La reina se reía al ver a Alysa y Seema representando exageradamente la escena de cuando Casia intentaba salir del agua. Las chicas exageraban un poco más de la cuenta.
—¿Qué le hiciste? —le preguntó a su hija mientras se secaba las lágrimas con un pañuelo.
—No llegué a hacerle nada. La madre superiora me paró antes de que pudiera terminar —contestó la princesa al sentarse al lado de su madre—. ¿Qué podía ser lo que estaba tirando de ella, madre?
—No lo sé. Cualquier animal que estuviera en ese momento merodeando por allí.
—¿Puedo hacer que los animales me obedezcan? —inquirió con sorpresa.
—Cualquier animal acuático. Desde el más pequeño al más grande. Desde el más débil al más salvaje. Con práctica puedes hacer que hagan cualquier cosa por ti —le respondió la reina acariciando la melena dorada tan igual a la de ella, aunque más corta.
—Es increíble. Seema puede hacerse invisible, pero no por mucho tiempo.
—Cuando practique lo suficiente lo hará por todo el tiempo que quiera.
Seema sonrió a la mujer al sentarse a su lado y su majestad las abrazó.
—Me alegro de que estéis aquí conmigo. Me aburría en esta habitación sola todo el día. ¿Sabéis algo de vuestros padres?
—Están bien, no te preocupes. Los capitanes están con ellos —le respondió su hija.
—¿Los capitanes?
—Bastiaan y Lysander —contestaron las dos jóvenes con una sonrisa y las mejillas coloreadas de rojo.
La reina las miró a ambas y se echó a reír.
—Me parece que los capitanes se han metido en vuestro corazón, ¿verdad?
Las chicas se miraron aún más sonrojadas que antes.
—¡Es estupendo! —exclamó la reina ilusionada—. No podría haber dos hombres más buenos y guapos que ellos, bueno, exceptuando a mi marido, claro.
***
Los capitanes se encontraban con las orejas pegadas detrás de las puertas blancas.
—Se escuchan risas —dijo Lysander con sorpresa.
—Muchas risas —confirmó Bastiaan—. Risas de mujeres.
—¿Nos habremos equivocado de habitación? —preguntó en un murmullo y con el ceño fruncido ante aquella posible metedura de pata.
—No lo creo. Conocemos el palacio mejor que las palmas de nuestras manos. Esta es la habitación de los reyes y es la que utiliza el Comandante como habitación desde que empezó la revolución. Es imposible que nos hayamos equivocado.
—¿Y cómo te explicas entonces que escuchemos risas femeninas? —quiso saber su compañero mientras se erguía con los brazos cruzados a la altura del pecho.
—Puede que sean las chicas —contestó Bastiaan encogido de hombros.
—¿Y si no son ellas? A lo mejor son prostitutas que el Comandante utiliza para divertirse por la noche.
—Averigüémoslo.
Los capitanes abrieron un poco la puerta con sigilo, con mucho cuidado para no llamar la atención de las mujeres. En silencio, se asomaron a la habitación de donde procedían las risas.
—¡Bingo! —gesticuló Bastiaan con la boca a su compañero.
Lysander sonrió y llamó a la puerta. Las muchachas dejaron de reír, se pusieron en pie de un salto y se abrazaron asustadas.
—¿Será él, madre? —preguntó la princesa con el corazón a mil por hora.
—No debería. Aún no es la hora.
—Deberíamos preguntar —opinó Seema detrás de la reina.
Adrienne cogió aire y lo expulsó despacio para armarse de valor e inquirir:
—¿Quién es?
—Los capitanes Bastiaan y Lysander, majestad —contestó el primero por la pequeña rendija que había abierto.
Las tres se miraron sorprendidas, perplejas. No podían ser ellos. Estaban encerrados en las mazmorras. Era posible que fuera una trampa del Comandante.
Alysa reunió el valor suficiente y se dirigió a las tablas de madera para ver si era verdad o simplemente una trampa. Se asomó por la rendija y los ojos se le abrieron como platos al ver el pelo y los ojos negros de Bastiaan al otro lado de la puerta.
—¡Bastiaan! —gritó al abrir y lanzarse a sus brazos—. Creía que te habían herido.
—Y lo hicieron —sin saber cómo ni porqué, la abrazó con fuerza—. Lysander me curó.
Seema y la reina se acercaron a los recién llegados. La chica se abalanzó sobre Lysander para abrazarlo y éste no opuso resistencia. Quería abrazarla desde que el Comandante se la había llevado consigo.
—¿Estáis bien? —preguntó mientras le acariciaba el pelo negro azabache a la joven.
—El Comandante está buscando los anillos. Es raro que no los haya encontrado todavía —Alysa al separarse solo unos pocos centímetros del capitán.
—Y no creo que lo haga —Lysander metió la mano en el bolsillo de su pantalón y sacó los dos anillos.