El Trono de Huesos

Décimo Primer hechizo: Rebelión

—Eso fue lo que pasó. Al final, entendí que éste no es mi momento. Y tal vez no exista algo similar, pero no pierdo la esperanza. Tengo fe en mi maestro y en mí misma. Sé que puedo conseguirlo, porque he llegado lejos y he hecho cosas que deberían ser imposibles para alguien como yo —terminó de contar Dolores a Erick, un tanto desanimada, pero esperanzada.

Ambos jóvenes caminaban hacia casa, dejado el hogar del mago minutos antes, donde despidieron por el momento a los inquilinos de la morada y a Tomás, mismo que va en dirección contraria a los adolescentes.

Las calles por las que transitaban estaban oscuras y deshabitadas, mas eran bien conocidas por ambos, pues se trataba de la ruta que tomaban desde que iniciaron las clases de magia.

—Ya veo. ¡Ey! Pero no debes preocuparte. Tú lo acabas de decir, has hecho cosas que, en teoría, no deberías porque no puedes ser mago. Yo no puedo usar los pergaminos, tú puedes. Yo no puedo detectar arcana, tú sí. Es Naerke el del problema, no tú, Dol —aseguró el joven, cosa que le hizo sonreír a su amiga.

—Quien sabe, Erick. Al final, lo veremos una vez que termine la batalla entre el maestro y Thana —eso logró crear cierta incertidumbre en ambos muchachos, cuya conversación se tornó en un silencio incomodo que ambos no sabían cómo despejar.

— ¿Cuánto falta para que el plazo termine? —Preguntó el joven, temeroso, a lo que la chica, luego de un suspiro, respondió.

—Una quincena más y todo terminará —lo declarado dejó a Erick sin palabras, y cuando iba a decir algo, ambos escucharon gritos y alboroto cerca de donde estaban.

— ¡Auxilio! ¡Ayuda! —Gritaba una mujer que iba corriendo, notados por ella los jóvenes que, desde una calle aledaña, la estaban viendo.

— ¡Ven hacia acá! —Ordenó Dolores a la desconocida, misma que hizo caso sin respingar al ver que se trataba de un par de muchachos, rebelado entonces que ella era seguida por tres sujetos que no se notaban nada amigables.

— ¿A dónde vas, perra? ¡Deja de huir! —Exclamó uno de los mal nacidos, recibida la chica en brazos de Erick y poniéndose frente a ambos la aprendiz para protegerlos—. ¡Quítate o te llevamos en su lugar, mocosa!

—Mejor a ambas. Mata al putito ese y llevémoslas —propuso otro de los hombres al detenerse frente a Dolores, alegres los demás al estar de acuerdo con dicho plan, inmutada y estoica la adolescente ante esto.

— ¡Ni un paso más! Baemou arcrim! —Conjuró la chica al sacar un pergamino que Radimir le regaló para emergencias, hechizo que provocó el surgimiento de cadenas mágicas desde el suelo que sujetaron a quien estaba más cerca, anclado al suelo, inmovilizado por completo—. ¿Ustedes también quieren ser encarcelados? —Preguntó la joven al simular buscar otro pergamino, mas los hombres restantes huyeron de la escena, completamente despavoridos, a la par que el capturado rogaba piedad.

— ¿Por qué estabas persiguiendo a la señorita? ¡Dinos o te matamos! —Exclamó Erick, lo que asustó un poco a quien pretendían ayudar, al igual que al atrapado.

— ¡Lo siento! Son ordenes de arriba. Quieren que secuestremos a las mujeres para causar caos. Estamos vendiéndolas como prostitutas a otros países o mafias del nuestro, pero no es por elección, sólo somos simples peones —lo declarado enfureció a Dolores, misma que tenía un hechizo de ataque a la mano, detenida por Erick, a quien vio extrañada, para éste denegar con la cabeza al instante.

— ¡Tienes suerte! Mas te vale no volver a hacer estupideces o te volaremos en mil pedazos —dicho eso, los tres inocentes huyeron de la escena, dejado el hombre atrás, atado.

Ya en un lugar seguro, la mujer desconocida agradeció a ambos con algo de temor. Los muchachos le explicaron que no eran enemigos y que no debía temer, para luego preguntarle sobre sus agresores, respondido por ella que no era la primera vez que la seguían, y que, efectivamente, estaban desapareciendo muchas mujeres en los últimos días, encontradas algunas envueltas en bolsas negras, muertas, violadas y golpeadas hasta perder la vida.

La noticia dejó pálida a Dolores, quien temió por su madre y tía, a lo que volvió a su hogar en la proximidad posible, encontradas ambas en la cocina, tranquilas y mortificadas por el temor expresado en el rostro de la adolescente.

Después de haberse calmado un poco, la aprendiz les explicó el porque de su estado, a lo que ambas, luego de verse, explicaron que no era la primera vez que esto ocurría.

Daniela, la madre de Dolores, le explicó que cuando era joven, algo similar sucedió. Hubo muchos problemas políticos y pobreza por diversas razones. Los grupos delictivos, al no tener ganancias y estar estancados, empezaron a provocar a los gobiernos asesinando, secuestrando y ultrajando cuantas mujeres pudieron, en forma de protesta.

A la larga, la diplomacia fue efectiva y la paz regresó al país, pero a coste de muchos feminicidios que jamás fueron resueltos. Miles de mujeres, casi un millón, desaparecieron, y hasta la fecha, existen personas que buscan a sus hijas, esposas, amigas y hermanas perdidas, que se presume no son las mismas o si quiera su cadáver ha de existir.

Esta historia, acompañada de la tristeza de sus familiares, provocó rabia en la chica, quien de inmediato se puso de pie y reclamó a sus mayores, frustrada por la falta de acción que se tomó, por la facilidad con la que aceptaban esos horribles hechos.

Resignada, Daniela retomó la palabra. Justificó que, en el país, desde siempre, la mujer ha adoptado un papel pasivo en la sociedad. Eran tesoros y adornos del varón, así como criadoras de nuevos hijos y esclavas del hogar. En Hereum, el hombre era el protagonista, y su mujer, su mayor pieza de colección. Por ello, despojarlos de ella y destruirla era una especie de insulto para todos, y era el principal instigador de guerrillas y caos.

Las declaraciones sólo provocaron más estrés en la joven, quien no podía creer lo que era bien aceptado por sus mayores.




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