El tridente de Poseidón

Capítulo 21

Bastiaan se despertó con un sobresalto. Alguien le había dado un golpe en el estómago. 

No había sido muy fuerte, pero lo había despertado. Miró un poco hacia abajo y vio la dorada melena de su princesa. Estaba dormida, aunque parecía estar soñando con alguien. Alysa le dio otro golpe en el estómago, esta vez un poco más fuerte. El capitán se incorporó en el sofá y la llamó.

—Alysa —le susurró al oído—. Despierta —la joven abrió los ojos y miró a su alrededor asustada—. ¿Estás bien? 

—He tenido una pesadilla. 

—¿La misma que la de la otra noche? 

—Casi todas las noches se repite.

—Tranquila, solo es una pesadilla. Vuelve a dormir —le dijo mientras la tumbaba en el sofá con delicadeza. Se levantó con cuidado y se encaminó hacia la puerta donde Lysander lo esperaba. 

—¿Has dormido bien? —le preguntó su amigo. 

—No me puedo quejar. ¿Ha dado ya la señal?

—Aún no, pero no creo que tarde mucho más. Ya es de madrugada. 

—Espero que traiga buenas noticias. 

En ese mismo instante se escuchó un pequeño golpe, como si llamaran a la puerta. 

—Esa es la señal —le informó Lysander.

Bastiaan deshizo el hechizo de protección y las trampas, abrió la puerta, salió por el hueco de la chimenea y encontró a su espía escondido entre las sombras. 

—¿Cómo os van las cosas, caballeros? —inquirió el espía con una voz ronca. 

—Podríamos estar mejor. ¿Qué información traes? —Bastiaan se sentó con cautela en el sillón. 

—Mañana por la noche tendréis una oportunidad. 

—¿Y eso por qué? —preguntó Lysander con la mano en la pistola de su cinturón. 

—Dará su baile anual de máscaras. Todos los invitados llevarán la cara tapada, así que, será muy fácil meteros en la fiesta y acabar con él. 

—¿Y cómo entramos en la fiesta? Todos los pasadizos que construimos están vigilados —dijo Bastiaan con tranquilidad. 

—No todos. El de la mazmorra no lo está. Os traeré la vestimenta adecuada, saldremos por el pasadizo y llegaremos al salón de baile. Vosotros solo tendréis que preocuparos de esconder las armas debajo de las ropas. 

—¿No cachearon? —quiso saber Lysander. 

—Si vais conmigo no. 

—¿A qué hora? 

—Un poco antes de medianoche. Conseguiré que el Comandante se vaya de aquí para prepararse. En cuanto todo esté despejado os daré la señal. 

Ambos capitanes asintieron. 

—Gracias por tu ayuda —le agradeció Bastiaan estrechando la mano del espía. 

Éste no dijo nada. Hizo una reverencia con la cabeza y se marchó. 

—¿Crees que mañana por fin acabará todo? —le preguntó Lysander a su compañero. 

—Eso espero —le contestó dando unos golpecitos en el hombro de su amigo para desaparecer por el hueco de la chimenea unos segundos más tarde. 

Volvió a realizar el hechizo de protección y las trampas, y regresó junto a Alysa. 

—¿Tengo que hacer guardia o me puedo ir a dormir? —inquirió Lysander antes de entrar en el salón con un bostezo. 

—No creo que haga falta. Mejor descansa para mañana. Será un día muy largo.

Se tumbó en el sofá, al lado de la princesa, y la abrazó. 

***

El sol se levantó de su sueño iluminando con su intensa luz. La isla estaba sumergida, pero los rayos de luz llegaban hasta ella como si estuviera en la misma superficie del océano. 

El Comandante se despertó contento. Aunque hoy tampoco lograra encontrar el contrahechizo y la puerta oculta, estaba alegre. Esa noche celebraría su baile anual de máscaras y era la ocasión perfecta para escoger a su futura reina para el nuevo mundo. 

Se vistió con rapidez y se fue a la cueva. Ya estaba llena de gente. Los expertos preparaban las máquinas mientras los mercenarios y el capitán Corban los vigilaban. No lograba confiar en el experto. ¿Por qué? No lo sabía. Pero una extraña sensación le decía que no podía fiarse de él. Y esa sensación pocas veces se equivocaba. 

Se acercó al sofá donde estaba sentado el capitán Corban y se sentó a su lado. 

—¿Has averiguado algo? —le susurró el Comandante. 

—No, señor. Miré en la biblioteca toda la noche, pero no he encontrado nada. 

—Yo tampoco. Supongo que no hay contrahechizos para los de protección. 

—Supongo. ¿Va a celebrar el baile de máscaras esta noche, señor?

—Por supuesto, como todos los años. 

—¿Está seguro? Podría ser peligroso. 

—¿Por qué? ¿Piensas que saldrán de su escondite para asesinarme? 

—Existe esa posibilidad. Sería una gran oportunidad. 

—La sería. Pero ellos no saben que celebro ese baile. Llevan dieciocho años fuera de la isla y los reyes y el general estaban recluidos en las mazmorras sin enterarse de nada —se levantó y se acercó a la chimenea—. No creo que aprovechen esa oportunidad, capitán. 




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