El tridente de Poseidón

Capítulo 31

La noche pasó en un suspiro y el sol empezó a asomar por el horizonte. Armando subió al piso alquilado y llamó al timbre.

—Buenos días, Aquiles —le dijo al capitán cuando éste abrió la puerta.

—¿Qué tal la noche? 

—Estupendamente bien —le contestó el anciano con una sonrisa de oreja a oreja.

—Voy a llamar a los demás para que te ayuden. 

—Ya saben dónde encontrarme. 

Armando se dio media vuelta, bajó las escaleras y salió de la casa. Bastiaan se acercó a la habitación de Lysander y el general, llamó a la puerta y esperó la respuesta:

—¡Entra!

—Despierta, hay que trabajar —le dijo a su amigo con cansancio. 

Lysander se levantó de la cama trabajosamente y Bastiaan se tiró sobre el colchón, boca abajo. Se quedó dormido al instante. 

El capitán despertó al general y salieron del dormitorio para dejar descansar a su compañero. 

—¡Lysander! —lo llamó Bastiaan con la voz medio dormida—. Echa un vistazo por el bosque. Anoche escuché algo, pero no vi nada. 

—Está bien. Me escaparé un ratito para echar un vistazo. Descansa. 

Cerró la puerta despacio, se escondió un cuchillo en el calcetín y se fue a ayudar a Armando. 

***

Al mediodía, mientras todos estaban ocupados en sus quehaceres, Lysander se escapó para mirar en el bosque. Rastreó en la hojarasca y encontró algo: dos juegos de huellas que parecían que habían tenido una pelea. Buscó un poco más por esa zona y encontró sangre en el tronco de un árbol cercano. Continuó investigando, pero no había nada más. Las huellas se perdían a unos pasos más adelante. 

El capitán volvió a la casa, subió al piso y despertó a su compañero. 

—Despierta, tenemos que hablar. 

—¿Qué ocurre? —preguntó adormilado. 

—Voy a llamar al general. Levántate y ve al salón, tengo noticias. 

Al escuchar esas palabras, el capitán se levantó de un salto y se dirigió al salón a toda velocidad. 

—¿Qué has descubierto? —inquirió Bastiaan con intriga. 

—Ayer hubo dos personas en el bosque. Se pelearon. Uno de ellos perdió mucha sangre, así que sé con certeza que está muerto. 

—¿Tú no viste nada, Bastiaan? —lo interrogó el general. 

—Escuché un ruido y cuando miré no había nada ni nadie. 

—Qué extraño. Esta noche me quedaré de guardia contigo. Vigilaré el bosque —le propuso Lysander a su compañero. 

—¡Chicos, a comer! —gritó Rita desde la escalera. 

Los tres hombres bajaron de inmediato y se sentaron a la mesa con una sonrisa al ver la cantidad de comida que había delante de ellos. 

—¿De qué estabais hablando? —quiso saber el rey en un susurro. 

—Estábamos pensando en hacer guardia esta noche, por si intentan robar —contestó Lysander mirando a Rita con una sonrisa. 

—No hace falta, muchacho —respondió Armando intentando quitarle importancia. 

—¿Qué te robaron las últimas veces? —preguntó Bastiaan dando un bocado al filete. 

—Nada importante. Comida, algunas gallinas, algunas cabras. Nada que no se pueda reemplazar. 

—Aún así, estáis perdiendo dinero. Esta noche haremos guardia y si vienen a robar de nuevo, los estaremos esperando —apuntó Lysander dispuesto a entrar en batalla. 

—Como queráis, pero siempre vienen cuando no estamos. 

—Ya veremos —contestaron los capitanes y el general al unísono.

 




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