El sol comenzaba a elevarse y los capitanes seguían fuera de la casa haciendo ronda de reconocimiento por el bosque para encontrar a quien estuviera vigilando la finca o a ellos.
No encontraron nada.
Entraron en la casa y los anfitriones ya estaban sentados a la mesa tomando un café.
—¿Qué tal la noche, capitanes? —les preguntó el anciano con una sonrisa.
—Bien. Sin contratiempos —contestó Bastiaan al sentarse en la silla con cansancio.
—Anoche escuché un ruido en unos matorrales, pero os vi a vosotros y no le di más importancia. ¿Visteis algo? —inquirió la anciana con preocupación.
—No había nada ni nadie.
—Parece que este año nos toca a nosotros —apuntó Armando con un suspiro perezoso.
—¿Qué os toca este año? —quiso saber Lysander con confusión.
—Desde hace unos años, casi siempre roban en la finca de al lado por esta fecha. Solo a ellos. Era muy raro, la verdad.
—Pues sí. No es normal que solo roben en una finca. ¿Y qué es lo que roban?
—Barriles de vino. En el sótano tienen una bodega donde fermentan.
Unos pasos se escucharon bajando las escaleras. Unos segundos más tarde, los reyes, el general y las chicas entraron en la estancia.
—Buenos días —saludaron al unísono.
—¿Cómo ha ido la vigilancia? —preguntó Alysa mientras rodeaba el cuello de Bastiaan con sus brazos y le dejaba un beso en los labios.
—Mucho mejor ahora.
—No hemos visto a nadie —contestó Lysander antes de besar a Seema.
—Id arriba a descansar para esta noche. Os llamaremos para almorzar —les dijo la reina con una voz muy fraternal.
Los dos capitanes y el general asintieron y obedecieron sin rechistar. Estaban exhaustos.
—Me parece que esta mañana estamos solos tú y yo, Armando —apuntó el rey.
—No importa. Nos las apañaremos. ¿Empezamos?
—Cuando quieras.
Salieron de la casa estirando los músculos y las articulaciones como si fueran a empezar a correr en una maratón.
—¿Qué hacéis? —inquirió la reina desde la ventana.
—Estirar. Hay que calentar antes de dar de comer a los toros. Ya sabéis lo hostiles que pueden ser —respondió el anciano con un guiño de ojo.
Las cuatro mujeres rompieron a reír a carcajadas.
—Estos hombres… Son de lo que no hay —suspiró Rita.
—¿Qué toca hoy, Rita? —quiso saber Seema con energía.
—Pues la verdad es que está todo limpio. Podríamos ayudar a los hombres, ya que hay tres durmiendo.
—No es mala idea. Nunca le he dado de comer a los animales —contestó la reina con emoción.
Salieron de la casa y bajaron los tres escalones del porche.
—Esperad —las paró Alysa dando media vuelta para mirar a la anciana y a su madre—. ¿Nosotras también tenemos que estirar?
—No estaría mal. Solo por si acaso —Rita se rio acompañada de la reina y Seema—. Una ya no es una jovencita, ¿sabéis?
***
El Comandante se levantó de la cama con la primera luz de la mañana. No había podido dormir en toda la noche. Estaba completamente nervioso por ver de nuevo a la princesa Casia. Estaba ansioso, impaciente. Nunca le había pasado algo así con una mujer. Ni siquiera con la reina Adrienne.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por unos golpes en la puerta.
—¿Quién es? —preguntó.
—Señor, la princesa ha llegado. El rey le espera en el comedor para desayunar —respondió un sirviente.
—Ahora mismo voy.
Se levantó de un salto, se vistió en dos segundos y salió corriendo hacia el comedor. El rey estaba sentado a la mesa, donde le servían en ese instante el café.
—Buenos días, Comandante. ¿Le han comunicado que ya ha llegado mi hija?
—Sí, hace unos minutos. Ha llegado temprano, ¿no?
—Me han dicho que la princesa del reino del Sur se ha tenido que ir urgentemente.
—Bueno, ya ha llegado la hora —dijo el Comandante con nerviosismo.
—Tranquilícese, Comandante. Se pasa rápido el mal trago.
—¿Va a tardar mucho en bajar? —inquirió con impaciencia mientras no dejaba de mover las piernas.
—No creo —contestó el rey con una sonrisa.
Pasaron quince minutos y la princesa aún no había bajado.
—¿Le ha pasado algo? —interrogó el Comandante con preocupación.
—Se estará arreglando para su invitado.
—¿Su invitado? —rugió el Comandante con furia.
—Usted, Comandante. Es su invitado. Se está arreglando para usted. Desayune tranquilo.