El disparo atravesó el aire con un zumbido agudo. Peter se lanzó hacia un costado, rodando detrás de una consola. El rayo impactó contra la pared, fundiendo metal y piedra al contacto.
—¡Cuerpo al suelo! —gritó Rina, mientras respondía con una ráfaga de fuego convencional. Las balas rebotaron en el exoesqueleto del atacante, sin dejar más que chispas.
Sandro arrastró a Elías hacia un rincón seguro, y Peter, con el corazón en llamas, trató de entender lo que estaba viendo.
La figura avanzaba con calma. Cada paso resonaba como un martillo. Sus movimientos eran demasiado precisos. Demasiado… familiares.
Peter se asomó apenas desde su cobertura.
—¿Quién sos? ¿Qué querés de mí?
La figura no respondió. Pero al llegar al centro de la sala, se detuvo frente al mural pintado en sangre. Lo miró. Y entonces, habló.
—El ciclo no se detiene. Uno cae. Otro toma su lugar.
Peter se incorporó lentamente.
—¿Estás diciendo que… que vos eras yo?
La máscara inclinó la cabeza.
—Una versión. Un intento fallido.
—¿Qué te pasó?
—Sobreviví. En mundos donde la muerte era la única opción. Me quedé atrapado… demasiado tiempo.
Peter sintió un escalofrío. Ese “yo”, esa cosa… no solo era un reflejo oscuro. Era una advertencia.
—¿Y por qué me estás atacando?
—Porque vos todavía tenés esperanza. Y eso… eso debilita al ciclo.
La figura alzó su arma de nuevo, pero antes de que pudiera disparar, el piso tembló. Desde el techo, raíces enormes rompieron la estructura, como si la selva misma se metiera a defenderlos.
—¡Nos va a enterrar vivos! —gritó Elías.
La criatura retrocedió con agilidad sobrehumana, se impulsó hacia atrás y se desvaneció por una abertura, como si supiera que no podía ganar… aún.
Peter se acercó a la consola central. Volvió a encenderse sola, y una última línea apareció:
"Él fue el primero que no volvió… y el primero que quiso quedarse."
Peter cerró los ojos. Sentía el eco de esa otra vida latiendo dentro suyo. El mundo dino no solo era una jungla llena de criaturas, sino un espejo distorsionado de lo que podría llegar a ser si perdía el rumbo.
—Tenemos que salir de acá —dijo, volviéndose hacia el grupo—. Pero antes… necesito encontrar más respuestas.
Rina asintió, con la mirada fija en los servidores.
—Y si hay más como vos, Peter… necesitamos saber en qué se están convirtiendo.
Desde lo alto de la torre, una cámara rota seguía transmitiendo. Muy lejos, alguien observaba. No con miedo. Con interés.
Y apretaba algo entre los dedos: un pequeño artefacto… con el símbolo del ojo cerrado.