He pasado toda la noche sobre un pequeño colchón tirado en el suelo en el salón de Takeshi. Y él en otro al lado del mío. ¿Quién dijo que esto no iba a ser una experiencia? La alarma de mi móvil ha sonado a las seis en punto y al abrir los ojos he necesitado unos minutos para recordar dónde estaba y con quién. La mente es extraña a veces, pues pensaba que seguía en Oviedo en casa de mi padre, pero cuando he visto un par de ojos rasgados mirándome con curiosidad he vuelto a la realidad.
-Las clases empiezan a las ocho –le digo mientras salto del futón.
Y automáticamente busco la puerta corredera del baño para hacer pis; lavarme la cara y los dientes, y peinarme. Anoche coloqué toda mi ropa en los armarios que tiene el apartamento, así que salgo en camisola al salón-dormitorio y veo que Takeshi está cocinando algo en la cocina escurridiza, sólo con unos pantalones de pijama. Huele de maravilla pero yo no suelo desayunar. Busco mi minifalda; mi camisa y mi chaqueta y vuelvo al baño, ya que él no deja de mirarme en la cocina. Está loco si piensa que voy a desnudarme delante de él. Cuando vuelvo a salir está sentado sobre uno de los cojines y está comiendo algo que ha colocado en la tabla de madera. Ahora me doy cuenta que es una mesa y sus sillas. Me hace una señal para que me siente y le acompañe, pero si me siento como él va a tener que llamar a una grúa para levantarme después. Le digo que no con la cabeza.
-El desayuno es la comida más importante del día –me dice.
-Sí, lo sé, pero a las seis de la mañana mi estómago está cerrado.
-Siéntate y come. Después iremos juntos a la universidad.
Si hago un esfuerzo seguro que puedo volver sobre mis pasos de ayer e ir yo sola al campus, pero la verdad a estas horas y en este país, prefiero aprendérmelo un poco mejor antes de hacerlo, así que me siento sobre el cojín, intentando que el trapo que llevo sobre la parte inferior de mi cuerpo no me deje en ridículo, y me pongo a comer. Una taza de té verde; un cuenco de arroz blanco; otro cuenco de sopa de miso y un trozo de tortilla francesa. Para mí es demasiado pero no voy a pedirle un café y una tostada porque seguro que no tiene ni pan.
-Esta tarde te enseñaré a cocinar comida japonesa –me dice.
Al acabar Takeshi se va al baño mientras yo recojo los cacharros y los lavo. Se me han quedado las piernas dormidas al salir del cojín, pero con este trabajo seguro se despiertan. Cuando ya sale vestido y listo con el uniforme masculino nos vamos. Aneko nos recibe con una sonrisa en el piso inferior. Parece que la luz del día la ha vuelto más amable y dulce.
-“Ohayogozaimasu” (buenos días) –me dice y yo lo repito.
Volvemos a tomar el tranvía en Arkawa-Nichôme hasta Minowabashi. Caminamos hasta el metro de Minowa que nos deja en Iriya, y de allí a pie hasta el campus de la Universidad. Llegamos a la puerta sobre las siete horas cincuenta minutos y me encuentro con Celia que baja de la residencia.
-Te veo aquí cuando acaben las clases –me dice Takeshi mientras se aleja de nosotras.
Celia me mira con los ojos muy abiertos y una gran sonrisa en sus labios.
-¿Qué tal ha ido? –dice con un tono insinuante.
-Pues como ves, aún no me ha asesinado.
-¡Mujer! ¡No lo iba a hacer el primer día! –dice y acabamos riéndonos las dos.
Le explico a Celia mi periplo con el transporte público japonés hasta llegar a la casa de Aneko, y le cuento las percepciones que me ha dado tanto la anciana anfitriona como su hogar.
-Seguro son cómplices en los asesinatos. Él trae a jóvenes doncellas y ella las saca la sangre para algún ritual de juventud –dice la mente fantasiosa de mi amiga.
-Seguro… ¡Pues les descubriré! -digo y volvemos a reírnos a carcajadas- ¿Sabes que me ha hecho el desayuno?
-¿Si? ¡Te está cebando! ¿No lo ves?
-Anda, no insistas. ¿Tú has desayunado?
-No… –dice con ojitos.
-Pues eso es lo que le falta a tu cerebro, un poco de azúcar.
-No da tiempo. Me he tomado un café en la máquina mientras te esperaba. Las clases del profesor buenorro deben estar a punto de empezar ¡Anda vamos!
Las dos primeras horas pasan volando. Ken es un buen profesor de japonés, paciente y dulce. Parece que le encanta lo que hace y es feliz con ello. Aprendemos de memoria el silabario hiragana y el katakana, que ambos constan de cuarenta y seis caracteres en total, de los cuales cuarenta representan sílabas formadas por una consonante y una vocal, 5 son únicas vocales (a,i,u,e,o) y la única consonante que puede ir sola, la ‘n’ (ん en hiragana y ン en katakana). Ken nos dice que es obligatorio aprenderlo, aunque los caracteres no tienen ningún valor conceptual, sino únicamente fonético. El hiragana se emplea en la escritura de palabras japonesas, partículas y desinencias verbales. El katakana se emplea para escribir palabras tomadas de otros idiomas; para onomatopeyas; para resaltar una palabra concreta, como si fuesen nuestras comillas o nuestra escritura cursiva; y para los nombres de animales en textos científicos.
A las 10 en punto entra Yoko por la puerta y empieza con la asignatura de “Diseño editorial y Comunicación corporativa”. El diseño editorial tiene la misión principal de diseñar y componer de forma correcta diferentes tipos de publicaciones, como revistas, libros, periódicos, publicaciones, etc. Dentro del diseño editorial está la mercadotecnia, los carteles, flyers, infografías, folletos, boletines informativos, carteles publicitarios, libros digitales, etc, donde se debe elegir el formato; la retícula; la tipografía; el color; los elementos gráficos, etc. La comunicación corporativa por su parte es la percepción de una empresa mediante la creación de una identidad de marca y el mantenimiento de la comunicación con el público, los empleados y los consumidores. Normalmente esas comunicaciones son escritas (página web, comunicados de prensa), verbales (entrevistas, videos, conferencias) y visuales (fotografías, infografías, ilustraciones). Internamente la empresa se comunica con sus empleados mediante boletines internos; reuniones de quipo y herramientas de gestión. Externamente, dirigido al público, mediante prensa tradicional y redes sociales.
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Editado: 31.05.2022