—¿Vais a un baile de máscaras?
—Más o menos. No tardaremos mucho. Esperadnos abajo —contestó Bastiaan mientras la guiaba hacia la chimenea.
—¿No podemos ir nosotras? Hace mucho… —empezó a decir la princesa mientras se resistía para entrar en el pasadizo.
—No, no podéis venir —decidió el capitán tajantemente.
—¿Por qué? Hace mucho tiempo que no salimos de aquí. Si vosotros podéis salir, ¿por qué nosotras no? —inquirió Seema, enfadada.
—Porque es peligroso. Nosotros estamos entrenados para no ser vistos, vosotras no —respondió Lysander mientras la empujaba suavemente para que entrara en el hueco de la chimenea.
—Yo puedo hacerme invisible también.
—Me da igual. No vais a venir —los dos capitanes andaban despacio para guiarlas sin que se dieran cuenta hasta el pasadizo y poder cerrar la puerta.
—Pero…
—Pero nada. Es peligroso y punto. Se acabó la discusión. Esperarnos abajo. Cuanto antes os vayáis, antes regresaremos —Bastiaan consiguió que pasaran por el hueco, se despidió de Alysa con un beso en la frente y cerró la puerta.
—Caballeros, es la hora. Hay que darse prisa —dijo el espía aún escondido en las sombras.
Los capitanes se encaminaron con el espía por el pasadizo que llegaba hasta las mazmorras, salieron de las celdas y subieron al salón de baile por la escalera de caracol escondida en la cocina.
Ya habían llegado casi todos los invitados y el Comandante estaba sentado en el trono para presidir el baile.
—Es un verdadero placer tenerlos a todos aquí otro año más —anunció mientras se levantaba para que se le viera y escuchara bien en toda la sala—. Este baile va a ser muy especial. Como ya sabéis, llevo dieciocho años reinando en la isla y, como cualquier rey, necesito una reina. ¿Y qué mejor ocasión que esta para encontrar una? Así que, esta noche, elegiré a la que será mi futura esposa de entre todas las señoritas solteras que están presentes. Ya sé que esto no lo mencioné en la invitación, pero he querido que sea una sorpresa. Bueno, sin más preámbulos, ¡qué empiece el baile de máscaras! —se sentó en la silla dorada y se tapó la cara con la máscara de tiburón que había elegido para la ocasión.
La música empezó a sonar y los invitados a bailar. Parecían alegres y ajenos a lo que pasaba en realidad en aquel palacio de isla Sirena.
Bastiaan y Lysander miraron al espía para que les aclarara lo de la esposa.
—Eso no lo sabía. Lo juro —respondió el aludido levantando las manos en señal de rendimiento.
—Está bien. Prosigamos con el plan. Cuanto antes lo hagamos antes nos iremos de aquí y todos quedaremos liberados por fin —dijo Bastiaan.
Los dos capitanes se mezclaron con los mercenarios más cercanos al Comandante. Cada paso que daban les llevaba un poco más cerca de su objetivo: eliminar al Comandante.
Estaba a un solo paso de la eliminación cuando unos murmullos los distrajeron.
Los capitanes miraron hacia donde todos los presentes se habían amontonado para ver a alguien, se miraron entre ellos confundidos, pero siguieron en su puesto. No les estaba permitido dar un paso en falso. El plan podría irse al garete.
El Comandante se levantó del trono y se acercó a la multitud para que le dejaran ver lo que había hecho que sus invitados interrumpieran sus bailes y sus charlas.
Cuando llegó hasta la distracción, se quedó con la boca abierta. Dos muchachas disfrazadas esperaban poder entrar en la fiesta.
—Señoritas —las saludó el Comandante con una reverencia—. Habéis iluminado esta fiesta con vuestra presencia. ¿Me permitís este baile? —le tendió la mano a la muchacha rubia con una gran sonrisa amable en los labios.
La joven no habló, solo sonrió y le tomó la mano. Ambos se acercaron hacia el centro del salón cuando la música empezó a sonar y el Comandante y la chica comenzaron a bailar.
—No sé vuestro nombre, hermosa dama.
—Me… Me llamo Casia —respondió la muchacha casi en un susurro.
—¿De qué reino sois? Si no os importa que os pregunte.
—Del norte.
—¿La hija del rey Neo?
—La misma.
—¿No ha podido venir vuestro padre?
—No, señor. Le surgió un problema. Nos mandó a mi prima y a mí en su lugar.
—Estupendo.
Siguieron bailando hasta que los músicos cambiaron de canción.
Los capitanes continuaban en sus puestos, cada uno en un flanco del trono. Observaron al Comandante bailar con la chica rubia y a uno de los invitados con la amiga de ésta.
—Tengo la sensación de que conozco a esa chica —dijo Bastiaan entre dientes, mirando a la muchacha.
—Y yo —confirmó Lysander mirando a la morena.
Las jóvenes miraban de un lado a otro, como si estuvieran buscando a alguien. Cuando terminó la canción, los vieron. Clavaron la mirada en los guardias que flanqueaban el trono y les sonrieron.