.
La góndola avanzó apenas un metro… y el agua intentó morderla.
—¡EH! ¡RESPETA! —le gritó la bruja al lago, como si fuera un vecino grosero.
El lago respondió con una burbuja enorme, muy ofensiva.
Tarek sacó un control remoto.
—Bien, Lía. Tú vas coordinando las parejas y yo activo el modo suave.
—¿Qué es el modo suave?
—Una función que reduce el hambre del lago.
Yo fruncí el ceño.
—¿Cómo reduces el hambre de un lago?
—Con música romántica, duh.
Presionó un botón.
De repente, unos altavoces invisibles empezaron a sonar…
boleros.
Boleros paranormales, desafinados, con voces fantasmales.
El agua dejó de moverse.
Las góndolas dejaron de temblar.
El lago… suspiró.
—¿Eso funcionó? —pregunté, incrédula.
—Sí. El lago es muy emocional —dijo Tarek orgulloso—. Le gustan las historias de amor trágico.
El vampiro VIP tomó mi mano.
—¿Te cuento la mía? Es muy trágica.
—No, gracias.
Pero ya estábamos todos subiendo a las góndolas.
Yo iba en la principal, junto con:
• Tarek (felizmente irresponsable),
• el vampiro VIP (románticamente peligroso),
• una pareja de espectros recién comprometidos que solo querían flotar abrazados,
• y un duende romántico que llevaba flores que parecían… morder.
La góndola se movió sola hacia el centro del lago.
El vampiro me miraba como si yo fuera el único postre del buffet.
Tarek intentaba controlar el volante, aunque no había volante.
Los espectros flotaban felices.
El duende tarareaba algo espantoso.
Todo parecía casi perfecto.
Demasiado perfecto.
Y cuando un tour interdimensional parece perfecto…
algo va a explotar, ahogarse, incendiarse o intentar devorarte.
A mitad del paseo, el agua cambió de color.
De azul a… rojo brillante.
Tarek palideció.
—Oh no…
—¿Qué? —pregunté.
—Está entrando en modo dramático.
—¿Modo qué?
El lago rugió.
¡RUGIÓ!
Como un dragón con dolor de garganta.
Las demás góndolas comenzaron a alejarse solas.
El vampiro se puso de pie.
—Lago, escúchame —declaró con voz poderosa—. No lastimarás a mi humana.
—NO SOY TU HUMANA —grité, pero ya era tarde.
El lago respondió con una ola gigante que se levantó frente a nosotros.
Una forma… algo así como un rostro hecho de agua y fuego… emergió del centro.
Los espectros chillaron.
El duende se metió dentro de su cubeta.
Tarek gritó:
—¡LÍA, HAZ ALGO!
—¿QUÉ QUIERES QUE HAGA? ¡NO SÉ NADAR ROMÁNTICAMENTE!
La ola cayó sobre la góndola.
Yo cerré los ojos.
Y justo cuando pensé que moriría devorada por una masa acuática con problemas emocionales…
sentí que nos jalaron hacia arriba.
Abrí los ojos.
La góndola estaba suspendida en el aire.
Flotando.
Como si una fuerza invisible la sujetara.
La bruja del sombrero rosado, desde la orilla, levantaba ambos brazos.
—¡SIGAN! —gritó— ¡YO LO TENGO! ¡APROVECHEN QUE ESTÁ DE BUEN HUMOR!
El lago rugió otra vez, pero ella lo calmó con un hechizo en forma de corazón rosa.
Tarek me miró, empapado, con hojas en la cabeza.
—Bueno… —tosió—. Eso salió mejor que ayer.
El vampiro me ofreció su capa para cubrirme.
—Permíteme, humana. No dejaré que tiembles de frío.
—No tiemblo por frío —respondí—. Tiemblo porque esto es una locura.