Todos salieron escoltados por los hombres del general Corban y llegaron a la oficina del detective donde estaban encerrados los reyes junto a Rita y Armando.
—¿Qué ha pasado? —quiso saber el rey cuando la puerta se abrió.
—El Comandante ha sido derrotado, majestad —le informó Bastiaan con la alegría reflejada en sus ojos negros.
—¿Eso significa que podemos salir de aquí? —preguntó Rita con emoción.
—Os llevaré de vuelta a la finca —contestó Lysander con una sonrisa amable en los labios.
—No lo harás —respondió la reina—. Se quedarán aquí, en isla Sirena con nosotros, si ellos quieren, claro.
—Pero nosotros no somos como ustedes, Dafne —aclaró la anciana.
—Adrienne, mi nombre es Adrienne. Y da igual que no seáis como nosotros. Estaréis aquí hasta que os llegue la hora de iros para siempre. Es lo único que podemos hacer después de que hayáis perdido vuestra casa por nuestra culpa.
—Majestad, si me permitís la interrupción —comenzó a decir Corban—. Yo podría hacerles como nosotros si ellos aceptan el compromiso.
—¿El compromiso? —quiso saber el rey con extrañeza.
—Bueno, más bien es un juramento. Juran que no subirán a la superficie, que mantendrán en secreto sus poderes, si los tuviera, y que no traicionarán a la corona. Si están de acuerdo con eso puedo hacerles habitantes de isla Sirena para siempre.
Los dos ancianos se miraron sorprendidos.
—Sí, queremos. Lo juramos. Lo prometemos.
—Todo lo que ha dicho ella —añadió el anciano dando la razón a su esposa.
—En ese caso, si sus majestades también dan su consentimiento, mañana mismo lo haremos —comentó Corban.
—Damos nuestro consentimiento —pronunció la reina abrazando a Rita con ternura.
—Esto hay que celebrarlo. Mañana haremos una gran fiesta —informó el rey al salir de la oficina para dirigirse al palacio para empezar los preparativos.
***
Esa noche fue la primera en dieciocho años que los reyes pudieron dormir totalmente relajados. Nadie los vigilaba ni los seguían ni querían matarlos. Dormían en su cama, a la que tanto habían echado de menos. Habían ordenado quitar las cámaras de seguridad y los micrófonos de todo el castillo y de encarcelar a los mercenarios que habían ayudado al Comandante.
Alysa había pedido que Seema durmiera con ella en su nueva habitación, aunque en realidad, no durmieron nada. Estaban demasiado alegres para desperdiciar las horas durmiendo.
Altaír, Bastiaan y Lysander ocuparon sus puestos al mando del ejército del rey y regresaron a sus aposentos.
A Rita y Armando lo hospedaron en una de las habitaciones del palacio. Lujosa, cómoda y sin preocupaciones de que les robaran por la noche.