El tutor de japonés

Capítulo 13

Algo de lo que he dicho lo ha calmado; ha pasado de cien a cero en un segundo. ¿Será mi virginidad lo que le ha enfriado? ¿Será que de repente se ha dado cuenta de lo que estaba haciendo?

De pronto ya no noto la presión que ejercía su mano contra mi espalda, ni mis senos aplastados contra la encimera de la cocina. Me levanto; me coloco la ropa; me giro y me lo quedo mirando. Su rostro ya no está rojo, ahora parece palidecer.

-Ve a lavarte –me ordena mientras me señala la puerta del baño.

Y es la primera vez que voy a obedecer sin protestar, pues lo que más deseo ahora mismo es desaparecer y no verlo nunca más. Estoy asustada y enfadada. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué se ha comportado así? Esto no formaba parte del trato. ¿Qué demonios le pasa?

Mientras me enjabono rabiosamente el pelo y la piel mi cuerpo no deja de temblar. En cuanto salga recojo mis cosas y vuelvo a la residencia de estudiantes. ¡No voy a aguantarle ni una más!

Como no entré preparada para el aseo y no quiero volver a ponerme la ropa que llevaba, debo salir del baño con una toalla envuelta en mi cuerpo y otra en mi cabeza. Voy a por ropa y regreso –pienso-. Takeshi está sentado en uno de los cojines del suelo que da a la mesa. Está cabizbajo y se frota el arco nasal arriba y abajo. Parece más relajado. Yo voy directa al armario; cojo mi maleta y empiezo a llenarla de mi ropa, apartando unos vaqueros; una camiseta; las zapatillas deportivas; unas bragas; unos calcetines y un sostén.

-¿Qué se supone que estás haciendo? –me pregunta mientras veo cómo se levanta.

Pero he decidido no contestarle.

-¿Dónde crees que vas? –me dice enfadado cuando ya está próximo a mí.

-Es obvio, ¿no? ¡Me largo!

-¡Teníamos un trato!

-Sí, pero tú lo has incumplido. No sé a qué estáis acostumbrados los japoneses, pero los españoles no llevamos bien que nos rapten, nos desnuden y nos violen.

-No te he violado –me dice como si con eso se pudiese perdonar todo lo demás.

-¡Por poco lo haces!

-No puedes irte.

-¿No? ¿Por qué? ¿Crees que voy a seguir viviendo aquí contigo? ¡Ni lo sueñes!

Takeshi calla las últimas palabras que iba a pronunciar. Estoy segura que eran el motivo que aclaraba su comportamiento, pero ya no me interesa saberlas. No es nadie importante en mi vida y no tengo que aguantar ni sus misterios ni sus mierdas. Me giro hacia el baño de nuevo, con la ropa que voy a ponerme entre mis brazos, cuando siento como me coge fuerte de la extremidad.

-¡No puedes irte! –repite.

Forcejeo para zafarme de su agarre. Él es fuerte, pero yo estoy cabreada y la adrenalina corre por mis venas, mientras mi corazón se desboca en mi interior. De pronto la toalla empieza a deslizarse. Ambos seguimos peleando. Yo intento mantener colocado el trapo que tapa mi cuerpo; sujetar la ropa que voy a ponerme para salir de aquí y soltarme de su aferre, pero no lo consigo todo… En una nueva situación Takeshi ya no me sujeta y sigo manteniendo la ropa bajo mi axila, pero la toalla ha cedido y ha caído al suelo. Me muero de la vergüenza cuando veo como baja su mirada y la desliza por mi cuerpo. Es el primer hombre que me ve desnuda y ya van dos veces en lo que llevamos de noche, pero hago como si no me importara. Desciendo mi mano para recoger la toalla del suelo y me voy desnuda hacia el baño, donde debo volver a refrescarme la cara porque tengo toda la sangre acumulada allí. Me coloco la ropa rápida y nerviosamente. En mi mente sólo tengo una idea cuando atravieso la puerta deslizante del servicio.

-¿Por qué tienes un dragón tatuado? –me pregunta.

Lo miro perpleja ¿Cómo le contesto a semejante intromisión de mi intimidad? Nada, no me apetece hablarle ni darle explicaciones. Cojo mi maleta y me dirijo a la puerta.

-¡Te he preguntado por el tatuaje! –me dice más cabreado que antes.

-¡Vete a la mierda!

Takeshi se lanza sobre mí poseído por una extraña rabia. Por un momento creo que va a despedazarme, pero me quita la maleta de las manos; la lanza lejos, y me arremete contra la pared de papel, alzándome las manos y poniendo su rostro frente al mío.

-¡Anata wa watashi ga dorehodo ikatteiru ka wakaranai! (¡No sabes lo cabreado que estoy!)

-¿Por qué me haces esto? –Empiezo a sollozar- ¿Por qué me has traído aquí si ibas a tratarme así? ¡Deja que me vaya! Por favor…

-Dekimasen… (No puedo…)

-Quiero irme… Me estás asustando.

Takeshi suelta una de las manos con la que tiene agarrada una de las mías y la dirige contra el papel de la puerta, rompiéndola y dejando en ella el hueco de su puño. De repente la puerta rota se abre y aparece Aneko angustiada. No sé lo que habla con Takeshi pero el lenguaje corporal de la anciana lo entiendo claramente; su temor por mí y su enfado con él.

-“Nanishiteruno?” (¡Qué estás haciendo?).

-“Kare wa doragon no tato~ū o motte imasu” (Tiene un dragón tatuado).

-“Doko?” (¿Dónde?)

-“Bikinirain” (En su línea de bikini)

-“Kanojo wa gaikoku hitodesu” (Ella es extranjera)

Aneko dirige sus amables ojos arrugados a los míos y posa una de sus manos en mi mentón, obligándome a mirarla a la cara. Irradia tranquilidad y consigue apaciguarme. Después pasa su brazo por mi espalda y me invita a salir de allí con ella. Yo hago ademán de coger mi maleta para irme, pero ella me dice que no con un movimiento de cabeza, mientras se la entrega a él.




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