El Trono de Huesos

Epílogo

Naerke, un mundo lleno de vida y magia, veía un nuevo amanecer. La gente de los distintos continentes había encontrado la paz, pasados tres años desde los terribles acontecimientos que sumieron a la humanidad en terribles desgracias, las naciones fueron guiadas hacia el bien por sus habitantes, quienes aprendieron de la terrible guerra de magia. Thenejad se recuperó del horroroso yugo de Thana, y Hereum olvidó lo relacionado a esto, formada una fuerte alianza entre ambos.

Las personas cambiaron mucho en ese periodo, más abiertas y consientes de la vida, listas para, lento y seguro, evolucionar en su pensar y encontrar nuevos argumentos que llenen de justicia e igualdad a todos.

Por su parte, Dolores Astrophet, ya toda una maga ejemplar, esperaba en su casa, tranquila, con una taza de té en la mano, recargada en el marco de la ventana que daba al jardín, vestida con bellas ropas que Ángeles le fabricó y luciendo un largo cabello cobrizo que destellaba con la luz del astro padre.

Erick, apresurado, corría hacia la casa de su amiga, también su hogar, llevado en mano algunas cosas que recién adquirió, al igual que una mochila que parecía desbordar de objetos, llamado desde un teléfono móvil por Tomás.

¡Apresúrate! Se está haciendo tarde —decía el chico, palabras que le hicieron sonreír a su novio.

—¡Estoy por llegar! ¡Que no se enoje mi maestra, por favor! —pedía el joven, a nada de arribar.

—Maestro. Por fin, hoy inicia nuestro viaje por el universo. Sé que, a donde vayamos, usted estará viéndonos. Gracias, por tanto —dijo la joven, alegre y llena de una paz que irradiaba de su sonrisa.

—¡Llegue! ¡Lo siento mucho! ¡Ya estoy listo para irnos! —declaró el joven, apenas y pudiendo respirar, recibido por Sarutobi, Ángeles y Tomás.

—¡Qué bárbaro! Estábamos a punto de irnos sin ti. ¡Vaya tonto! ¿Y así quieres aprender magia? No me hagas reír —enunció Sarutobi al acercarse, cuya voz podían escuchar todos sin necesidad de tocarlo.

—Me alegra que hayas llegado, amor. Pero, ¿por qué demoraste tanto?

—Estaba comprando estos. —En eso, el chico sacó posters, discos y playeras de Sin control. —No quería irme sin recuerdo de nuestra banda.

—Nunca cambias, pequeño Erick —anunció Ángeles con una tierna sonrisa.

—¡Por fin! ¡Tenemos que irnos ya! ¡Muero por ver otro mundo que no sea el aburrido Naerke! —declaró una voz al fondo, reveladas Zondra, Jessenya y Rada, las cuales se introdujeron al lugar al escuchar el escándalo.

—Un buen clérigo siempre es puntual, Erick. Deberías de saberlo.

—Lo sé y lo siento, maestra. Prometo no volverá a suceder —respondió el chico, apenado.

—¡Ey! ¿Por qué exiges tanto a tu alumno? Como siempre eres una tirana. Fue por cosas donde sale mi bello rostro, ¿no ves? —justificó Zondra al tomar los pósteres donde salía transformada.

—Ni siquiera es tu cara real, mujer. Debería darte vergüenza —explayó Rada, provocado que Zondra le sacara la lengua.

—¡Envidiosa!

—Yo sí le veo parecido a usted, maestra.

—¿Verdad que sí, Tomy? Tienes buen ojo, mi pupilo.

—No hay que mentir para convivir, Tomás.

—¡Cállate tú, clérigo ridícula! —El ambiente se llenó de mucha jovialidad, sonriente Dolores de presenciar la sana convivencia entre su nueva familia, hasta que aclaró su garganta para detener el relajo que tenían y llamar la atención de todos.

—Es hora de irnos. Prepárense, por favor. —Al decir eso, todos se acomodaron detrás de la maga, alegres y confiados, expectantes de el destino a donde irán. —Próxima parada: El universo entero —emitió Dolores al desplegar poderosa magia sobre el hogar Astrophet, desaparecidos del sitio sin dejar rastro, abandonado Naerke para nunca más volver.

Nuevas aventuras esperaban a la familia mágica de Radimir y Devotha.




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