Lysander le dedicó una sonrisa sarcástica y siguió observando al Comandante y al invitado. ¿No podían bailar sin tener que meter mano? «¿Tan difícil es no meter mano donde no deben?», pensó mientras miraba con cara de pocos amigos a los dos hombres.
Bastiaan regresó unos minutos más tarde para ocupar su puesto.
—Nos va a dar un poco de tiempo para que podamos sacarlas de aquí, pero tenemos que hacerlo rápido.
—¿Qué va a hacer?
—Eso no lo sé. Nos hará una señal.
Lysander asintió y siguió observando al invitado de “manos largas” casi sin pestañear. El Comandante continuaba bailando con Casia cuando uno de sus guardias lo interrumpió:
—Disculpe, señor.
—¿Qué pasa? ¿No ves que estoy ocupado? —le preguntó furioso.
—Lo sé, pero es que el sistema de seguridad ha captado algo extraño, señor.
El Comandante se quedó paralizado. «Por fin voy a cazar a esas ratas», pensó con emoción.
—Discúlpame, tengo que arreglar un problema. Sigue disfrutando de la fiesta en mi ausencia —le dijo a la chica besando su mano mientras le hacía una reverencia—. No tardaré mucho.
Se marchó a toda velocidad con el mercenario detrás de él, pisando sus talones. Llegaron a la sala central del sistema de seguridad y preguntó:
—¿Qué ocurre? ¿Qué ha detectado?
—Creo que ha sido una falsa alarma, señor —contestó el técnico, sentado en la silla.
—¿Cómo que ha sido una falsa alarma?
—Me parece que alguien ha estado trasteando en los ordenadores, señor. Ha creado una alarma falsa.
—¿Quién ha sido? ¿Y no se supone que sois vosotros los responsables de que no entre nadie aquí? ¿Habéis sido alguno de los dos? —los interrogó con la cara roja de rabia y los ojos envueltos en llamas de furia.
—No, señor. Somos los responsables, pero yo he ido al servicio un momento y, cuando he vuelto, la alarma ya se había activado —le contestó el técnico un poco amedrentado.
—Quiero que averigües quién ha sido el que ha hecho saltar la alarma. Y quiero saberlo cuando acabe el baile. No quiero que mis invitados se enteren de esto. ¿Me he explicado bien? —inquirió mirando al mercenario y, después, al técnico.
Ambos asintieron tragando saliva con dificultad y el Comandante salió de la sala como una bala. «Estoy rodeado de inútiles», pensó de camino hacia el salón de baile.
***
Mientras el Comandante regañaba a sus hombres, los dos capitanes se acercaron a las chicas para sacarlas de la fiesta rápidamente. Bastiaan se encargó de Alysa y Lysander de Seema.
Consiguieron que los invitados las dejaran en paz unos minutos y las llevaron lejos del salón. Caminaron sin decir ninguna palabra hasta las mazmorras, teniendo cuidado de que no los vieran o siguieran.
—Suéltame —le ordenó Alysa a Bastiaan intentando quitar la mano del hombre de su brazo.
—¿Se puede saber qué estáis haciendo? —quiso saber el capitán, enfadado.
—Solo queríamos divertirnos. Llevamos dos semanas escondidas bajo tierra.
—No es momento para divertirse. Os habéis puesto en peligro. ¿Y si os hubiera reconocido el Comandante?
—No lo ha hecho.
—Pero podría haberlo hecho —le gritó furioso, parado en la puerta del pasadizo de la mazmorra.
—Perdona, no pensamos en que podría descubrirnos. Lo siento —le contestó bajando la mirada al suelo con los ojos vidriosos.
—¿Cómo habéis podido salir de la cueva? —inquirió Lysander enmarcando el rostro de Seema entre sus manos.
—La puerta estaba abierta, vimos los disfraces y no pensamos en que nos exponíamos al peligro hasta que tuvimos al Comandante enfrente de nosotras. Lo sentimos.
—Tranquila. Ha sido culpa nuestra. Debimos cerrar bien la puerta antes de irnos.
—Tenéis que volver al refugio ahora mismo —dijo Bastiaan al abrir el pasadizo.
—¿Vosotros no venís? —preguntó Alysa, asustada. ¿Y si los descubrían?
—Antes tenemos que hacer algo aquí —el capitán miró a la princesa y siguió con la mirada la lágrima que le resbalaba por la mejilla para acabar en la comisura de su boca, pequeña y fina, perfecta para ser besada. Se acercó a ella y la abrazó con fuerza—. No te preocupes. Nos reuniremos con vosotras lo antes posible.
—De acuerdo. Vamos, Seema —la princesa se apartó del capitán y entró en el hueco de la chimenea seguida de su amiga.
—¿Estás bien? —le inquirió Seema a su amiga.
—No es nada.
***
—Capitanes, tenéis que iros de aquí ya —les avisó el espía desde la puerta de las mazmorras—. El Comandante viene para acá.
Bastiaan y Lysander se miraron unos segundos y salieron corriendo hacia el salón de baile por el pasillo más alejado del Comandante.