El rey demonio estaba sentado en su trono de rocas, totalmente aburrido. El reino de los sueños y las pesadillas le causaban poca emoción; todo era caos y, a la vez, calma.
Las almas en pena perecían, se mezclaban o se hacían añicos en sus arrugados dedos. A veces la inspiración le llegaba y creaba nudos de almas descarriadas para, luego, lanzarlas al vacío y borrar toda esperanza de reencarnar en otros seres vivos.
Fue por eso que jamás se imaginó que, en ese aburrido día gris de noviembre, una invasión se avecinaría en su reino.
— ¡Majestad! – dijo un pequeño diablillo guardián quien, con sus pequeñas alas, solía sobrevolar el cielo cubierto de nubes grises para vigilar el terreno desde las alturas - ¡Un aquelarre de brujas se acerca al castillo y están reclamando por su cabeza!
— ¡Eso es inaudito! – dijo el rey demonio quien, ante la sorpresa, soltó a un par de almas desdichadas que estaba a punto de partirlas en dos con sus afiladas uñas – se supone que la barrera onírica del sueño ligero impediría el paso de cualquier mortal.
— Es así, pero esas brujas consiguieron descifrar los mensajes del cosmos – respondió el diablillo – no sabemos cómo lo lograron, pero esto fue más que suficiente para atravesar la barrera con planes de invasión.
El rey demonio se incorporó, se vistió con su armadura hecha de materia oscura, esparció azufre en su roja piel y, extendiendo sus largas alas negras, ordenó a su séquito:
— Rodeen el castillo e impidan el paso a las brujas. Si una de ellas intenta llegar ante mí, será mi próximo aperitivo.
— ¡Sí, majestad! – dijeron todos los demonios al unísono.
La guerra fue sangrienta y cruel. Aunque los demonios eran poderosos, las brujas no se quedaban atrás y lograban resistir sus ataques.
Una de ellas, que parecía la líder, sobrevoló el campo de batalla montada en un enorme dragón negro y, al contemplar al ejército enemigo, indicó a las brujas:
— ¡No se detengan! ¡Resistamos hasta dar con el rey demonio y cortarle la cabeza!
El rey, al verla volando por los aires, le entró la curiosidad por saber quién era. Desde lejos se notaba que era la líder, pero sentía que había algo más. ¿Qué hazañas logró para que las brujas obedecieran sus órdenes sin rechistar? ¿Fue ella quien descubrió el modo de atravesar la barrera protectora? ¡Esas preguntas le carcomían la cabeza!
Así es que extendió sus largas alas y procedió a acercarse a ella. Su escolta hizo amago de seguirlo, pero él les detuvo:
— Estaré bien. El poder de esa bruja no es nada comparado al mío.
Una vez que el rey y la bruja estuvieron frente a frente, él le preguntó a ella:
— ¿Cómo osas de invadir mi reino? ¿Crees que solo por desentrañar el misterio del cosmos te da derecho a reclamar mi trono? ¿Qué es lo que estás buscando?
La bruja no respondió, solo lo miró de forma desafiante. Al rey esto no le gustó, porque no estaba acostumbrado a que sus seguidores lo trataran de esa manera. Así es que extendió sus brazos y le advirtió:
— ¡Te destruiré con el poder supremo de las pesadillas!
De sus manos salieron destellos de energía oscura que se dirigieron hacia la bruja. Sin embargo, el dragón en donde ella iba montada abrió la boca y escupió una bola de luz blanca y radiante, que devoró al instante la oscuridad.
El rey demonio, por primera vez, se sintió asustado. No podía creer que una simple mortal, aun con toda la magia que llevaba recorriendo por sus venas, pudiera derribar su gran poder sin pestañear.
La líder de las brujas, por su parte, dio un suspiro y, señalando al dragón, le explicó a su enemigo:
— Esta criatura es producto de la foja cósmica, una reliquia divina que proviene del mismísimo cosmos y que las brujas pudimos interpretar después de eras de estudio e investigación. Ahora es tu fin.
El dragón voló directo hacia el rey demonio y lo devoró de un bocado.
El ejército de diablillos, al ver esto, abandonaron en masa el reino y nunca más nadie los volvió a ver.
Las brujas entraron al castillo. La líder contempló el trono de rocas y, mirando al dragón, le dijo:
— Al menos déjanos algo. No seas mezquino.
De inmediato, el dragón escupió la cabeza del rey demonio intacta. La líder de las brujas la tomó con ambas manos, la colocó sobre la cabecera del trono y dejó que su sangre oscura se esparciera por el asiento, hasta cubrir la superficie por completo.
Una vez hecho esto, la mujer se dirigió al aquelarre y exclamó:
— ¡Victoria! ¡Ha caído el rey! ¡Ahora este reino nos pertenece!
Todas gritaron de la alegría. Y es que, desde hace siglos, habían sido perseguidas por los hombres debido a que, en el mundo mortal, la magia estaba prohibida. El único lugar donde podrían sentirse seguras era el reino de los sueños y las pesadillas, pero sabían que el rey demonio no las acogería con agrado, salvo que accedieran a venderles sus almas para jugar con ellas a su antojo.
Por ese motivo, se pasaron eras y eras estudiando los misterios del cosmos, hasta que al fin lograron interpretar su mensaje y obtener la foja cósmica, que las ayudaría a romper la barrera e iniciar con la invasión.
Les costó mucho esfuerzo y sacrificio, pero al fin consiguieron derribar al rey demonio gracias a la foja cósmica resguardada en el corazón del dragón.
El trono bañado con sangre negra era el vestigio de sus hazañas y esperaban que, a futuro, las brujas al fin disfrutaran de una vida libre, sin tener que practicar la magia a escondidas por culpa del tonto prejuicio que los hombres tenían con ella.